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-Oh... ¿Nos viste?

Inevitablemente, después de ver a pete con ese estúpido, llevé a Eleanor a su casa diciéndole que había recordado tenía un pendiente que atender, cosas de la Universidad.

Ella al parecer entendió y si no lo hizo, ni siquiera me di cuenta, yo tenía la esperanza de encontrarme a pete en casa cuando volví, pero no estaba... Y no llegó hasta altas horas de la madrugada, lo sé porque lo esperé hasta casi las tres antes de que el sueño me ganara.

- ¿Quién era ese? -Ignoré su estúpido comentario ¿Por qué actuaba tan normal?

Encima que me hizo preocupar y no contestaba a su celular ¿Ahora me respondía de esta manera tan casual? No podía ser más estúpido.

Apreté mis puños para no decir algo más, mientras me acercaba más hacía él.

Pete estaba de espaldas, secando los platos que teníamos desde la mañana anterior en el fregadero.

-Un chico de la Universidad, no creo que lo conozcas... Va en grados superiores.

Bueno, eso era algo, había deseado partirle la madre a ese estúpido, ahora sabía que cuando me lo cruce, pues ya tendría una razón para hacerlo.

- ¿Y entonces...? ¿Cómo? -Volví a cuestionar, sintiendo de nuevo ese dolor en el pecho, tratando de ignorarlo cuando petr volteó a verme, arqueando una ceja, actuando como si mi comentario fuera algo completamente tonto.

-Lo conocí una vez en los baños, yo me estaba preguntando si él era igual a mí, y al parecer sí lo es.

La sangre me comenzaba a hervir mientras pete me mostraba la sonrisa más tranquila existente.

Él sacó un tazón de sopa de sabrá Dios cuantos días del refrigerador y volvió a enfrentarse a mi mirada mientras lo ponía en el microondas.

¿Cómo podía estar tan sereno? ¡Él no era así! ¡Pete no es así!

-Gracias a ti. -Dijo, apoyándose en el refrigerador antes de tirar su cabello hacía atrás con un movimiento de cabeza y continuar hablando.

-Parece que ahora mi cuerpo prefiere a los hombres.

Me tomó unos segundos el comprender del todo su frase, o el pensar siquiera que tenía razón ¿Cómo podía ser así? Pete era lo que se consideraba el príncipe encantador en cualquier tipo de cuento de hadas ¿Gay? ¡Claro que no! Quizás no había experimentado nada con mujeres, es decir, su primera vez fue a mi lado, él no podía estar más equivocado. No era gay, yo no soy gay ¡Ninguno tiene porque ser gay!

Solté un suspiro cuando escuché el pito del microondas, la odiosa melodía avisando que ya habían pasado los segundos correspondientes.

Pete cogió el tazón con una manopla en cada mano, llevándolo al medio de la mesa. Sí, bueno, vivíamos en un lugar pequeño, la mesa se encontraba en la cocina y ahí comíamos las pocas veces que no lo hacíamos afuera.

Eso cuando éramos pareja, claro.

No quería pensarlo ni un poco, pero ¿Si tenía razón? ¿Y si era yo quién lo había vuelto eso? En tres años de relación él no ha sabido lo que es estar en la parte activa del acto, tal vez fue demasiado, quizás... Sí era mi culpa.

-Entonces... -Murmuré. - ¿Tienes algún resentimiento hacía mí, o algo así?

-Claro que no, por el contrario. -Su fría mirada estaba empezando a cansarme, o dolerme, creo que el dolor punzante en el pecho no se debía a haber perdido una noche de buen sexo o a algo más, era diferente, me sentía raro, esas ganas de lanzarme a sus brazos que no sentía desde la primera semana de haber terminado estaban volviendo tan rápidamente.

GOOD FRIENDS (ADAPTACIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora