capítulo 1.

16 2 0
                                    


Habían pasado dos meses del accidente. Yannick parecía estar bien, aunque sólo recordara a Lex. Estaba feliz como de costumbre, pero normalmente se veía la confusión en su rostro, y como empezaba a darle vueltas a la cabeza.

Lex se encontraba en el porche de casa, pero no estaba seguro de poder salir. Es cierto que su hermano mayor Arya había vuelto de estudiar veterinaria en la ciudad para cuidar a Yan, pero sentía que no podía irse de casa aunque fuera un fin de semana. Y menos después de presenciar el accidente.

Hizo un esfuerzo y cruzó el umbral de la puerta, sabía que el tren estaba por salir y no quería llegar tarde. Bajó los dos escalones del porche y empezó a caminar por el campo hacia la carretera, pero a medio camino se dio la vuelta.

Vivían en una granja del siglo XIX en las afueras de Natters, Austria; y era la única casa a kilómetros de la ciudad. Para ellos era el lugar más bonito del mundo, y en su familia, los límites eran muy simples: iban del lago hasta la ladera, y de la carretera comarcal hasta la vía del tren. Y en medio de esas 137 hectáreas, su casa. Su hogar. Se habían criado aislados, inconscientes, pero felices. Y nada hacía sospechar que aquel viaje cambiaría su vida para siempre.

Los cinco hermanos se habían criado allí y dos se habían ido, quedaban tres. No podía evitar sentirse culpable por irse unos días, era como si los abandonara él también.

El prado estaba vacío y creo que así era más fácil, porque normalmente Yannick corría tras los animales para abrazarlos o daba mimos a las vacas porque las veía tristes, o se tiraba por el campo a hacer la siesta.

Reanudó el paso hasta llegar a la carretera, y andó kilómetro y medio antes de llegar a la estación. Estaba desierta, no eran un pueblo que recibía muchas visitas, ni habían muchos viajeros. Decidió no sentarse en los bancos de acero que había para esperar y vio como la luz del frente del tren se hacía visible en el horizonte, haciendo que su rostro se adornara con una sonrisa al imaginar los planes que vendrían. Lex pensó que aquella era la espera más interminable de su vida, viendo como se acercaba el tren y dejaba atrás las pequeñas nubes de humo que acababan fundiéndose en el ameno cielo azul. Le dio tiempo de repasar su vestimenta, para comprobar que no había ninguna contrariedad ni contratiempo.

Bajó su mirada y alisó suavemente la sudadera amarilla crema que llevaba, la cual había robado del armario de Yannick, ya que él le había robado su camiseta azul. Bajo esta, había una camiseta negra simple, donde había "Open the windows" escrito en gris en el cuello, aunque no era muy visible. Y para finalizar unos vaqueros negros y una pequeña trenza rubia en el lado izquierdo de su cabeza, la cual desde pequeño se había convertido en su distinción.

Finalmente cuando llegó, se subió al tren tan vacío como la estación y se sentó en uno de los compartimentos, dejó su pequeña bolsa a su lado y se dedicó a contemplar el precioso paisaje que el atardecer proporcionaba al posarse encima de los verdes campos y las montañas de Austria.

Dos horas después el tren paró en Salzburgo, y se bajó de él. Lo primero que le sorprendió fue la cantidad de niebla que había, parecía que una inversión atmosférica hubiera aspirado toda la niebla de Austria y la hubiera trasplantado en la estación de la gran ciudad. Aquella sí que estaba relativamente llena, lo cual le agobió un poco porque no estaba acostumbrado a las multitudes, aunque en casa fueran 7.

Fue entonces cuando desenfundó su móvil del bolsillo y activó la ubicación que le había mandado el contrario, empezando a caminar con ilusión hacia el punto de encuentro.

Kier por una vez poco tardó en prepararse, vestirse con unos vaqueros y una camiseta un poco larga, además de la chaqueta de cuero de siempre. Se puso sus vans, se echó perfume y se peinó los rizos con las manos antes de salir de casa corriendo hacia el lugar que le había mandado.

Lex al llegar se fijó en que en el local que había frente a él había una cola de muchísima gente, lo que le hizo decaer un poco. Pero eso cambió cuando vio al chico que esperaba caminar por la acera hacia él, por lo que caminó hacia él y sonrió ampliamente.

