Capítulo 3

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Seguí caminando hasta llegar a uno de los parques con juegos para niños. Me acerqué y caminé para sentarme en una banca sobre el pasto. Cuando los adultos salían de trabajar estos lugares se llenaban. Me senté y recargué la cabeza atrás. En el techo estaban las lámparas encendidas casi totalmente, debían ser como las 16:30, aunque después pude ver la hora exacta en el gran reloj situado en medio de parque; había muchos esparcidos por toda la ciudad.

Aún quedaba tiempo antes de que saliera Lukha. La tienda de helados estaba abierta. Me levanté y caminé hasta ella.

-Un helado de vainilla, por favor -le pedí a la encargada.

-Un momento -la chica sacó un cono de galleta y sirvió dos bolas de helado del refrigerador, le puso una cuchara y chispas.

-Aquí tienes -me lo entregó.

-Gracias -saqué algunos gelds de la bolsa de mi pantalón y se los di para tomar mi helado.

Salí del lugar. Seguramente la tienda de crepas también estaba abierta, así que caminé hasta ella mientras me comía el helado.

En efecto, estaba abierta, entré y me senté en una de las mesitas que tenía el establecimiento.

-¡Ludwika! ¡Hola! -la señora Huffrer estaba detrás del mostrador. Traía su cabello rubio atado en una coleta y un mandil en la cintura.

-Hola. ¿Cómo está señora Huffrer?

-Bien ¿y tú, Ludwika? Ya tenía mucho que nos nos vistabas.

-Si, lo siento, he tenido mucha tarea.

-Bueno, bueno -la mujer estaba sonriente como siempre- pero, ¿qué te vamos a servir hoy? ¿Lo de siempre?

-Si, por favor.

-¡Perfecto! En un momento te lo llevo - volvió a sonreir y salió disparada hacia la cocina.

-Claro, gracias -murmuré.

La señora Huffrer era una mujer que me conocía desde pequeña. Mi padre amaba las crepas y acostumbraba traerme muy seguido. A veces, venía saliendo de la escuela, entonces compraba dos, luego las escondía y las llevaba con mi padre para comerlas juntos en la Sala Superior. Desde que mi padre murió dejé de venir tan seguido porque hacerlo me causaba mucha tristeza.

-Aquí están -la mujer salió por una puertita a un lado del mostrador y las dejó sobre la mesa.

-Gracias.

Estaba a punto de regresar trás el mostrador pero se detuvo y regresó para sentarse en la silla frente a mí.

-Ludwika. Ya pasaron seis meses desde lo de tu padre y aún te noto muy triste, ¿estás bien? ¿Quieres contarme algo? -me miró preocupada.

Negué con la cabeza.

-¿Estás segura? Te conozco desde que eras un bebé. Recuerdo la primera vez que tu padre te trajo aquí... Te traía en brazos, eras una bebé muy linda, y lo sigues siendo, cariño. También recuerdo que los dos estaban llorando. Ese día yo acababa de abrir el local y el Coronel llegó llorando. Yo me asusté y le pregunté el por qué. Él estaba deshecho pero me contó lo de tu madre, después le serví una crepa y un café, fue cuando se tranquilizó un poco.

-¿Por qué me cuentas esto? -me cubrí la cara con las manos.

-No sé -tomó mis manos y las quitó de mi cara delicadamente- Estás roja, linda. Ah... Te pareces tanto a él -me dedicó una pequeña sonrisa -¿Pero qué digo? -su sonrisa se borró y se levantó de golpe- No debería haberte contado estas cosas. Lo siento cariño. Yo diciéndote esto y lo qué quería era saber que te ocurría.

Bajo las Sombras (Cancelada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora