2.- Destino (parte 1)

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Nos encontramos entre un millón de posibilidades, siempre preguntándonos si eso ya estaba escrito.

 

C a m i l a

Sabía que tarde o temprano llegarían a ella y todos mis esfuerzos para protegerla serían en vano. Su destino estaba trazado. Lo sé por la manera en que me habló el último día de mi vida: como si ya estuviera muerta.

Karla. Mi hermana.

Había estado sola toda mi vida. Como mis padres murieron cuando todavía era muy joven, siempre me había resistido a entablar relaciones con otras personas. Mis abuelos me cuidaron porque sintieron que era su deber, pero nunca entraron realmente en mi corazón. Los amigos y conocidos sólo eran compañía. Los novios... En realidad, no me gustaban los hombres. Y novias... pues eran otra historia, eran más bien una búsqueda, una búsqueda nunca satisfecha por encontrar un lugar donde estar, algún lugar al cual pertenecer.

Después conocí a Karla Jauregui y ella me cambió la vida para siempre. Me cambió para siempre. Me enseñó qué se siente preocuparse por alguien más que por una misma; me enseñó que se siente tener una familia.

 Me llevó al mundo secreto detrás de éste, al terrible, hermoso y peligroso mundo donde las cosas que vemos de reojo, las cosas que tenemos están acechando en las sombras, viviendo y prosperando. Donde las huellas de los depredadores de hace tiempo son más que recuerdos: ahí cobran vida.

Gracias a ella me convertí en una cazadora. Me convertí en la persona que estaba destinada a ser desde siempre

Acababa de empezar la universidad en mi tierra natal de Christchurch, nueva Zelanda. Medicina. No sentía gran pasión, simplemente entré porque podía, porque no sabía qué otra cosa hacer y porque parecía una buena manera de conseguirme la  vida que siempre había querido. Karla estaba ahí para seguir con la tradición familiar, pues tanto su padre como su tío era médicos. Prono llegué a conocer otras tradiciones de su familia, la mayoría de las cuales implicaba peligro y  muerte en varios niveles.

Ella era huérfana. Mataron a sus padres cuando era una adolescente. Se habían peleado con sus familiares en Escocia y se habían mudad a Nueva Zelanda cuando Karla era una bebé. Después de su muerte, Karla se quedó sola, y se terminó quedando con unos parientes, como yo.

La primera vez que la vi fue en una noche helada de invierno. Estaba parada en una calle cerca de la universidad, hablando sola. Yo regresaba del cuarto de alguien, no recuerdo su nombre, había varias chicas en mi vida en esos momentos. Pensé que seguramente estaba borracha, parada en el frío, hablando sola. No soy una buena samaritana, pero no quería que nadie se quedara ahí tumbado y terminara con hipotermia, así que camine hacía ella.

Nunca olvidaré la primera vez que vi su cara; juro que sus ojos eran la cosa más salvaje que había visto en mi vida. Verdes. De un verde brillante casi sobrenatural, con una mirada que hubiera dejado inmóvil a cualquiera —a cualquiera o cualquier cosa—. Parecía que estaba en una conversación, como si estuviera discutiendo algo crucial, con una cara tensa, como un puño. Movía las manos en el aire, trazando símbolos invisibles con los dedos.

En retrospectiva, debí saber por sus ojos lo peligrosa que era, y que esa noche corría el riesgo de terminar bajo un arbusto con el cuello roto. Fue la primera de muchas veces en las que Karla y el peligro irían de la mano.

Cuando me vio, inmediatamente dejó de hablar y cambió su expresión seria por una sonrisa. Había elegido el gesto de "aquí no hay nada que ver" en lugar de romperme el cuello.

—Es una noche agradable —dijo.

—¿Estás bien?

—Sí, solo estoy dando un paseo.

Sueños Secretos || Camren Adaptación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora