Charla.

4 0 0
                                    


Empecé a andar por la habitación, me sentía aislado, desesperado, como si cada extremidad estuviera entumecida, las toqué para ver si era una especie de calambre o estaba a punto de darme un infarto.

Annie me miraba como si no comprendiera porque hacía lo que hacía y lo sucedido anteriormente jamás hubiera pasado, ¿era acaso yo el que estaba loco?, ella se sentó como indio, juntó sus manos en el hueco entre sus piernas y las miró, luego me miró a mí.

-Podemos hablar hasta que te quedes dormido, tal vez eso ayude. –Dijo y me miraba con inocencia, me ofreció su mano, cálida y delicada, levanté la mía, pero dudé por un segundo y la recogí, agachó la cabeza como si mi acción la hubiera abofeteado, pero no movió la mano extendida ni un segundo, así que la tomé y me senté frente a ella, imitándola, después de todo ¿qué más podía hacer?, el reloj en la mesa de noche señalaba la una de la mañana, ¿cómo se había pasado tan rápido el tiempo?

-Estoy asustado, Annie, ¿qué estoy haciendo mal? –Me miró confundida pero compasiva, me invitó a acostarme en sus piernas con un ademan, lo hice, podía ver su mentón desde el punto donde me encontraba, era tan precioso como cada parte de ella.

-Todo estará bien pequeño... -Comenzó mientras me acariciaba lentamente el cabello. –A veces tenemos malos días, a veces no sabemos porque estamos tristes, pero lo estamos, mañana será un nuevo día y podrás hacerlo bien esta vez, eres fuerte, eres maravilloso aun con tu cabello despeinado y tus ganas de romperle la madre a la vida. –Las lágrimas ya habían inundado mis ojos, ella continuó. –Cada día que pasa nos volvemos más viejos, perdimos otras 24 horas de vida por lo que debemos actuar con prudencia y siempre tratando de hacer el bien, ¿no lo crees? –traté de asentir, pero estaba tan perdido en la sensación que produce el llanto desesperado que solo hice un débil movimiento para señalar que estaba en lo cierto. –Eres bueno, lo veo en tus ojos, no te preocupes, nunca estarás solo, nunca voy a dejarte, no iré a ningún lado, aunque me lo pidas. –En esa última parte no estaba seguro de si se trataba de una promesa o una amenaza, pero de alguna forma me reconfortaba.

- ¿Es una promesa o una amenaza? –No sabía porque lo había exteriorizado preguntándolo en voz alta.

Ella rio sin ganas y recuperé la esperanza por un segundo, tal vez dormir a la 1:00 am no era tan malo como no dormir, ¿no?, me miró y sonrió con amargura.

-Temo decirte que vamos a estar atados por lo que te resta de vida al menos.

No dije nada, solo miré al techo en señal de conformismo, sabía que no era su culpa, las noches que yo podía dormir era cuando más desmejorada se veía ella, esto nos estaba haciendo daño a ambos y debíamos estar juntos, al menos creo que estamos del mismo lado.

- ¿Puedo preguntarte algo? –Dije y me levanté para acomodarme a manera de quedar hincado en la cama frente a ella, no sé inmutó ni por un segundo.

-Dispara. –Respondió antes de que pudiera decir otra cosa, estaba seria, honestamente sus expresiones faciales cambiaban tanto y tan rápido que no podía saber en ningún momento lo que tenía en mente.

- ¿Crees que en algún momento quieras irte y me abandones? –Sonaba como un chiquillo de 5 años, era tan patético y lo sé, pero lo que no sabía era a que debía atenerme, en medio de la soledad Annie era lo único que me quedaba.

-Ya te dije que, aunque quisieras o lo quiera yo, no puedo irme. –Dijo como dando por finalizada la conversación el asunto estaba en que yo no quería parar ahí.

-Necesito que me des más o al menos me des un porqué a todo esto... -Comencé a desesperarme. –En serio lo necesito. –Supliqué. –Yo sé que tal vez estoy pidiendo mucho y lo entiendo y lo siento es solo que esto está acabando conmigo y tú en medio de todo este caos pareces tener completamente las respuestas a todo, y respondes a todo en calma y centrada, necesito eso. –No estaba consciente de que estaba jalando mi cabello hasta que empecé a sentir dolor en todo el cuero cabelludo, lo solté, no quería que ella también pensara que me faltaba un tornillo, necesitaba que al menos alguien creyera en mi cordura, aunque fuera por un momento.

Buenas noches, otras... no tanto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora