Bast está sentado frente a una mesa con un vaso de licor de mora en la mano. Está observando atentamente cómo Kvothe limpia la barra rápidamente y con pulcritud, sin dañar la madera. Cuando termina, comienza a apilar sillas y taburetes varios.
Bast no quiere, pero no puede evitar fijarse en su mirada, de un verde insulso, antaño valerosa y mordaz: parece tan muerta como los objetos que Kvothe sostiene. Su cabello, antes como el fuego, está mate y sin vida. Incluso su piel parece secarse.
Y Bast no puede soportar eso. Porque Kvothe, su Kvothe, es inteligente y descarado y bello, y la música corre por sus venas. Kvothe es vida, y ahora la vida está muriendo, atrapada en una existencia tan gris como el mismísimo Ceniza, y eso lo enferma. La persona más especial que existe sobre la faz de la tierra está apagándose lentamente ante sus ojos, y él no puede hacer nada.
Bast baja la mirada hacia su vaso, para que su mentor no pueda ver las lágrimas que asoman en sus ojos azules, y entonces lo oye acercarse.
—Bast... —Su maestro le coge delicadamente la barbilla, y parece enfadarse cuando ve las lágrimas rodar por sus mejillas.
—Reshi —dice Bast, alzando desafiante su llorosa cara.
—Bast, todo está bien —dice Kvothe dulcemente—. Ya lo sabes.
Bast convierte sus labios en una fina línea y sacude la cabeza.
—Vamos —dice. Sin esperar respuesta se dirije a las escaleras que conducen al piso de arriba de la posada.
Kvothe pone los ojos en blanco.
—Deja de ser tan crío, por Thelu. Así no vas a arreglar nada.
—Que vengas. —Los ojos de Bast no parecen ya tan humanos, ahora tienen un transfondo más animal—. Ya.
Kvothe esboza una sonrisa cansada y lo sigue escaleras arriba.
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En la habitación de Bast, dos hombres se besan quedamente. Sus labios se juntan una y otra vez, despertando el fuego que ambos llevan dentro. Mientras lo hacen, se miran a los ojos, un brillante azul con un vibrante verde hoja.
Las manos de Bast se deslizan por el cabello de fuego de su compañero. No puede evitar recorrer con sus labios el cuello de Kvothe, que gime en respuesta y desliza sus manos dentro de la camisa negra del fata. Sonríe y vuelve a besar sus labios. Cuando Kvothe le muerde el labio inferior suavemente, al tiempo que sigue acariciando la suave piel dentro de su camisa, Bast pierde el control y se separa de él para quitarse rápidamente la ropa.
Kvothe lo observa y se ríe entre dientes.
—Y luego dirás que lo haces por mi, Bast.
—Sabes que es verdad, Reshi. —Bast, ya completamente desnudo, está luchando con los cordones del pantalón de Kvothe, y lo observa: el cabello le brilla, los ojos bailan con su risa, tiene las mejillas y los labios sonrosados—. Y haz el favor de mirarte. Con ésto vuelves a la vida, claro que arreglo algo.
—Ambos sabemos quién se lo pasa mejor de los dos aquí —responde Kvothe ignorando lo último que dijo, mientras lo detiene para ponerse encima de él.
Entonces, mira maliciosamente a Bast y se introduce entero el miembro erecto del fata en la boca.
—Ah... Reshi... —gime Bast, sorprendido.
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Horas después, Bast está dormido, con el cuerpo desnudo enredado en el de Kvothe. El pelirrojo sale de la cama cuidadosamente y se pone la ropa, diseminada por toda la habitación.
Va a abrir la puerta, pero antes echa una mirada atrás y suspira. Se acerca a la cama y acaricia el pelo de su alumno.
—Eres tan dulce, Bast —susurra—. Crees que puedes recuperarme. Pero no es así, no hay forma de arreglarme, y en el fondo debes de saberlo.
Deposita un suave beso en su sien y se va.
Cuando la puerta se cierra, Bast abre los ojos, y llora.
Sabe que nunca cambiará nada.
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Pasada la media noche. Yaoi.
FanficKingkiller cronicle. Bast odia ver cómo su maestro se va apagando poco a poco. Por eso, hace lo posible y lo imposible para llevarlo a su cama cuando ya no hay nadie despierto, pasada la media noche. Es entonces el único momento del día en el que e...