II

1K 81 19
                                    

Steve, por último, dobló el pantalón de chándal sobre la cama y se retiró de la habitación dejándole a Natasha privacidad absoluta. Por supuesto, ella llevaba rato encerrada en el cuarto de baño tomando una ducha; el sonido del agua correr era lo único que se oía.

Él había vuelto al sofá de hace un rato, se recostó a lo largo de este en cuanto lo tocó; ni siquiera estaba cansado, simplemente quería que su ansiedad se detuviera. Cubrió sus ojos con un brazo, como si aquello le fuese a impedir sobre pensar. Cada vez era un escenario peor, ¿Dónde se suponía que estuvo? ¿Quién la perseguía? ¿Por qué? ¿Habría pasado la noche sola?

Y es que ni siquiera estaba seguro de que Natasha fuera a darle todos los detalles completos, siempre podía guardarse algo para ella. Y no era desconfianza, era lógica. Él debía esperar a que se abriera por su cuenta, a que estuviera lista y decidiera contarle. Su único problema es que la espera lo estaba matando lentamente. Esa forma tan repentina en la que apareció y en qué condiciones...

Desde que la conoció, Steve fue comprendiendo que Natasha no era una mujer convencional, ni una agente convencional. Las cosas eran a su modo, seguía sus propias reglas; ella podría ser muy leal, pero eso no le restaba un solo gramo de inteligencia, Natasha nunca actuaría si tuviera la certeza de que algo no saldría bien. Era decidida, siempre estaba preparada, Entonces ¿Cómo había terminado en tal aprieto? ¿Por qué ahora requería de su ayuda? Si hasta parecía que en ocasiones le sobraba orgullo.

Ella había salido sola...Tenía que tratarse de algo grande.

Steve bufó frustrado.

Solo esperaba que la plática que tuvieron él y Natasha en casa de Sam meses atrás, hubiese servido de algo y no solo quedara como un bonito recuerdo de que ellos eran un equipo, y en un equipo había confianza y la confianza hace amigos... Aun si entre ambos nada tuviera lógica.

Y él lo sabía, venían de tiempos diferentes y sus personalidades chocaron en un primer instante; pero ellos no eran tan distintos; al menos no por completo. Algo que pudo comprobar era que podían compartir lo mejor de ambos el uno con el otro.

Sin querer, una sonrisa ladeada se formó en sus labios.

Ellos habían mandado todo al demonio porque no había nada que perder y ambos ganaban a alguien en quien creer. Y él, al menos, lo necesitaba desesperadamente.

Las constantes mentiras de Natasha en otros tiempos lo habrían hecho desistir. Actualmente, lo cabreaban. Pero ella había desarrollado cierta sensibilidad a él, podía percibirlo; era perspicaz. Se veía a través de sus ojos, la penetrante selva verde que nadie quería atravesar y que ella empleaba muy bien para protegerse.

Y volvía al inicio.

Una de las virtudes de Natasha como espía era su don para la mentira, para camuflarse, para despistar al enemigo. Ella no mostraba ninguna clase de sentimiento o compasión. Y la había visto pelear, podía con más de uno a la vez. ¿A qué clase de peligro estaba expuesta ahora?

Natasha ciertamente buscaba la forma de explicárselo a Steve de modo que sonara coherente

Mientras, ella se encontraba observando su reflejo ahora limpio en el espejo del baño, repitiéndose una y otra vez en voz baja que podría mantener la situación bajo control. Además, por el momento estaba a salvo en el departamento de Steve...

Steve...No le sorprendía que fuera tan protector con ella, ni atento...Era ese código de caballero ridículo de su época; encantador, pero debía dejarlo. Rogers debía dejarlo porque antes ya le había traído problemas, sobre todo para concentrarse.

Ella restregó su rostro con la toalla con brusquedad y salió hacia la habitación encontrando la ropa que él había preparado para ella sobre la cama.

STAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora