La cueva de sus ojos

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Él, con esa cascada negra como el carbón, que cae sobre su frente, sus ojos, oscuras cuevas, llenas de sentimientos, su profunda mirada, con la que ve todos y cada uno de los rincones de tu alma, tus sentimientos, tu todo. Esas perlas blancas talladas que se esconden tras sus carnosos labios, de los cuales, rara vez se escapa la compleja melodía de su voz.

Ella, con su claro y desordenado pelo, salvaje e indomable, como ella misma, esos ojos color ámbar, espejos de su alma, reflejando todos sus sentimientos, dejando ver el dolor y sufrimiento guardado junto con esas lágrimas silenciosas. Deleitando al mundo con lo que aparenta ser, siempre habladora, y curiosa, siempre pareciendo una princesa.

Él, el tiburón, siempre en su cueva, oculto entre las sombras, siempre acechando, sigiloso en su hogar. Ella, la princesa, bailando para el mundo, con la danza compleja en la que oculta sus sentimientos, curiosa por saber todo.

Una nueva presa para él. Vio una sombra, una figura moverse y flotar, retorciéndose, expresando sentimientos, dejando ver su dolor. Salió de su cueva, para conseguir su nueva presa, pero cuanto mas se iba acercando más cambiaba de opinión, esa no era una presa cualquiera, fascinado por lo que veía, se acerco mas, comenzó a dar vueltas a su alrededor, asombrado por la ignorancia de ella. Entonces comprendió que por mucho que tratara él no podría dañar la, y preguntándose el por que, volvió a su cueva.

Estaba bailando, y sintió un nuevo espectador, ignorando quien fuera, comenzó a moverse más, expresando el mas agudo dolor que sentía, hasta que cayo en la cuenta de que él se había ido. Se dio media vuelta y le siguió, llegando a su cueva, todo era negro, todo era triste, todo le recordaba a su vida, a como los demás la miraban, a su oscuro interior. Todo le recordaba el pasado.

Él, asustado, se dio media vuelta y la miró, extrañado, nadie quería entrar a su cueva. Y, como nunca hacía, dejo salir su voz para preguntarle a aquella chica, que hacía allí.

Ella, asustada, decidió bailar, y expresarle todos sus sentimientos, cautivando los ojos de aquel ser.

Descubrieron que sus mundos eran el mismo, que el de la princesa, gris oscuro, y el del tiburón, negro claro, eran el mismo...

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