THE OCEAN'S ROAR ━━ h. granger

prologue

❛ esa noche ❜

OCHO AÑOS ANTES

GRITOS es lo que despertó a Aliyah Thayer aquella catastrófica noche.

Arrancando el edredón y las sábanas que cubrían su cuerpo, saltó de la cama, cogiendo su varita mientras salía inmediatamente de su habitación. Dio un giro brusco hacia las escaleras, bajándolas rápidamente a través de la mansión Thayer, seguida de cerca por su fiel criada -una muggle- Yennefer, que había salido al oír los gritos.

Aliyah se detuvo frente a la habitación de su hijo mediano Percy, el lugar de donde provenían los gritos. Intentaba por todos los medios abrir la puerta, pero era inútil, así que retrocedió rápidamente y apuntó con su varita al pomo de la puerta para desbloquearla. Cuando la puerta se abrió de golpe, un grito ahogado salió de la boca de la mujer antes de lanzar rápidamente otro hechizo.

El lobo gigante que estaba en la habitación de su hijo se aferraba al hombro del chico con la mandíbula, antes de tener que soltarlo al ser lanzado con fuerza contra la pared por Aliyah. Levantó su varita, todavía apuntando al lobo mientras éste luchaba por ponerse en pie, dando a Yennefer el tiempo suficiente para agarrar a Percy y sacarlo a toda prisa de la habitación. Esto la dejó a ella en la habitación frente a la enorme bestia.

—¡Aléjate de mi hijo! —gritó Aliyah, con los ojos puestos en los dorados y la ira encendida en su interior.

Disparó otro hechizo contra el lobo, tratando de empujar a la bestia hacia la ventana abierta por la que supuso que había entrado. Tras un último, el lobo salió despedido de la habitación y de la ventana, haciendo que se estrellara contra el suelo. Con un aullido y poniéndose en pie a trompicones, el lobo parecía que iba a embestir, pero pareció pensar que no lo haría al darse la vuelta y salir corriendo hacia el bosque, con una pata coja.

Cuando se perdió de vista y Aliyah pensó que estaba a salvo, se dio la vuelta rápidamente y salió corriendo de la habitación. En el pasillo, Percy estaba apoyado contra la pared, gritando de dolor mientras Yennefer hacía lo posible por ayudarlo. Aliyah corrió rápidamente y se arrodilló junto a su hijo, comenzando a revisar las heridas de su cuerpo.

—Oh Dios, Percy —Aliyah jadeó, tomando la mano de su hijo mientras le subía la manga de la camisa.

Bajo la manga había una enorme marca de mordedura en su hombro, el lugar donde estaban las mandíbulas del lobo. La sangre se deslizaba por la herida y Aliyah levantó su varita y murmuró un hechizo, haciendo todo lo posible para al menos quitarle algo de dolor a su hijo. Percy jadeó y luego lanzó un grito de dolor cuando su madre comenzó a coser la herida con un hechizo, tratando de detener la hemorragia al menos.

—Mamá, ¿qué está pasando? —Una voz habló desde atrás, y rápidamente mirando detrás de ella, Aliyah vio a su hijo mayor, Cillian, que estaba tratando de asomarse por encima de ella para ver lo que estaba pasando—. ¿Qué... quién ha hecho esto mamá?

—¡Cillian necesito que te calmes! —afirmó Aliyah, levantándose del suelo y entrando en la vista de su hijo, tratando de apartarlo—. Necesito que vayas a cuidar de Wade y Scarlet. Percy está bien.

—Lo sé, pero Percy... —Cillian lo intentó, aunque se detuvo en seco al ver la mirada suplicante de su madre—. E-está bien, pero por favor, ¡asegúrate de que no le pasé nada y avísame si pasa algo!

—Por supuesto —Aliyah suspiró, viendo como Cillian se alejaba vacilante, alejando rápidamente a Scarlet que se había acercado, llevándola a ella y a él mismo a la habitación de Wade.

Aliyah dejó escapar un suspiro antes de volver a correr hacia Percy, que seguía gimiendo de dolor, Yennefer seguía junto a él mientras intentaba curar algunas de sus otras heridas. Su madre volvió a arrodillarse junto a él, susurrándole palabras tranquilizadoras mientras se aferraba a ella, dejando finalmente salir sus lágrimas por la caída de su conmoción por todo. Sus pensamientos volvieron a centrarse en el lobo -no, en el hombre lobo-, esperando por Dios que fuera capaz de superarlo todo.

Sabía muy bien las cosas que iban a venir con ese mordisco, y sólo esperaba que su hijo fuera capaz de soportar el dolor que venía con el.