Uno de ellos me tomó por detrás al dar la vuelta por una esquina, el otro a su lado me agarró la mano con la que traté de darle un puñetazo al otro y me llevaron a otro callejón cercano pero más pequeño y menos iluminado que el anterior. Me tiraron contra la pared, los cinco rodeándome y me dijeron que les de todo lo que tuviera de valor. Les tiré unos billetes humanos, no tenía nada más que eso. A pesar de lucir como una adolescente normal, no tenía un celular o cualquier tipo de dispositivo electrónico.
― Vamos, nena, danos algo más, sabemos que debes tener algo―dijo uno acercándose a mí tratando de tocarme. Levanté la pierna y le pateé la entrepierna y él se agachó. Otro sacó una navaja de su bolsillo y la acercó a mi cuello. Hizo el corte desde un extremo al otro, sin vacilar. Como dije antes, no soy una adolescente normal, no moriría con un corte en la yugular.
Los ojos del hombre se abrieron al ver que yo me levantaba como si nada aunque tuviera sangre cayendo de mi cuello. Se alejaron un poco de mí y luego mientras caminaba volvían a venir hacia mí. Las luces se fueron por completo en la cuadra (más bien, las hice irse), revelé mis alas y me elevé en el cielo neoyorquino.
Mis pies se suspendían en el vacío entre la cornisa de un edificio y la 5ta Avenida de New York. El viento era fresco y la noche tranquila en ese lugar desde donde se podía ver todo el caos de la noche. En mis manos tenía el pergamino con el nombre. Brandon Haleigh. Lo abrí nuevamente y cerré los ojos mientras ponía la mano sobre la tinta ya seca. El dolor de cabeza empezó nuevamente y las imágenes vinieron a mi cabeza de un lugar que yo no conocía personalmente pero sí había escuchado de él. Londres no era algún lugar que no quisiera conocer, pero Europa era un lugar que le correspondía a Rush, yo tenía América ¿Por qué mi padre me había dado a esta persona entonces? Otra imagen, unos ojos verdes, no, dorados, no podía ver con claridad. Luego, unas alas, unas negras y otra plateadas. Sangre y fuego, ambos mezclados, como si las llamas salieran de ella. Un destello de luz, oscuridad y luego nada. El ruido de la ciudad volvía a mis oídos y yo volvía a usar el mismo vestido, el mismo “uniforme” que nunca usaba. Me paré como pude en la terraza y creé un enlace entre Rush y yo. En el medio del aire un agujero negro se abrió y luego en el vórtice podía ver la cara de Rush.
― ¿Qué quieres Cassandra? ―dijo, cansado. Dependiendo de qué parte de Europa estuviera, la hora sería diferente, o la madrugada o la mañana.
― ¿Todavía tienes las llaves del apartamento en Londres? ―le pregunté mientras él me miraba sin comprender.
― Debajo de la maceta de la esquina del corredor. Vete a dormir―y la comunicación se cortó.
Abrí mis alas y salté al aire, flotando podía ver toda la ciudad.
― Adiós New York―empecé a decir para mí misma―Hola Londres.
Al batir mis alas hacia el este, sabía que en una hora ya habría cruzado el Atlántico.
Subí al piso 6 del edificio en el que Rush tenía un apartamento para él cada vez que quisiera pasar un tiempo mientras tenía trabajo en el Reino Unido. Al salir del ascensor al rodear la esquina levanté una maceta con unas flores de plástico y saqué la llave que Rush me había dicho que estaban allí. Apartamento 1, 2, 3…6. Me paré frente a la puerta e inserté la llave en la cerradura y abrí lentamente la puerta.
El apartamento, como era de esperarse, era lujoso y minimalista. Cerré la puerta y prendí la luz.
― No pensé que estarías aquí―dije y me di vuelta para encontrarme con Rush en ropa interior―y menos sin ropa.
Asomé la cabeza hacia la puerta de una de las habitaciones y por ella pude ver a una chica acostada solo tapada por la sábana.
― ¿Con una humana? ¿En serio? Hay veces que me repugnas―le dije mirándolo a los ojos.
― Por favor, no es una relación, es solo un juego, como siempre. Se irá por la mañana, más bien en una hora y yo me haré el dormido mientras recoge sus cosas y sale del departamento.
Suspiré. Teníamos prohibido estar en una relación con un humano y menos en una relación física y Rush lo sabía.
― ¿Y qué haces aquí? ¿Quieres unirte? ―dijo señalando a la chica. Mi cara de repulsión fue notable.
― Asco, que no seamos completamente hermanos no significa que no te vea como uno.
― Comparto el sentimiento―dijo con asco hacia mí―. Vete a cualquier otro lugar que no sea este salón o la habitación. Usa la otra, está al final del pasillo―dijo, volviéndose a la que tenía la puerta abierta, pero antes de llegar, se dio la vuelta hacia mí―Por cierto, ¿qué diablos haces aquí?
― Tengo que buscar a alguien y matarlo―me fulminó con la mirada.
― Este es mi territorio y tú estás en descanso.
― Es alguien especial, o eso ha dicho Padre―dije citando esta última parte más alto. No se atrevería a corromper la autoridad de Padre. Relajó los hombros y entró en su habitación.
La habitación que sobraba era cómoda, una cama doble en el medio, un guardarropa y una ventana que daba a un pequeño balcón hacia la ciudad. Abrí la puerta de vidrio hacia el balcón y podía ver una avenida bastante vacía pero con algún movimiento. Pasaba mis manos por la baranda que me separaba del vacío. El metal áspero contra mi piel, la brisa matutina agitando mi cabello que seguía siendo castaño. Usualmente solía ser del color que quisiera, hubo una época en que lo había usado de un color amarillo fluorescente y la gente me miraba a cada rato por la calle y entonces usaba algunos que no resaltaran tanto. Puse mis manos en mi cabello y lo agité hasta que de castaño pasó a ser negro, un color que había usado pocas veces. Toqué las puntas ahora oscurecidas y una sensación extraña me recorrió y lo cambié nuevamente a castaño natural. Entré nuevamente a la habitación y decidí tirarme en la cama a dormir, cosa de la cual siendo lo que soy podía sobrevivir sin hacerlo.
Los de mi clase somos inmortales, sonará extraño que tuviera 16 años humanos entonces, era la más pequeña y todavía envejecía, uno envejecía hasta los supuestos 25 años humanos y después simplemente se quedaba así aunque podía cambiar toques de su apariencia.
Cerré los ojos y dormí con su nombre resonando en mi cabeza. Brandon.
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Inmortales en la Oscuridad
ParanormalMi nombre es Cassandra, tengo 16 años humanos y parezco una persona normal. Mis ojos son de color bordo, mi piel es muy blanca, mi cabello depende el día es de un color u otro y tengo una altura promedio. Hasta ahora, no había tenido tanto interés e...