La rosa negra

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Yucatán, que hermoso lugar, desde el primer momento en el que bajé del barco para estudiar las lenguas mayas de allí, supe que aquel viaje sería único.
Nací en Nueva York un entorno demasiado urbanizado para mi alguien quien adora la naturaleza, lleno de vicios y excesos, mas en estos años de 1939, pues la gente se recuperó de la gran depresión.
Una vez que la Universidad de Lenguas Extranjeras de Nueva York me autorizó el permiso para ir a México acepté, pues yo como universitario debía acabar mi tesis, y que lugar mas hermoso escogí.
Al llegar a un pueblo cercano de Mérida, donde no había carreteras, donde no había edificios, y en vez de una gran cortina de Smog en el cielo, solo veía un hermoso cielo azul y despejado.
Todo el pueblo se andaba preparando para la celebración del santo patrono de aquel pueblo, por lo cual yo procedí a ir a mi casa, previamente pagada por la universidad.
Al lado de la casa en la que estaba hospedado. Visualicé una hermosa casa de arquitectura barroca de dos pisos, de color blanco, y que en su jardín contaba con un hermoso rosal, y una rosa negra la única que había allí, estaba casi marchita. Entonces de esa casa salió un señor un poco viejo, como de unos 60 años, moreno, vestido con una guayabera, con barba canosa y sombrero típico de la zona. Se dirigió a la iglesia del pueblo para preparar todo el festejo del santo patrono aquella noche.
En la noche decidí salir a la fiesta y la gente del pueblo me presentó con el. Aquel hombre viejo se llamaba Ignacio Rodríguez Jiménez, y era la persona mas vieja de aquel lugar, era muy sabio, toda la gente lo respetaba, pero a la vez era muy reservado y misterioso. Pronto comenzaron los festejos y el señor regresó a su casa y alrededor de 5 minutos después regresó de la mano con una mujer joven como de unos 20 años, mi edad, alta morena, con pelo negro y chino, ojos cafés de esos que podrías mirar todo tu vida sin cansarte, labios pequeños y suaves, además de que vestía con el mas hermoso vestido de toda la época.
Don Ignacio se acercó a mi y me dijo: -miré señor, ella es Regina, mi hija y lo mas importante para mi, ella tal vez pueda ayudarle en su investigación sobre nuestra cultura, debido a que es demasiado lista y habla su idioma muy bien-.
Yo me presente le di la mano, pero estaba tan impactado con su belleza que creo que solo me quede mirándola, aunque disimulaba bien para que su padre no lo notará.
Durante la fiesta, le dije: - por favor, sé que esto sonará muy atrevido, debido a que apenas nos conocemos, pero permítame un baile con usted para convencerme que es real, y que es usted un ángel del cielo en forma de una gran mujer-.
Ella ante tales palabras dudo un poco, pero dijo que si, además quería aprender de mi cultura y de paso me enseñaría a bailar algo que nunca dominé.
Bailamos completamente juntos, ella ponía esos ojos sobre mi y yo no podía hacer otra cosa que regresarle una mirada. De veras me había enamorado de ella. Al acabar el baile le pregunte a Don Ignacio si podría salir mañana con su hija a que me platicara sobre el pueblo... el aceptó, pero con una condición, solo sería de noche.
Esto a mi se me hizo raro pero yo acepté con tal de volverla a ver.
A la noche siguiente me contó sobre el pueblo, sobre como veía la vida y la muerte su cultura, sobre sus sueños.
Ambos convivíamos muy bien, y esa noche por primera vez la vi sonreír y carcajearse. Su sonrisa dejaba al aire unos hermosos dientes blancos, y unos hoyuelos en sus mejillas.
La dejé a su casa antes del amanecer, y así fue durante 15 días, hasta que finalmente tomé valor y le dije lo que sentía antes de entrar a su casa, la invité a ir a la iglesia al mismo lugar donde nos conocimos, yo le dije lo siguiente: - Regina, los 15 días que he estado junto a ti y en este hermoso lugar han valido mas que mi vida como adulto en Nueva York, nunca vi una mujer tan hermosa, y no sabia que era la perfección hasta que te conocí, debo confesarte en esta noche, en este mismo lugar, que te amo y quisiera vivir el resto de mi vida a tu lado pues de ti me he enamorado-.
Ella me sonrió y se sonrojó, a la par de esto ella dijo: - Yo también te amo, eres diferente a los demás de aquí, sabes lo que me gusta, compartimos la forma en la que percibimos nuestras vidas, la forma en la que actúas y tus valores, me han hecho saber que solo mi alma y mi corazón es tuya para el resto de nuestras vidas-.
Después de esto, los dos nos abrazamos y nos besamos tiernamente. Fue el momento mas feliz de mi vida, pero lo peor vendría después...
Era la mañana, me asomé de la ventana y me di cuenta que la rosa había cambiado de color de negro a un color rojo intenso mas viva que nunca.
Entonces alguien tocó a mi puerta, era Don Ignacio quien por rumores se había enterado del sutil beso nocturno de ayer con su hija. Su semblante era entre serio y enojado y me gritó que fuera a su casa rápido.
Llegando allá, el me dijo que aquella rosa había estado marchita por 10 años, y que a pesar de que ya no lo estaba, el no sabía que hacer...
yo estaba confundido, y le pedí que me explicara mas.
Me contó que tenía una esposa parecida a su hija, y que desgraciadamente era infértil. Entonces ella quería darle vida a un heredero, quería tener un hijo o hija.
Y para esto fueron hasta las lejanas tierras de Catemaco, que para este hechizo había un gran precio que pagar para darle vida a otra vida, el mago le dijo, que su esposa debía convertirse en una planta tan hermosa, para que su hijo saliera igual de hermoso a su madre, debía de ser cuidado día y noche, de día su futuro hijo seria una planta que luciría, y de noche un ser humano.
Ambos lo platicaron por meses cuando Don Ignacio y su esposa aceptaron, su esposa antes de esto le dijo que cuando su hija naciera, debía de protegerla que no la arrancara de ella, pues el mago le había dicho que solo alguien que la hiciera reír, que la hiciera sentir segura y amada de por vida, la convertiría en persona para siempre.
Yo me sorprendí completamente por esto, y le pregunté que por que la rosa antes era negra...
El me dijo que Regina cuando se enteró a los 10 años de lo que le había pasado a su madre se sintió culpable y cayó en una gran desolación que la atormentó hasta que ella me conoció.
Yo le deje en claro a Don Ignacio que mis intenciones eran buenas y puras y el decidió confiar en mi, me dijo que debía cortar la rosa y dormir con ella junto a mi pecho. Si mi amor era sincero y puro por ella, amanecería a mi lado, pero si así no era ella moriría. Era una prueba de fe.
Yo dormí con las instrucciones de Don Ignacio seguidas al pie de la letra, y pensaba en ella mientras dormía.
Entonces en esa mañana sucedió algo mágico, al lado de mi había una silueta de una mujer cubierta de pétalos rojos los cuales al soplarlos el viento que entraba por la ventana de mi casa aquella mañana, dejaba ver a Regina tan tierna durmiendo, con ese mismo  vestido hermoso del día en el que nos conocimos. Ambos nos miramos, nos tocamos el rostro y nos besamos.
Después de meses ambos decidimos dar el siguiente paso casarnos. Don Ignacio me dio su bendición y celebramos la boda con una fiesta tan grande como en la que nos conocimos, y en esa misma iglesia. Y que puedo decir hasta la fecha ella es la única mujer que me hace feliz y con la que puedo ser yo mismo.

la noche donde nadie duermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora