Mikasa despertó de golpe, abriendo el orbe de sus ojos exageradamente en dirección al techo. Escuchó atenta un poco más y en menos de dos segundos ya se encontraba fuera de la cama. Eren despertó poco después bostezando bastante relajado, actitud que se le quitó poco después de ver a su ahora pareja buscando en la habitación algo.
— ¿Qué buscas? ¿Qué sucede? — preguntó confundido. La pelinegra lo miró alterada hasta que por fin tomó un pedazo de tela largo que pensaba usar de arma.
— Hay alguien aquí... — contestó alterada. — ...Iré a ver qué...
Eren se levantó y se puso los zapatos. – Detente, yo iré a ver.
Mikasa frunció el ceño y se le adelantó en camino hacia la puerta. – Es mejor que yo lo haga, soy muy buena en el combate cuerpo a cuerpo — se justificó.
Eren frunció el ceño y se sobó la frente. – No hay tiempo para esto, podría ser peligroso para ti y el bebé.
Ambos se quedaron callados al oír una voz masculina desconocida gritar palabras inaudibles.
— ¿Qué dijo? — preguntó en un susurro el castaño.
— Nos encontraron...
— No, cálmate. No son ellos, no reconozco esa voz.
— ¡Es una trampa! — contestó ella con la intención de salir del cuarto, pero Eren la tomó del brazo para no permitirle avanzar. El castaño arrinconó a Mikasa en la pared con la intención de no permitirle moverse.
— No. Es imposible, estaban solos en esto — explicó él. — Tú lo deberías saber mejor que yo.
— ¡¿Hay alguien ahí?! — escucharon gritar con mayor claridad a la misma voz. — ¡Por favor, no quiero pelear! ¡Esta es mi casa! — continuó hablando con la voz llorosa.
— Saldré primero. ¿Vale? — sugirió él mientras acariciaba la mejilla de la pelinegra para calmarla. – Le diremos que estás embarazada, puede que eso lo tranquilice, le diremos que somos una familia y...
— ¡POR FAVOR, SALGAN! ¡DEBEMOS HABLAR! — gritó con mayor fuerza el hombre que por el tono de su voz parecía muy asustado.
Eren respiró hondo y salió con los brazos en alto hasta el pasillo del segundo piso, lo observó desde el barandal, era un hombre de unos cincuenta años, regordete y sostenía un rifle.
— Lamentamos haber tomado su casa, creímos que este pueblo estaba deshabitado — comentó Eren sonriendo amable.
El viejo lo observó con alivio al notar que Eren era un hombre joven y pronto de soltó a llorar. – Acabo de volver de Marbella, mi familia se ocultó allá... — el hombre no pudo continuar hablando pues se derrumbó casi de inmediato al piso en lágrimas. — Pero, no sobrevivieron. Yo, yo no sé cómo lo logré, no sé cómo lo lograron ustedes, pero, sólo quiero un poco de paz — explicó mientras se tiraba al piso.
Eren lo observó con la piel helada. Mikasa salió tras él y de la misma forma, miró la escena perturbada. El hombre tenía la mitad de la cara deshecha y serias quemaduras en la piel.
— Sabía que esos malditos demonios lo harían algún día... Siempre lo supe... — siguió hablando delirante.
Mikasa no dejó de observar como el hombre empezaba a revolcarse entre gritos por la alfombra de la sala. Eren de pronto la miró atenta y se posó justo enfrente de ella, la observó a los ojos muy de cerca y sonrió.
— ¿Qué piensas, Mikasa? ¿No deberíamos acabar con el sufrimiento de ese pobre infeliz? — sugirió señalando su rifle.
— ¿Eh? — preguntó ella indignada, aterrada de ver el brillo casi neón en los ojos verdosos del padre de su hijo.
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SOLOS - Eremika
RomanceAl no tener otra opción, Mikasa decide huir con Eren de Paradise para salvar su vida. Una vez lejos, Eren le revela sus recuerdos del futuro, donde le confiesa que ella será la madre de sus hijos. Sin embargo, no está seguro de si la razón por la cu...