Eyes, hands.

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Estando solo los dos, era más fácil respirar. Era mejor estar cinco minutos en su compañía, que ninguno. Solo una mirada era suficiente, no quería arrebatar al sol del cielo, cuyo lugar era aquel vasto espacio celeste. Pero...

Quería estar todo el día, cada día, junto a él, solo respirar juntos era suficiente. 

Con los ojos cerrados, agarrados de las manos, en una habitación, en medio de la oscuridad con la luz de la luna brillando entre ellos, como un intruso que observa con sin respirar una escena de amor eterno. Porque eso era, amor. 

Bajo la bendición de la luna, ellos florecían. 

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