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El sonido de las cadenas chocar contra la fría superficie bajo mis pies se ha convertido en el sonido favorito de mis pulsaciones;
tentado a ser tan exquisito como una melodía en la oscuridad.

Mis pupilas se han extasiado al extremo de la retina al mirar acurrucado en una esquina la temerosa figura que aleja entre sonrisas mis temores.

Mis piernas se denominan independientes corriendo hacia su felicidad.
Necesitadas de beber cada gota de cariño que desprendiera la piel del amor de cada una de sus vidas.

Su desaliñado cabello azul pastilla siempre traería a mi mente el momento que me quedé vacío por dentro, sin corazón;
ocupado por su pequeña figura insegura de mostrarse ante un mundo manchado.

Puedo recordar el momento que nuestras miradas se cruzaron,
el momento en el que vació mi alma para llenarla de sus pintorescos momentos.
Del caótico brillo miel en su mirar,
del celestial sonido de su reír,
del desafiante color carmesí de sus labios, que me invitaban a sentirle mío.

Cómo no podría adorarle,
cómo no proclamarle como mi única religión a la que desearía venerar durante cada uno de mis latidos.

«Por ti, mis rodillas sangrarian la eternidad de la que los antiguos libros profesan. Por ti, pecaría contra el ser divino. Por ti, pagaría con sangre y eternidad tus pecados. No tendrías preocupaciones al dejar tu cuerpo, porque yo, cariño, me condenaría para salvarte.» , me arrodillo frente a sus temblorosas piernas pegadas a su pecho, sincero.

Ni reencarnando me culparía de las pequeñas lágrimas que nublan su visión.
Jamás juzgaría lo que se hace cuando se ama más allá de la compresión humana,
más allá del límite de la moral.

A pesar de que la voz que se le arrebató al concebirse como parte de los vivientes no me haya permitido el complacerme con armoniosas ondas intermitentes,
sé qué no protestaría a mi amor.
A pesar de que su mirar dude el dirigirse a mi llamado,
sé que no es renuente a mi veneración.
A pesar de que su piel de seda haya perdido el color canela que le hacía destacar de entre el grisáceo tono de la multitud,
sé que conoce mis deseos de proteger su alma pura.
A pesar de que sus tobillos se cubran de manchas púrpuras por la brillante atadura que se ciñe a su piel, sé que no le molesta que le ame como me pidió desesperado alguna vez; con aquella necesidad de sentirse adorado.

Pertenezco a sus antojos, me defino como moldeable si son sus manos las que me transforman para beneficio propio.

Cada vez que su rostro se baña de dolor,
me condena la voz aguda a mi derecha, me reprime, sabe algo que yo no.
«Ilumina mi razón», le ruego cada vez su cuerpo tiembla bajo la manta marrón que cubre su delgada figura.

Desearía.
Desearía que me mostrara otro camino.
La razón me mantiene firme ante mi actuar, no me permite dejarle en libertad,
Si se va de mí,
si me descubre el corazón,
moriremos.
No habrá absolución para su alma,
su Dios no podrá perdonarle.
No habrá descanso para mis penas,
dejarle en libertad me ata a un mundo del que no soy capaz de descender .

«¿Por qué me odias, pequeño?» repito,
no me mira.
«¿Por qué te odias, cariño?», siento mis dedos bajo la resequedad de sus cabellos, tiembla.
«¿Por qué no te pude salvar?» ríe para sus adentros, puedo sentir su sonrisa socarrona.
«¿Por qué me dejas?» me mira, con una sonrisa triste y el alma esparcida sobre su rostro.
¿Por qué no puedo comprender mi ineficiencia?»
Lo hice todo. Lloro, parece que soy lo que siempre se dijo que era; un inútil.

Parece notar mi desesperación, me mira. Sé lo que significa su mirar, siente pena por mí. Maniobra sus manos, hace un par de señas al aire.

«Líberame», puedo leer sus escritos en el aire.

Siento el corazón oprimido, no quiero hacerlo, no cuándo sé cuál es su objetivo de ello. Me quiere dejar, nos quiere separar.

«¿Qué hice mal, cariño?», me arrodilllo frente a mi única creencia de lo divino.

«Amar a un ser roto. Buscar soluciones donde no las hay», sonríe sin resentimientos.

Las lágrimas en mi mejillas comienzan a picarme la nariz, no quiero asimilar sus palabras. Me duele más que perderme a mí mismo, es un dolor inhumano, incomparable, inconsolable. Me ha matado de una y mil maneras. Asesinó mi razón, mi pureza, mi silencio, mi sonrisa, mi sentir. Me ha destrozada hasta lo intocable, que no me queda más que gritarle al cielo mil improperios, con tal dolor que me he sacado las cuerdas vocales con cada una de mis maldiciones.

Me toca el hombro, sus lágrimas pintando de colores su tersa piel, me mira con una sonrisa amorosa y se atreve a limpiar mis arroyos.

«Te extrañaré», me envió el aire su comunicado.

Lo libero de sus ataduras a mí, sé que no hay más que desee decirme, así que me evito el dolor de ver mi alma salir tras de su cansada figura y me giro a mirar las noche estrellada de mi desorden mental. Escucho sus pasos dirigirse a aquel lugar alto, aquél que siempre temí, pero que él tanto amó. Sé que después de hoy no habrá mañana, sin su presencia en mi grisáceo lugar yo no soy quién quiero ser.

A partir de este momento me ha sido arrebatado algo que por derecho se me dió al ser concebido; el alma que me hizo merecedor de emociones inimaginables junto a mi chico de cabellos pintorescos. El alma que fue programada para brillar entre lo nublado, sólo cuando la tierna sonrisa de mi querido surgiera frente a mi insignificante presencia.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2021 ⏰

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te dejo en libertad ;  taekook. †Donde viven las historias. Descúbrelo ahora