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Conway y Volkov caminaban hablando amenamente hacia la cafetería de la comisaría, saludando en ocasiones a compañeros del CNP con los que se cruzaban.

—¿Qué se le antoja a usted superintendente? 

—Un café muy cargado, me espera mucho papeleo —contó. 

—Con todo respeto, déjeme decirle que no es sano quedarse tantas horas en la oficina. 

—Como digas Volkov —respondió rodando sus ojos, queriendo evitar ese tema. 

Ambos hombres entraron a la cafetería, la cual quizás era la habitación más pequeña del lugar, y miraron con confusión a los dos hombres que estaban allí. 

Dan y Fred, el dúo caótico y, extrañamente, exitoso. 

—¿Qué hacen ustedes aquí? Ya casi es media noche —habló el más alto de todos, cruzándose de brazos en espera de una respuesta. 

—¿Les comió la lengua el gato? —preguntó ahora Conway ante la actitud sospechosa de los chicos. 

Los dos hombres tenían los pasamontañas levantados a la altura de su nariz, con las mejillas hinchadas, los labios fuertemente apretados y los ojos llorosos, con ambas manos detrás de sus espaldas. 

—Dan, Fred... —insistió Volkov— ¿Qué está sucediendo? 

Como ninguno respondió el ruso, levemente cansado, se acercó hacia los hombres tras el mostrador desde el lado derecho, donde el más alto de los dos subinspectores le miraba con pánico. 

Pero, a menos de medio metro de distancia, Dan tosió, bañándolo de un polvo amarronado. 

—¡¿Qué cojones?! —cuestionó alarmado alejándose, tratando a su vez de limpiar la impecable camisa roja que, secretamente, amaba como le quedaba. 

Fred, como era de esperarse, comenzó a reír escandalosamente, ahogándose con el mismo polvo que su compañero y tosiéndolo sobre la barra celeste.
Ambos, en sus manos, tenían una cuchara. 

—¡Capullos! —gritó el superintendente sacando su fiel porra, dispuesto a golpearlos— ¿Cuántos años tienen? 

—Yo 23, y Fred 24 —respondió inocentemente, ganándose un golpe sobre su hombro. 

—¿Esto es cocoa? —preguntó lo obvio Volkov, habiendo asumido ya el triste destino de su camisa. 

Los dos hombres asintieron, Dan sobándose el hombro con dolor. 

—Está buenísima, ¿usted quiere superintendente? —ofreció el de ojos azules extendiéndole su propia cuchara y el paquete de la misma. 

—No, a diferencia de ustedes tengo algo llamado madurez. 

—Oh, cierto, usted es un abuelo que seguro se ahoga —retó, obteniendo a cambio una mirada desafiante del hombre. 

—Dame eso, anormal. 

Conway se llevó una gran cucharada del polvo a su boca, manteniéndola ahí por algunos segundos y luego comenzó a toser con fuerza. Apenas se recompuso, comenzó a reír, siendo acompañado por Fred y las miradas incrédulas de los otros dos. 

—¿Usted quiere comisario Volkov? 

—Нет —negó en ruso con una pequeña sonrisa. 






Like a Kid | IntendenteplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora