»Si nuestra esperanza es que Cristo nos ayude solamente en esta vida, no hay nadie más digno de lástima que nosotros.
1 Corintios 15:19 TLA
Mi mamá me mostró este versículo hace unos días, el cual forma parte de un pasaje que sí he leído antes en donde Pablo dice –en pocas palabras– que si Jesús no hubiese resucitado, nuestra fe sería en vano. Sin embargo, nunca había prestado atención a ese enunciado en específico, y me dió mucho en qué pensar.
La realidad es que el ser humano está en una búsqueda constante e interminable de la felicidad; todos esperamos tener una buena vida, quizá no con muchos lujos, pero sí con lo suficiente para vivir cómodos y seguros, y con la menor cantidad de problemas posibles.
¿Hay algo de malo en eso? ¡Por supuesto que no! Dios no nos puso en esta tierra para vivir en pobreza y depresión, claramente. Tampoco nos puso aquí para tener vidas perfectas y libres de problemas, por desgracia. Nadie en esta tierra está exento de pasar por situaciones difíciles, y esa es la realidad del asunto.
Entonces, aquellos que buscan incesantemente la felicidad, con frecuencia se encuentran con la cruda verdad de que ese concepto no es más que un sentimiento efímero que trae una satisfacción momentánea, mas no duradera.
Todas las emociones son así; la alegría, la tristeza, el enojo, la angustia, etcétera. Ninguna dura para siempre. Y es parte del encanto del ser humano, nuestra habilidad de expresarnos de diferentes formas de acuerdo a las situaciones que se nos presenten. Las emociones son maravillosas cuando poseemos la inteligencia para manejarlas, y no que ellas nos manejen.
Los que nos hacemos llamar seguidores de Cristo, tenemos como principio básico la fe. Fe en la Palabra de Dios, fe en Sus promesas, fe en que Cristo murió y resucitó al tercer día, y que así como Él venció a la muerte, nosotros también lo haremos. Tenemos fe en las últimas palabras que dijo Jesús antes de ascender al cielo, que Él estaría con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Pero la cosa no acaba ahí. Nuestra vida no acaba cuando este cuerpo muere; al contrario, esa muerte da comienzo a la verdadera vida eterna.
Esta convicción es algo que para muchos es locura –y comprendo que suena descabellado–, pero una vez que has tenido un encuentro cercano con Cristo, con Su amor, Su fidelidad, Su paz... después de ver o experimentar Sus milagros, es imposible volver atrás.
El punto es que nosotros creemos en la vida después de la muerte, pero en muchas ocasiones no actuamos como tal. Nos centramos tanto en las cosas de este mundo, en tener tantas posesiones, en ser aceptados, reconocidos, amados por los demás... Le damos tanta importancia a ser felices (con un enfoque mundano) que nos olvidamos que nuestro verdadero gozo se encuentra en Jesús.
Dice Su Palabra: "En el mundo tendrán aflicciones, pero confíen en mí porque Yo he vencido al mundo". Entonces, ¿por qué nos sorprendemos cuando vienen tiempos difíciles? El ser cristiano no significa tener una vida sin problemas, sino en confiar en que apesar de los conflictos que podamos atravesar, tenemos un Dios que nos acompaña en todo momento, que nos ama y que nos ha preparado un lugar en el cielo, en donde no habrá más llanto ni lamento, ni maldad ni tristeza.
Por lo tanto, el no creer en Su resurrección sería igual a no creer en que nosotros resucitaremos, o sea, que no habrá vida eterna. Y si este fuese el caso, y esperásemos que Dios nos ayudara a tener una vida perfecta aquí en la tierra, vaya que acabaríamos decepcionados, y seríamos los más dignos de lástima.
Te animo a que medites sobre tus convicciones. ¿Crees firmemente que Jesús resucitó de los muertos? ¿Crees que en Él está la salvación, la vida eterna? ¿Crees que Él busca tener una relación personal contigo? ¿Crees que a pesar del dolor que puedas experimentar en este mundo, nada se compara con la gloria que ha de venir?
Una vez que tu enfoque se redirige hacia lo eterno, lo terrenal viene a significar poco o nada.
Confía en Dios, búscalo, síguelo, sé agradecido en lo poco y en lo mucho, y comienza a disfrutar la vida eterna desde hoy.
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Reflexiones
Spiritual»Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;...