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( omnisciente )
CON EL ALMAHECHA PEDAZOS, Klaus descargó todo su dolor contra el maletín logrando destruirlo. Y sin importar lo que pensaran de él, se hizo bolita en el suelo.
Volviendo a la academia repleto de sangre ajena, esperaba encontrar paz en su habitación.
—¿Estás bien? —cuestiono Cinco, su hermano.
— Supongo que sí —respondió dando un suspiro de tristeza —. Fue una noche larga.
— Más de una me parece —prosiguió —, no recordaba esa pulsera —señalo la mano de Klaus — o al menos ese tatuaje.
— Sí, es de una amiga —respondió observando la pulsera con melancolía —, no recuerdo habérmelo hecho —dijo con voz divertida intentando ocultar lo que realmente sentía —. Ya te dije fue una noche larga —hizo ademanes con sus manos mientras caminaba por su habitación. Cinco lo veía con una leve sonrisa traviesa.
— Lo hiciste, ¿no? —cuestiono el “menor” mientras se acercaba a su hermano.
— ¿De qué hablas? —responde haciéndose el desentendido.
— Yo sé reconocer los síntomas, Klaus —continúa con arrogancia —. Comezón general, dolor de cabeza como si te hubieran metido una caja de algodones por la nariz hasta el cerebro —prosiguió Cinco. Klaus froto su rostro con ambas manos mientras negaba.
— En vista de que tus amigos no te encontraron —dijo mirando a Cinco —, me tomaron a mí como su rehén.
— Entonces, les robaste el maletín —rió Cinco sin ganas.
