CAPÍTULO 7

174 11 1
                                    

Katherine no se movió. Por un segundo creyó que no podría respirar y luego dejó escapar un suspiro, aliviada.

_ No lo haré. _ murmuró, como si esas ocho palabras de Ian le hubieran devuelto de un tirón todas las esperanzas _ Confío en ti.

_ ¿Estás consciente de lo que esta decisión significa? _ preguntó él.

_ Solo quiero que vuelva a ser feliz. _ respondió Kathy, como si aquella fuera la única justificación posible para dejar a su hermana en sus manos _ Quiero que supere todo esto.

_ Katherine, entiende que no puedo garantizarte su felicidad.

_ Entonces quiero que esté viva. Me conformo con que esté viva._ un par de lágrimas traicioneras le rodaron por las mejillas antes de que se las limpiara con la manga de la blusa.

Ian asintió con la cabeza, sintiendo con cada movimiento el aliento tórrido de Lía sobre su garganta.

_ ¿Y has pensado en lo que significa para mí?

Kathy apretó las mandíbulas y frunció el ceño, pero no desvió los ojos de la carretera mientras se dirigía al extremo menos habitado de la isla. Sí, lo sabía, y no, no le importaba. Ian era fuerte y desapegado, podía hacer cualquier cosa, sufrir cualquier cosa, superar cualquier cosa.

_ Sé que estoy coartando tu libertad. _ le dijo por fin _ Sé que no te gusta tener responsabilidad sobre otras personas o que dependan de ti, sé... sé que las mujeres no duermen en tu casa.

Por un segundo Ian se preguntó si eso había llegado a molestar a Katherine, pero los dos sabían que no. Nunca habían sido más que un instrumento de desahogo sexual el uno para el otro, y esa era la razón por la que conservaban aún una amistad tan estrecha.

_ Sabes que esto no tiene nada que ver con quién duerme o no en mi casa. Tiene que ver con que no soy médico, ni terapeuta, y tampoco soy nada suyo, soy un completo extraño y eso... no estoy seguro de qué tanto pueda conseguir un extraño de una mujer tan sensible como ella.

_ ¿La convertirás en tu amante? _ preguntó Katherine de repente.

_ ¡No, por Dios, eso no es lo que quise decir, es tu hermana! ¡Soy un mujeriego pero algo de ética me queda todavía! _ le gruñó Ian _ ¡Además puedo asegurarte que en lo que menos está pensando Lía ahora mismo es en el sexo!

Se hizo un silencio incómodo hasta que la Navigator dio un giro a la derecha en un recodo de la carretera, y recorrió los setecientos metros de empedrado que terminaban en el portón de la casa. Mil ochocientas hectáreas que se extendían desde una larga franja de mar y que abarcaban un espacio considerable de la selva. Era su mayor refugio, suyo y de cualquiera de sus hermanos cuando se decidían a abandonar por algunos días el estrés de la civilización.

_ Mmmm _ Lía acarició un gemido somnoliento y volvió a estrecharse contra él.

Tenía las rodillas a la altura del pecho y parecía una pequeña madeja sentada sobre sus piernas. En ese instante justo cayó en cuenta de que se la había llevado tan cual estaba: descalza y en camisón de dormir, un camisón fino con el decoro justo para mantener la imaginación activa. Sin embargo a ella nada de eso parecía molestarla, porque realmente era consciente de muy poco de lo que pasaba a su alrededor, incluyendo de sí misma.

Ian presionó un botón en la camioneta y el portón eléctrico se abrió con un chillido estridente. Dieron una vuelta más en el camino y se detuvieron a pocos metros de la casa. Dieciséis habitaciones y un aura de mansión patriarcal la elevaban a la categoría de obra de arte.

A lo lejos, Ian escuchó el aullido de Sombra, y supo que en pocos minutos sus siete lobos rodearían el auto y los acompañarían hasta la residencia. Un trozo de selva, un trozo de mar y sus lobos. Aquel era su lugar en el mundo, y si el destino quería, muy pronto se convertiría también en el hogar temporal de Lía.

_ Cuando lleguemos quiero que le hables directamente. _ le dijo a Kathy _ Es probable que no te preste atención, pero igual hazlo; que no parezca que te escuche no significa que no lo haga. Dile que somos amigos, que no podrás verla por un tiempo y que se quedará a vivir conmigo, pero nada más. _ de cualquier manera dudaba que ella preguntara al respecto. _ Escúchame bien, Katherine: si en unos minutos Lía decide que no quiere quedarse, habrás conseguido al menos una reacción por su parte. Si se queda, entonces intentaré darle lo que necesita, pero al cabo de dos meses te la llevarás de aquí, esté como esté. ¿De acuerdo?

Katherine tomó una larga bocanada de aire que no consiguió llenar su pecho en medio del dolor que sentía, pero ya no podía echarse atrás.

_ De acuerdo. _ accedió bajándose del auto.

Ian oyó a Sombra, Rama y Fao deslizarse con inusitada velocidad entre la maleza, ya estaba acostumbrado a su paso silencioso. Los machos habían salido de caza, pero tenían aquel instinto que los hacía regresar a paso reforzado cuando el amo llegaba.

Bajó del auto junto a la glorieta que adornaba el pórtico y le dio a Lía una pequeña sacudida para despertarla. La muchacha abrió los ojos sin mucho ánimo antes de ser depositada en el suelo de baldosas, con la espalda recostada al muro de la fuente, pero su expresión no sufrió ni el más ligero cambio. Era una preciosa máscara de porcelana que no se inmutaba ante nada.

_ Lía, nena, _ le susurró su hermana con voz estrangulada, acuclillándose a su lado _ voy a dejarte con un buen amigo mío. Es probable que no nos veamos en algún tiempo, pero él cuidará de ti. Te quiero.

Luego se levantó y se metió en la camioneta con gesto nervioso. No sabía lo que estaba haciendo, pero debía confiar en él. Debía confiar.

"Ahora tiene que lograr lo mismo con Lía." Pensó.

Lía durmiendo con LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora