Tres semillas

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La pobreza es una enfermedad humana, que nosotros mismos inventamos.
La miseria y el dolor, acompañan al hombre, eso siempre se dice en la iglesia, en la sociedad, y en la mente de Adrián y su familia igual circulaba esa idea.
Ellos vivían en una zona al lado de un río, en Iguala.
Era temporada de lluvias así que cuando el río crecía y superaba aquella barranca, en la casa de ellos se formaban pequeñas olas de agua café.
Pero Adrián y su hermana mayor Mariana imaginaban que era aquel mar del que tanto hablaba mucha gente, Acapulco.
Ahogaban su imaginación en aquellas inundaciones y dejaban que aquel oleaje se llevara todas sus miserias por un momento.
Adrián no iba a la escuela, su familia por más que decían que aquella educación era gratis, sabía que no lo era, no tenían suficiente dinero para los materiales y las cooperaciones que algunas maestras organizaban para el "bien" de la escuela.
Sin embargo, Adrián compensaba lo culto con lo astuto que el era.
Lograba ubicarse por toda la ciudad, y como su padre y su madre estaban desempleados, debido al abandono que se que dio al campo junto con las armas y la sangre que matan las esperanzas de la gente, él salía a buscar cosas de plástico o papel para vender.
Salía de su casa de un cuarto de ladrillo, vigas con grietas y partes de adobe en las periferias de la colonia Tamarindos, pasaba el puente pequeño, viendo del lado izquierdo de la banqueta los carros pasar, tapándose la nariz con una de sus manos debido al asqueroso olor a drenaje del río, y viendo del otro lado aquel mismo río, donde la barranca daba lugar a plantas y árboles, donde se veía a cerdos sucios de gran tamaño y estando en sus aguas, además de que veía a una persona que todos conocían de ojo pero nadie de palabra.
Era un viejo alto, de piel morena y pelo largo que vivía en una casa hecha de lámina y restos de basura al lado del río, se le veía pocas veces pero todos le apodaban "El brujo". Debido a una mala fama que se le generó, que secuestraba niños y los convertía en cerdos. Obviamente todo eso eran tonterías para hacerlo ver como un inadaptado social al cual la gente ni se le acercaba.
Adrián, le dio las buenas tardes y siguió su camino hacia el centro de la ciudad mientras "El brujo" iba caminando muy lento detrás de él.
Adrián llegó al zócalo y como su rutina de siempre dio una vuelta, esperando la empatía de la gente, esperando su lastima y su ayuda efímera, con un poco de dinero o con
algo de comida.
Sin embargo la comida era algo que pocas veces el veía, y de lo cual siempre pensaba, más al pasar al rededor de aquel zócalo rodeado de árboles de tamarindos, de puestos de raspados y de frutas con chile.
Estas últimas eran su mayor antojo, poder comer si quiera por alguna vez en su vida mango picado, con chile o con limón.
El al acabar su jornada de inspeccionar los botes solo se quedaba viendo aquel puesto y los árboles, viéndolos con envidia.
Ellos no pasaban hambre nunca, ellos eran fuertes, ellos siempre crecían y daban refugio a múltiples animales, y refugio del ardiente sol de Iguala a las personas.
Ya estaba anocheciendo, así que inspeccionaría el último bote de basura del día.
Metía sus manos entre la basura, tocando de todo, y mediante el tacto conociendo una parte repulsiva de la sociedad.
Pero esta vez no encontraría nada raro ni asqueroso, sino que encontraría algo glorioso.
Mientras movía las bolsas negras con basura a reventar, escuchó que algo salió como saltando de una e impactó con el fondo del bote de basura.
El trató de agarrar aquella cosa, y entre aquel abismo mal oliente y oscuro, encontró una textura Lisa completamente que al darle los últimos rayos de sol de aquel día resplandecía.
Lo sacó y cuando lo vio no tenía palabras, era un anillo dorado y pesado, ¡era oro!
El niño iba a correr s dárselo a su familia, cuando caminando por una de las calles cercanas a la iglesia, se encontró a "el brujo", totalmente enfermo, siendo echado de una farmacia, por un médico con bata fina y blanca. Quien que dijo a "el brujo": - Aquí no atendemos vagabundos, mejor apresúrese a morir para que nos libremos de usted, viejo brujo, todos sabemos lo que le hizo a esos niños-.
Y entonces le cerró la puerta a su consultorio al lado de la farmacia.
El viejo hombre solo fue mirado por la gente y el se movió lentamente hasta moverse a una jardinera del zócalo.
El niño se acercó a él, con su anillo de oro en el puño de su mano.
"El brujo" le dijo con voz ronca: -Tu les crees, ¿verdad?-.
-no, respondió el niño, sintiendo empatía por el.
El también sabía lo que era ser visto en la sociedad con lástima, el sabía lo que era ser visto por algunos como un desperdicio o caso perdido.
"El brujo" le dijo: -Esto es solo un pueblo que se cree ciudad, yo he estado mucho tiempo antes que algunos que los que están aquí, yo he visto sus problemas y gente que las causa, e incluso he querido resolverlos pero la gente de aquí nunca va a querer que te vaya bien, sienten envidia ante eso, y van a querer destruirte a todo precio-. En ese instante rodó una lagrima sobre su quebrado rostro de batallas en su vida.
-Estoy en las últimas, huache, no creo poder seguir más en esta vida, muchos se matan pensando si hay gente buena o mala, pero solo hay gente-. Dijo "El brujo".
Entonces Adrián, no dudó en pensarlo, le dio su anillo.
Solo un loco lo habría hecho, pero Adrián se vio reflejado en el, en que tal vez ese podría ser su futuro, en que tal vez moriría sin algún día de gloria, sin algún día de tener el estómago lleno o sin estar feliz complementamente todo un día.
Así que se lo entregó.
El viejo ante ese gesto tan noble le dijo: -Pídeme lo que quieras y te lo concederé, ¿Cuál es tu mayor deseo?-
Adrián pensó y pensó en su mente y giraba sobre dos ejes, un lugar mejor para su familia y comida, mucha, para el y ellos, pero principalmente su antojo el mango, y más frutas.
El hombre le dijo que esperara un tiempo, y entonces después de un minuto sacó de sus manos 2 semillas de su bolsillo.
"El brujo" le dijo: -Veo en tu futuro amenazas, pero a la vez un milagro para ti y tu familia, cuando sientas que corres riesgo, corre, corre muy lejos, al cerro... y comete las semillas que te di-.
El niño se quedó perplejo y quería reírse debido a que no sabía si era verdad lo que le decía aquel hombre, así que solo asintió, cubrió su sonrisa.
No le importó si era verdad lo de las semillas así que solo las guardó.
Pasó por el cruce de la calle Juárez, donde su hermana Mariana limpiaba los parabrisas de los carros, pero al llegar ahí Adrián notó que un tipo bajó el vidrio del conductor, le dio dinero a Mariana y le dijo algo, mientras el semáforo estaba en rojo.
Adrián pensativo y enojado le preguntó que le había dicho.
Mariana le mostró en sus manos un billete de 500 pesos y que aquel tipo le dijo que se verían ahí mañana a las 5, ella aunque se le hacía raro y tenía miedo ante eso.
Regresaron a su casa 2 horas después, sin embargo en el río ya no estaba "El brujo" ni los 5 cerdos que siempre le acompañaban, sino que ahora estaban 6.
Adrián un poco confundido, y su hermana siguieron el paso.
Mariana le comentó a sus padres lo del tipo y que probablemente les podría ayudar.
Sus madre sabía que no era correcto, pero su padre ignorante y avaricioso, le exigió que viera a ese hombre al día siguiente, solo que la familia la vería desde lejos.
Adrián estaba disgustado por esto, era un desconocido, un enfermo, y pervertido, el era mayor y su hermana solo una chica de 14 años.
Su padre sólo tenía la ilusión de que sacaría a su familia de aquel chiquero, cosa que cualquiera en su situación querría, pero todos concordaban que esa no era la manera.
Mariana, lo veía como un sacrificio que debía aceptar para que Adrián y su familia vivieran mejor.
Pero Adrián no lo toleraría.
En la noche cuando el concierto entre grillos, cuijas y ranas comienza, mientras todos dormían, Adrián despertó a Mariana y le preguntó: ¿por que había accedido a eso?
-Mira, ese tipo tiene dinero, solo quiere salir conmigo, nos puede ayudar, te puede ayudar a tener una vida y futuro mejor, es un sacrificio lo sé, pero quiero que estén bien. Por ahora no hay otra forma, todo esta jodido, aquí no se puede vivir, no de esta manera- le contestó Mariana
- Por favor no lo hagas, sé que podremos salir adelante, sé que podremos tener una mejor casa, y comida, mira-. Entonces Adrián mostró las semillas.
El brujo me las dio, me dijo que nos daría lo que quiero y yo quiero eso para nosotros.
Mariana las tiró al suelo y le dijo: -deja de creer en esa basura, esto es la vida real, no se puede de otra forma, ¿Dónde conseguiremos trabajo? No sabemos hacer nada, no tenemos nada, no le importamos a nadie, despierta de esa tonta fantasía Adrián-.
Amaneció, Adrián recogió la semillas y a la hora acordada se vieron, de camino pasaron por aquella farmacia, donde aquel doctor que iba diario, por primera vez faltó y entre los trabajadores se escuchaba que no sabían nada de él, Adrián seguía sorprendido y comenzaba a confiar más en los regalos de "El brujo". Llegaron a su destino, en aquel cruce de las calles.
El joven se llamaba Benjamín, y decía que venía de Tierra Caliente, tenía grandes terrenos donde sembraba diversas plantas, además de ganado, y que le podría garantizar a su hija todos los bienes y las comodidades, además de que le daría a su padre una dote.
Lo cual es una manera más sofisticada de decir, que eso era una compra.
Mariana salió a un restaurante fino del centro con aquel tipo. Se la pasaron bien y volvieron a la casa.
Mariana dijo que era un tipo caballeroso, que parecía lindo, pero sus ojos denotaban lo contrario.
Pasaron los meses y Mariana y el seguían saliendo.
Sin embargo a la casa llegaban más cosas, colchones, ropa y comida, pero Adrián no comía ni usaba nada que llegara de ese tipo.
El las necesitaba pero no toleraba eso, vender a una persona, y menos a su hermana. Aquellos comportamientos eran arcaicos y solo eran impulsados por la necesidad.
Pero un día Mariana, regresó de una de sus tantas salidas con Benjamín.
Él pidió hablar con el padre, así que hablaron, para pedir su mano a Mariana.
El matrimonio se efectuaría mañana, no quería perder el tiempo, lo había preparado por meses y la quería en su rancho.
Mariana no tenía otra opción.
Adrián simplemente no podía con eso, golpeó a su padre, pero no hizo ningún daño.
Su padre sí le hizo mucho daño a él.
Le dijo que esto era una oportunidad de oro y que el era un mal agradecido ante la generosidad de aquel hombre.
Adrián solo respondió ese no es un hombre, es un marrano, debería estar en el río, no dándonos cosas y menos en nuestra casa.
Entonces Adrián solo se sentó mirando la pared, no quería verlos, mucho menos a su padre y madre que permitieron eso.
Más noche, Mariana le habló: -Adrián, debo decirte algo...-
- ¿Qué pasa? Contestó
- Estoy embarazada, el hijo es de Benjamín-
Adrián se quedó pensando y su furia se propagó, sin embargo él, que aún tenía fe en aquellas semillas que le dio
"El brujo" años atrás, sabía que era la hora.
Entonces le contestó a su hermana: -el día de la boda, antes de entrar a la iglesia ven conmigo, vamos al cerro tengo algo que nos ayudará-.
Su hermana Mariana lo pensó, pero asintió con la cabeza, no quería criar a un hijo con aquel hombre, ni desde el inicio, pero ahora estaba decidida. Ella no sería solo usada para tener el hijo de Benjamín, ella haría lo que quisiera, ella solo quería huir.
La boda se efectuaría en la iglesia del sagrado corazón, cerca del Panteón y de las afueras de la ciudad. Un taxi iría solo por la novia, y otro después iría por la familia, pero Adrián se metió al de la novia.
Ella estaba ya en el vestido de novia, veía mucha gente desde el carro, mucha gente con traje, camionetas con vidrios polarizados y con guardaespaldas.
Eran las 3, ya debía entrar la novia, pero al buscarla en el taxi que fue por ella a su casa, no estaba.
Se corrió la voz y la gente fue a buscarla, sin embargo ellos ya estaban lejos, se encontraban al norte de donde ellos estaban, subiendo por la colonia insurgentes, muy lejos de ahí, viendo detrás de ellos el cerro del Tehuehue ondeando la bandera que de bajaba, justo como se ocultaba el sol a la vez.
Subían y subían, llegaron a una parte donde solo había polvo y piedras en lugar de pavimento, después solo había pasto, y desde aquel cerro presenciaron como se iluminaba un camino hacia un futuro mejor dibujado en las estrellas mientras el sereno de la noche tocaba su piel.
Sin embargo, esa adrenalina se fue desvaneciendo ante la incertidumbre de que pasaría.
Adrián sonrió, hambriento como siempre, miró las semillas, abrazo a su hermana y entonces comió por fin las semillas y le dijo:
- Entonces corramos más lejos de esos problemas, para después volver y afrontarlos mejor-.
Luciérnagas iluminaron el camino, grillos les cantaron y mariposas, volaron, sin embargo todo eso salía de la boca de Adrián, mientras que su cuerpo se desvanecía convirtiéndose en miles de mariposas volando, entrando a la tierra, haciendo crecer, un árbol gigante, que parecía de mango, pero de sus troncos colgaban más frutas y sus raíces con forma de casa se juntaron con el lodo haciéndola resistente y cálida, como un abrazo y sus frutos la hicieron sostenible para la alimentación de Mariana.
Mariana sorprendida, se desmayó y despertó dentro de aquella casa, de donde salió, oliendo el olor de la tierra húmeda, y observando el sol saliendo en el horizonte bordeado por los cerros y las nubes, mientras volteaba a ver ese árbol que en la parte detrás de el, tenía la cara de su hermano en madera, parte de su tronco. Estaba llena de felicidad, de su última vez que sonrió, la vez que ya no pasaría hambre nunca al ser alimentado por el sol, la tierra y el agua, brindando protección a su hermana, y alimentos.
Su hermana lloraba y sonreía al ver eso, mientras entraba de nuevo a ka casa, donde escuchó, la voz de Adrián.
Incluso dicen que aún se pueden escuchar la voz de aquel niño soñador y cariñoso que las calles de la ciudad jamás olvidarán.

la noche donde nadie duermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora