Rosas azules

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Junjie miró al chico que dormía en la silla junto a su cama. Vio cómo apoyaba la mitad superior de su cuerpo en el colchón, supuso que era incómodo, pero prefirió dejarlo descansar por ahora.

Acarició los azules cabellos del muchacho dormido. Pensó en lo agitadas que habían sido las últimas semanas; casi no lo había visto, y ahora no pensaba soltarlo tan fácilmente.

Al menos no, por lo que le queda de vida.

Suspiró (con dificultad) y se sentó frente al respaldo de la cama, continuando con las débiles caricias. Cuando se dieron los primeros casos de esta rara enfermedad, nunca pensó verse en esa situación. Ni siquiera había pensado en enamorarse, si era sincero consigo mismo.

"Venció al Emperador luego de veinte años de esclavitud y ahora morirá por un triste desamor. Bien hecho, Campeón del Este".

Trató de ignorar esa pequeña voz inquietantemente similar a Goon que habitaba en su cabeza. Cada vez que hacía algo mal, aparecía sin aviso. Pero esta vez no iba a escucharla.

Porque enamorarse de Eli no fue un error.

Vio hacia la ventana: a penas empezaba a iluminarse afuera, los habitantes de Flor de Primavera aún permanecían en sus casas, tal vez descansando o cuidando a los enfermos. Aún si era en vano, había quienes se aferraban a una última luz.

Su vista finalmente quedó impregnada en las rosas azules que posaban en su cama, inocentes y libres de culpa, a pesar de las gotas de sangre que traían consigo. Tomó una que estaba completamente intacta y la admiró. 

Era hermosa, justo como el causante de ellas. Sin más, la colocó delicadamente entre los mechones de Eli. Permaneció maravillado ante la vista.

Sin ninguna advertencia, las palabras de Lian cayeron sobre él junto con una densa capa de culpa. Sabía que la mujer no traía otras intenciones consigo que no fuera su bienestar, pero eso no quitaba el mal sabor que dejaron sus verdades.

"—¡Tienes que beber esto, Junjie! Todo estará mejor, lo prometo— había dicho luego de entrar apresuradamente por la puerta.

—¿Qué es esto? —cuestionó mientras examinaba en frasco de cristal en sus manos. El líquido brillante en el interior le daba un aspecto mítico, y aunque confiara su vida en Lian, nunca estaba de más preguntar.

—Estuvimos trabajando en esto por semanas. Juntamos la esencia de varias babosas fandango con las de otras babosas. Luego de semanas de combinaciones, hemos hallado una solución. Pronto estaremos proveyendo a todas la cavernas, por ahora, conseguí un poco para ti".

A pesar de la felicidad que le abrumó en ese momento. Algo por dentro le decía que no era tan fácil.

"—Y... ¿Hay algún efecto secundario?

El semblante animado de Lian vaciló un poco.

—Por ahora, sabemos que marchita y elimina las flores que crecen en tu interior y... hace lo mismo con los sentimientos dirigidos a la persona que no te corresponde".

Lo pensó. Varias veces. Repasando los pro y los contra. Tratando de convencerse a sí mismo que era lo mejor. Pero no, no quería dejar de amar a Eli. No quería renunciar a esa calidez que se alojaba en corazón cuando recibía una de sus sonrisas, ni a ese cosquilleo que le recorría de pies a cabeza cuando estaban demasiado cerca, ni al gozo que le invadía cuando traía lo buenos recuerdos a su mente.

No quería dejar de sentir cada cosa que Eli le provocaba.

"—¡¿Por qué no?! ¡Junjie, perecerás si no lo tomas!

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