Capítulo 8. "Guardar secretos es la especialidad de la familia..."

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“Guardar secretos es la especialidad de la familia, y probablemente el lazo que los une”.

Después de haberse marchado de aquella sala, la pareja no podía esperar para abandonar el edifico, al hacerlo ambas se dirigieron al coche de la mexicana, se adentraron y en total silencio la morena arrancó el auto. María José solo podía mirarla de reojo mientras su preocupación crecía por la paz mental que evidentemente ya no existía en su mujer, por su parte, Paulina no dejaba de pensar en las palabras y en las intenciones del catalán, se preguntaba como él era capaz de seguir con las mentiras sobre sus sentimientos mientras tenía el cinismo reflejado en la mirada, ¿cómo alguien qué dice quererte te arrebata algo tan preciado?. Sus necios pensamientos fueron interrumpidos por la voz de su mujer.

-Pau, buscaremos otra opción, de verdad.-la rubia volteó hacia ella-Hay que seguir intentándolo.

-Él fue claro María José, la cantidad que nos dió es lo que quiere-Pausó para mirarle y luego devolver su atención al camino-Y lo que voy a conseguir cueste lo que cueste.

-Eso es demasiado dinero...-Negó la rubia, apoyaba a su mujer pero ésta se empeñaba en surrealismos absurdos- Debe de haber otra manera, algo más que él quiera.

-¡Qué no!, puede que sea un imbécil pero lo conozco bien- María José apretó la mandíbula enojada, su esposa le confirmaba que había pasado suficiente tiempo con él como para conocerle las mañas al tipo ese.- Solo necesito tiempo para juntar ese dinero.

-Escúchate joder, no vamos a conseguir esa cantidad de la noche a la mañana y lo sabes.-María José intentaba una vez más hacer entrar en razón a su mujer, pero era inútil, pareciera que estaba hablando con la pared.

-Si no resuelvo esto, no sirvo para nada.-Susurró para sí misma la morena y la española rodó los ojos al escucharla.

-Quien hace lo que puede no está obligado a más. Punto. Sabes perfectamente que tú has hecho todo lo que estaba en tus manos.-La española odiaba que Paulina se menospreciara para presionarse de esa manera.

-¡Ya por favor contigo!-Alzó la voz Paulina, se arrepintió al instante. Su malhumor estaba pudiendo más que ella. La rubia creyó que era mejor dejar por la paz ese tema.

-¿A dónde vamos?- María José miró para todos lados intentando reconocer el camino pero las calles de México no eran su fuerte.

-Vamos a ver a Elena.-La morena avisó.

-¿No prefieres ir a ver a tu hermana mañana?- sugirió la española a lo que la morena negó- y ahora ir a casa, descansar un poco, bañarte...¿no?.

-Necesito ver a mis hermanos.-con la mano libre trató de tomar la de su mujer pero la rubia la apartó de inmediato al igual que su mirada, rápidamente se removió para quedar  sobre su costado mientras veía el paisaje ignorando a la morena, Paulina suspiró pesadamente, no culpaba a la rubia por su actitud, ambas estaban pasando por un día difícil.

El trayecto volvió al silencio inicial, Paulina estaba desesperada porque sabía que su mujer tenía razón, estaba engañándose con falsas esperanzas ya que ni vendiendo el cabaret y su parte de la florería podría juntar ese dinero, era casi el doble de lo que los chiquis les habían propuesto para recuperar el lugar cuando su madre vendió la florería. Unos cuantos minutos más bastaron para entrar a la colonia más exclusiva de todo México, al llegar a su destino aparcaron frente a la residencia de la Mora, ambas bajaron del coche y dos golpes en la puerta principal bastaron para que ésta se abriera.

-¿Paulina?-Elena hacia un ademán abriéndole paso, la morena entró seguida de la rubia, en cuanto se cerró la puerta detrás de ella la ojiverde no dudó en abrazarla- ¡te extrañamos!-Al separase saludó de beso a la rubia para después elogiarla-Te ves muy guapa María José.

Flor de dos aromas - Majolina  (Editada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora