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Luna oscura

No puedes entender, ni tampoco quiero que lo hagas

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No puedes entender, ni tampoco quiero que lo hagas.


        El único sonido que se podía
escuchar en aquel lugar lleno de paz, era la del agua callendo la cual parecía interminable a su vista, no había ningún otro sonido, los pájaros no entonaban las melodías que antes con frecuencia lo habían, el viento no silbaba como antes lo hacía y mucho menos estaba la voz de su querido. Todo estaba mal.

Hasta el cielo parecía estar triste y compartía sus dolencias junto con el.

Había tanta rabia e impotencia guardada en su pecho que creía que en cualquier momento explotaría dentro de si mismo, quería encontrar la razón, el motivo de tal suceso. Aun no lo podía creer.

No podía ser verdad.

Era muy irreal.

Acuno su cabeza en sus rodillas cerrando los ojos, tratando de olvidar todo aunque sea un minuto, pero al momento en el que su vista se tornaba oscura todos los sucesos volvían a flor de piel. No había otro sentimiento más que aquel que reinaba en él.

Ojalá fuera así de fácil.

Ojalá sea mentira.

Su cuerpo se sentía pesado y sin ánimos siquiera de caminar, sus párpados queriéndose pegar y pesándole más de lo normal y debido.
Cada músculo se esforzaba cada que inhalaba y exhalaba.

No había hecho nada en semanas, pero parecía haber entrenado durante horas sin descanso. Y ni hablar de su cansancio mental.
Su mente era un mar encolerizado que deseaba con todas sus fuerzas ahogar a un pequeño barco que luchaba por mantenerse en la superficie y no caer en lo más profundo.

El dolor en su garganta volvió a tomar papel, todos los días era la misma sensación.

El dolor y vacío en su pecho se puso de pie y volvió a posicionarse donde le correspondía, todos los días era la misma sensación.

La picazón en los ojos se hizo presente una vez más tornando lo rojo y mojando sus pestañas largas y negras, todos los días era la misma situación.

Perdió la cuenta de cuantas veces se había lamentado y las cuales había pedido una explicación. Y sobre todo las veces que pidió salir de esta ilusión.
Quería creer que todos los sucesos que habían ocurrido lo habían dañado en la cabeza y que todo esto era un invento de su perjudicada mente.

Su madre no le había contado nada y mucho menos explicado la razón de las atrocidades ocurridas.

No quería herirlo.

Pero la razón era que no podía estar más herido de lo que ya estaba. El lugar de su dolor no sangraba y mucho menos estaba roto. Pero dolía, dolía demasiado.
Tanto así que había ido al médico a ver que era lo que realmente lo atormentada.

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