Carta 2

8 0 0
                                    


Durante una conversación sin salida



Llevaba un buen rato intercambiando ideas contra un muro de altas paredes y profundo revoque cuando, llegándome como un susurro inadvertido, casual, incidental, escuche la voz tan característica que con el tiempo se había vuelto familiar a los sentidos.

Disimulando lo mejor que las poco desarrolladas aptitudes actorales permitían, engañe al interlocutor de la discusión mientras estos afinados oídos se centraban en tu aflautada risa.

Tus palabras alcanzaban donde estábamos con sutileza, débilmente audibles por el oído sin entrenamiento, pero que estos atrapaban con gran placer.

No había forma de que distinguiera una sola idea de lo que tus labios murmuraban al otro lado de la pared que separaban habitación y sala de estar, pero en mi pecho crecía esa agitación que únicamente causabas tú en mi ser.

Ansiedad.

Una gran necesidad surgió en mí, una que suplicaba que escapara de la trivial rutina a la que había tenido que someterme con el propósito ultimo de estar cerca de tu radiante personalidad.

Había sido cautivado.

Cartas a una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora