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Llevaban al rededor de 25 días en su cruzada para salvar a Holly y cada día que pasaba, hacia su situación más peligrosa.

Necesitaban tener buenos ratos y dejar de pensar en Dio por tan solo unos momentos. Y que mejor solución que al alcohol (al menos para Kujo).

-Ya te dije que no, punto final.- sentenció Joseph.

-Yare yare daze... Viejo, solo será una maldita botella.- aunque no lo denotará en su voz había un poco de súplica.

-¿Y tú solo te vas a terminar una botella? ¡Ja! No.- estaba recargado en el marco de su habitación, estando en pijama a punto de ir a dormir- A parte eres menor de edad, no podría hacerle eso a tu madre.

-...- la fría mirada de Jotaro solo dejaba ver inconformidad. Sin decir una palabra se retiró a la habitación y antes de entrar, su abuelo volvió a llamar su atención.

-Si tomas, me voy a dar cuenta y no tendrá un buen desenlace... En fin, buenas noches.- animadamente cerró la puerta.

Ya estando dentro, el pelinegro se tiró a la cama, resignandose a que esa noche tampoco bebería. Miró a todos lados y no pudo notar a su compañero.

Y como si lo hubiera invocado, este salió del baño con tan solo ropa interior y una toalla sobre su cabeza. Al parecer aún no notaba la presencia del mayor.

-¿Tus boxers en serio son de cerezas?- y aunque pareciera que se burlaba, realmente se le hacía lindo. Todo en ese pelirrojo se le hacía lindo.

-¡M-mierda!- un sobresalto fue presente en su cuerpo y después la vergüenza lo invadió por completo- Pues... Si.

Kujo no atinó más que a sonreír, ver a ese tipo que a simple vista parece alguien demasiado masculino, tener esos comportamientos tan femeninos, era algo... Que llamaba fuertemente su atención.

-El viejo no quiso comprar la maldita botella.- no podía parar de ver el cuerpo semidesnudo de su amigo y al parecer este aún no tenía intenciones de vestirse.

-Vaya... ¿Y por qué no la compras tú? Tienes dinero y dudo que sea difícil sobornarlos...- de una cómoda que estaba a su lado, sacó un cepillo y cuidadosamente desenredaba su cabello.

-Aquí no es fácil sobornar y menos con eso.- resignado, se acomodó sobre el frío colchón, tratando de conciliar el sueño.

-Mi uniforme y mi pijama están en la lavandería, hoy tendré que dormir así.- parecía un simple comentario, aunque era una indirecta para Jotaro, el cual la entendió muy bien.

Sin decir nada, retiró su gabardina y la lanzó a su compañero. Al principio este se sorprendió, creyendo que alguien como el mayor jamás sería capaz de hacer algo así.

-Usala.- ordenó.

-Muchas gracias.

La habitación estaba sumida en silencio, hasta que tres golpeteos sobre la puerta lo interrumpieron.

-¿Quién?- Noriaki manifestó su stand ya que no esperaban ninguna visita y menos a esa hora.

-Soy yo, Polnareff, ¿Pueden abrir? ¿O vuelvo cuando haya terminado de...? Ya saben.- ambos chicos se miraron entre sí, sintiendo sus mejillas arder ante ese "estúpido" comentario.

-Tragate tu mierda y di de una puta vez que es lo que buscas.- Kujo abrió la puerta, topandose con su amigo francés y su extravagante cabello.

-Jajaja, solo bromeó. En fin, me agradecen luego.- acercó una bolsa de tela al pelinegro y cuando esté la tuvo entre sus manos se percató de que era pesada.

Una Noche Confusa ·«Jotakak»·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora