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Éramos sólo unos simples niños cuando nos conocimos

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Éramos sólo unos simples niños cuando nos conocimos.

Yo creía que él en verdad era extraño.

Siempre estaba solo, y le molestaba que alguien se le acercara, coloreaba dibujos abstractos toda la clase, y lo hacía muy bien. No le gustaba recortar por alguna extraña razón, y le gustaba escribir, leía mucho, no tenía amigos, a pesar de que todos ahí lo éramos. La maestra nos pedía que no lo molestáramos o tendríamos un reporte.

Crecimos un poco, seguíamos coincidiendo. Seríamos compañeros de nuevo.

Pero esa vez todo sería más difícil, cuando los niños crecen se vuelven un poco malos. Y él al parecer no creció.

Algunos chicos se acercaban a él en los descansos y le decían cosas feas, las niñas se reían con ellos y acompañaban sus burlas con asentimientos. Al parecer todos tenían un motivo para reírse de él. Un motivo que yo no encontraba gracioso.

Pasó más tiempo. Ambos crecimos. Pero él parecía no darse cuenta de ello.

Ahora los niños que lo molestaban también crecieron y se hicieron más fuertes, las niñas que los acompañaban aprendieron a maquillarse para verse bonitas, yo seguía observando todo desde lejos, y sin embargo él seguía ahí, sentándose solo y sin amigos, leyendo o escribiendo.

Aprendió a quedarse callado cuando alguno de los chicos se acercaba a insultarlo, aprendió a ignorar las risas, aprendió a fingir que nada malo pasaba a su alrededor y verse imperturbable.

Pero un día, creo que en verdad lo molestaron.

Era la primera hora y él había llegado temprano como siempre, para sentarse en el mismo lugar de siempre, a escribir en el mismo cuaderno de siempre, como siempre lo hacía.

Había una chica, era hermosa, recuerdo su nombre pero no quiero mencionarlo porque me duele. Ella se acercó a él, y le arrebató su cuaderno, él la miró muy asustado, jamás había visto tanto miedo en una mirada. La chica rió junto a sus amigos y amigas, estaban leyendo en voz alta lo que había escrito, él ya estaba llorando, estaba aterrado. Salió corriendo, huyó de sus agresores, como la presa fácil e indefensa que ha sido toda su vida.

Lo seguí sin que nadie se diera cuenta. Nadie se daba cuenta de mi, pero no quería que lo hicieran esa vez que entré al cubículo en el que fue a esconderse.

Tenía sus manos sobre su boca intentando apresar sus sollozos fuertes, lloraba mucho y se aterró al verme. Me suplicó que me fuera, como si yo fuese el causante de sus más grandes pesadillas.

"JiMin..." me arrodillé a su lado con lentitud, él dejó de rogar que me fuera, me miró temeroso. "No vengo a molestarte..."

Su cuerpo entero estaba temblando y sus ojos eran bonitos, pero lo eran más sin lágrimas. No podía comprender el porqué de tanto miedo, pero podía hacerme una idea.

"Taehyung" él murmuró mi nombre, y yo no podía creerlo. Jamás imaginé que supiera mi nombre, a pesar de tener gran parte de nuestras vidas juntos y separados al mismo tiempo. Asentí. "Taehyung..." daba la impresión de que mi nombre era lo único que sus labios temblorosos podían pronunciar.

Y me dolió algo en el pecho, nadie había pronunciado mi nombre con tanto dolor en su vida.

Mi nombre fue lo único que repitió durante el tiempo en el que estuve encerrado con él. Descubrí que era de muy pocas palabras.

Me atreví a abrazarlo aunque al principio se mostró reacio, con miedo a que intentara lastimarlo, pero al ver que no era mi intención, él inmediatamente me correspondió el abrazo, pegó su cabeza a mi pecho, como si hubiese sido algo que toda su vida haya estado esperando.

Ese día nos conocimos oficialmente, me quedé con él el resto de las clases. En realidad él no quiso alejarse, ya no lo hizo.

No lo haría nunca más.

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Latidos ⱽᴹⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora