Cada noche, al cerrar los ojos, sueño lo mismo: el sonido de una pistola a lo lejos, unos brazos que corren hacia mí para protegerme. Los latidos de mi corazón, a mil por hora. De repente, unas manos suaves toman mi rostro y lo llevan hacia arriba, uno de sus dedos seca las gruesas lágrimas que ruedan por mis mejillas. Al dirigir la mirada hacia el frente para conocer la identidad de mi protector, solo veo unos ojos con colores diferentes el uno del otro. No veo nada más, pero me es suficiente para sentir paz, abrigo, tranquilidad; hasta que escucho otro disparo. Despierto en mi cama lleno de sudor y con las lágrimas a punto de brotar de mis ojos. La pesadilla, que se ha repetido por más de 10 años.
El reloj sobre la mesa de noche a mi izquierda marca las 4:03 a.m. Con mucha pereza me levanto y camino hasta el cuarto de baño para darme una ducha rápida y luego ir a la cama de nuevo, tenía que aprovechar cada minuto de sueño ya que debía estar lo más descansado posible para el largo día que de seguro tendría. Enciendo la luz del baño y veo en el espejo rastros de una mala noche, me encuentro despeinado, ojeroso y con los ojos un poco rojos. Lentamente, me despojo de mi ropa interior y ajusto la temperatura del agua. Me meto en la ducha, y mientras el agua tibia recorre cada rincón de mi cuerpo, me quedo pensativo, mirando hacia la nada. ¿En que estaba pensando? No estoy seguro, solo sé que por alguna razón me quedé en pausa. A los pocos minutos ya me encontraba saliendo del baño, envolví una toalla en mi cintura y regresé a la cama dispuesto a retomar el sueño, por muy difícil que pareciera conciliarlo.
La intensa luz del sol entra por la ventana incidiendo directamente en mi rostro. Luego de varios minutos luchando por seguir durmiendo me doy por vencido y me siento al borde de la cama. Froto suavemente mis manos sobre mi cara con ánimos de espabilarme, y al mirar a mi lado veo que el reloj marca las 7:46 a.m. -al parecer, anoche no cargue mi celular y la alarma nunca sonó-. Me reclamo por tal tontería, y sin perder tiempo, corro al baño para cepillarme en el menor tiempo posible. Me desenredo la toalla de la cintura y comienzo a vestirme, pero no sin antes detenerme unos segundos frente al espejo para observar mi cuerpo desnudo. En solo 3 minutos ya estaba casi listo, solo una última mirada al espejo para acomodar mi pelo y mi traje recién estrenado.
- Wow! Que galán te ves -dice una voz desde mis espaldas.
- Buenos días tía Emy -respondo con una sonrisa.
- Y pensar que hace poco estabas sentado en la mesa diciendo que no lo lograrías porque no entendías nada de leyes. Y mírate, estrenando traje y un puesto en uno de los bufetes más importantes del país.
- Gracias, el mérito no es solo mío -dije mientras me dirigía a ella para abrazarla.
- Tu madre estaría muy orgullosa de ti -decía apoyando su mentón en mi hombro y abrazándome con delicadeza para no arrugar mi traje. Yo la abrazaba también.
Sus palabras me hicieron sentir triste por no tener a mi familia a mi lado y disfrutar con ellos mis logros. Que me arrebataran a mis padres y que mi hermana desapareciera no iba a quedar impune.
- Yo...yo me vengaré -dije con la voz decidida mientras me separaba de mi tía.
- No me gusta que pienses así -exclamó ella dándome unas palmadas en el hombro-. La vida es muy corta como para que la desperdicies pensando en venganza -decía mientras abandonaba mi cuarto.
- Apúrate en desayunar o llegaras tarde -gritó desde lo lejos.
Mi tía es toda la familia que tengo, le estoy muy agradecido desde aquella noche en que me recibió en su casa cuando aparecí frente a su puerta ahogado en lágrimas y asustado como nunca antes lo había estado. Ha permanecido a mi lado desde entonces en cada paso que doy. Mi madre fue muy certera escogiendo a su mejor amiga.
Sacudo mi cabeza para sacar todo pensamiento que me mantenía estático frente a la puerta del dormitorio. Bajo las escaleras para dirigirme a la cocina, me tomo sin respirar un vaso de zumo de naranja y agarro una tostada para comérmela por el camino. Salgo y enciendo el auto que me compré de segunda mano con el dinero que había ganado como mesero luego de salir de la universidad. Me tomó 20 minutos llegar al trabajo. Frente a mí, un inmenso edificio. Respiro profundo y entro. Cuando el elevador marca el piso #13, salgo y me dirijo al despacho del que sería mi jefe/mentor para presentarme.
Luego de las presentaciones formales, me dice:
- Fuiste uno de los mejores graduados de tu año y espero que me lo demuestres. Hoy a las a las 2:00 de la tarde tienes tu primera defensa, si te desenvuelves bien, te dejaré escoger tu próximo caso -dijo antes de contestar su teléfono que llevaba sonando ya varios de segundos.
Me hizo señas con la mano que le quedaba libre indicándome que luego hablábamos. Yo le confirme con la cabeza y se retiró.
Entré a la que sería mi oficina y me senté en la silla. Respiré profundo nuevamente -había mucho que procesar-, admire la vista un rato, y conecte el teléfono para cargarlo, pues continuaba apagado. Comencé a leer la información del caso, y luego de muchos documentos y testimonios revisados, creí encontrar un vacío legal que le permitiría a mi cliente lograr la victoria. Comencé a preparar los recursos para explicarle al jefe con lujo de detalles, no solo para impresionarlo, sino también para lograr obtener lo que tanto quería: un caso abierto hace 10 años de la familia Stone, responsables de la muerte de mis padres.
Justo terminando de alistarme, entra el jefe a la oficina indicándome que ya estaban listos para escuchar mi ponencia. Agarro todos los documentos y me dirijo a la Sala de Reuniones.
Tiempo después, regreso a mi oficina con la satisfacción de haber hecho un buen trabajo, palabras dichas por los abogados de experiencia que escucharon mi defensa. Un gran peso se alivianaba sobre mis hombros. Cierro la puerta para disfrutar mi momento en soledad, me acomodo en la silla y me dispongo a recoger todo el desorden que había dejado sobre la mesa. Ya antes de irme comienza a sonar mi teléfono. Observo la pantalla y veo la notificación de un nuevo mensaje procedente de un número oculto que decía: ¨Tengo información sobre la muerte de tus padres¨.
ESTÁS LEYENDO
El Precio De Tu Mirada
Teen FictionEsta es una historia retorcida, llena de traición, rencor, obsesión y asesinato; al igual que escenas eróticas gays que subirán la temperatura de cualquiera. Se centra en la vida de Alex, un excelente abogado, y Andrew, un millonario lleno de fantas...