— ¡Kier!

Cuando Kier le vió aceleró el paso, haciendo un movimiento con la mano para saludarle. Al llegar frente a él le guiñó un ojo y tiró de una de las cuerdecitas de la capucha ajena.

—Hola, Flash. ¿Qué tal el viaje? Vas muy guapo, eh. Esta noche arrasas.

Fue entonces cuando el menor recordó que al iniciar su primera conversación, había respondido demasiado deprisa y se le había quedado ese mote. El rubio soltó una pequeña risa y negó con la cabeza, ante el comentario del mayor.

—No es para tanto comparado contigo, tú sí que vas guapo.

—Vaya, muchas gracias.— Respondió el castaño, guardándose las manos en los bolsillos y sacando un paquete de tabaco de ellos.

—¿Fumas? Había pensado en echarnos un piti antes de entrar. Mientras esperamos en la cola.

—Oh, no he fumado nunca... Aunque si he de probar cosas nuevas, que sea contigo y esta noche.— Dijo el menor, con una sonrisa en sus labios que adornaban sus palabras de forma algo tierna. Después de ponerse ambos a la cola le cogió el cigarro y le dio una pequeña calada, soltando el aire mientras tosía repetidas veces.

Kier, al ver la reacción del granjero, le quitó el cigarro para darle una calada y expulsar el humo hacia un lado.

—No sé si ha sido muy buena idea empezar con el cigarro. Te sabe muy mal, ¿verdad?

—Es muy amargo...— murmuró el contrario, aún con la mueca en sus labios.

—Sí, sabe un poco a mierda, no te lo voy a negar. Aunque los mentolados son otra cosa, pero para empezar es infinitamente mejor una cachimba. Si quieres pedimos una cuando nos cansemos de bailar.

—No sé qué es eso, ¡pero acepto!— Respondió el de rojo, con una gran sonrisa en sus labios como de costumbre. Resultaba que no tenía muchas experiencias de fiestas ni sobre cosas de la ciudad, debido al lugar en el que vivían. Por ese mismo motivo aquella pequeña escapada significaba tanto para él, y le emocionaba tanto. Y eso que ni había iniciado la noche.

—Es una forma distinta de fumar. Sabe diez mil veces mejor y el humo te permite hacer aros. Cosa que es siempre bastante divertido.— La cola avanzó un poco más y Kier le dio otra calada más a su cigarro, dejando caer luego de forma suave las cenizas al suelo.

—Entonces acepto, esta noche promete.— Mientras avanzabamos rocé su mano y acabamos cogiéndonos de la mano, entrelazando nuestros dedos al estar a punto de entrar.

El del cabello rizado se relamió los labios al sentir el roce de su mano, terminando por mordérselo con algo de nerviosismo.

—No te separes al entrar, eh, no quiero perderte esta noche entre la multitud.— Declaró él, pasando al interior de la discoteca pero no sin antes dejar la colilla en la papelera de la entrada. Avanzó entre la multitud, sin soltarle, llegando finalmente a la barra.

Lex estaba totalmente encantado con el ritmo de la música y todas las luces que se movían por todas partes, todo era nuevo para él y parecía fascinado, mirando a su alrededor detenidamente mientras era tirado de Kier. Éste llegó a la barra y pidió dos mojitos, algo suave para empezar la noche y le dio uno a Lex.

—Para ti. A ver si te gusta.

El iniciado en aquel mundo aceptó el vaso y le dio un pequeño sorbo a la pajita negra y levantó las cejas, sorprendido.

—Está muy bueno, sabe a menta. — Comentó alegre dándote otro sorbo a su copa, a la vez que observaba las pequeñas hojas que flotaban en su bebida.

—¿Qué pensabas que te iba a dar, colonia?— Dejó escapar una pequeña risa y le dio un largo sorbo a la pajita, apoyándose en la barra del pub y soltando un suspiro.

—¿Te animas a bailar o te da corte con tanta gente?

—Me jugaré la vida entrando en esa pista para bailar contigo.— Dijo riendo mientras le daba otro sorbo a su bebida, antes de dejarla sobre la barra, coger la mano del moreno y caminar hacia la pista.

Lex Astor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora