El frío no me afectaba tanto como a los humanos. Si bien estábamos en pleno invierno y todos ellos usaban miles de abrigos y chaquetas, yo solo llevaba una chaqueta sobre una remera manga larga. Habían pasado ya dos días desde que había descubierto donde se alojaba Brandon exactamente, unas palabras con el portero me dieron la información necesaria. Decidí cambiar mi cabello a un rubio oscuro y mis ojos a verdes grisáceos. Luego de caminar por las calles de Londres decidí entrar a una cafetería bastante concurrida. Fui hacia el mostrador a pedir un capuchino, una de las muchas bebidas que en mi vida no había probado. Le pagué con unos billetes y me fui a hacer la fila para retirarlo. Frente a mí se encontraban unas chicas de mi edad humana, haciendo la fila y hablando sobre chicos y de una fiesta.
Siempre había odiado esas conversaciones tan adolescentes. Algunas personas nunca maduraban. La chica que tenía en frente dio un paso atrás y me pisó el pie con su tacón. Sí, hasta usaba tacones la chica engreída.
― Disculpa ¿no? ―dije en voz normal para que me oyera. Frente a mis palabras se dio la vuelta y me miró con asco y luego sonrió.
― Lo siento, no te vi―dijo más falsa que su nariz operada. Pelo negro, ojos color miel y más maquillaje del que podría haber en una tienda de cosméticos. Se dio la vuelta nuevamente y llamaron mi nombre para darme el café. Pasé por su lado para retirarlo.
Mi café estaba caliente, podía sentirlo a través del vaso y se me ocurrió algo.
Tomé un sorbete del mostrador, me di vuelta y con un desliz del pie (y de la mano) la tapa del vaso se abrió y el café voló hacia la camiseta y aterrizó en los zapatos de la chica. Ella lanzó un gritito y me fulminó con la mirada.
― Oh, lo siento, no te vi―le dije y salí del negocio riéndome, habiendo tomado su café expresso del mostrador antes de irme.
La noche seguía profundizándose. Ya eran las diez y yo estaba sentada en un balcón frente al edificio del tal Brandon. Desde donde estaba tenía vista directa al apartamento C del piso 9. De a ratos podía verlo pasar, pero solo podía ver sus pies, lo cual no me daba mucha información de cómo sacarlo de allí y matarlo. O podría matarlo en el mismo apartamento.
El apartamento tenía dos pisos y una de las ventanas de la planta de arriba estaba abierta. Debo decir que esta víctima tenía mucho dinero, lo único que le daría intimidad al departamento de paredes hechas de ventanas sería cerrar sus persianas. Pude verlo caminar en la planta inferior y aproveché para desplegar mis alas hacia la superior.
Un par de aleteos bastaron para llegar al otro lado de la calle, al edificio del señor Haleigh. Trepé por el costado del vidrio e introduciéndome por la ventana entré a una habitación. Era espaciosa, casi nada se encontraba a la vista fuera de lo ordinario. Al final de la habitación la puerta estaba abierta, pero no había sonido alguno. Oculté mis alas y caminé hacia ella. Desde la puerta podía ver la escalera y el pequeño piso frente a mí que servía como pasillo y como una pequeña terraza que daba a una sala de estar con un diseño tan minimalista como el de la habitación. Oí pasos en el piso de abajo y me agaché para que no se pudiera ver que estaba en el pasillo. Lo único que me cubría era un vidrio, pero no pensaba que así nomás podría verme, estaba a mucha altura y el reflejo del vidrio haría de las suyas.
Brandon salió de lo que parecía ser la cocina aun costado de la sala y se fue a sentar al sofá con una cerveza en la mano. Tomo un sorbo y la dejó en la mesa frente a él. Yo seguía pensando en cuál sería la mejor opción para matarlo. Los últimos días solo lo había vigilado desde el frente, pensando si podía matarlo a la clásica del cuchillo en la yugular o tirarlo desde la ventana rompiendo el vidrio. Tantas opciones, pero ninguna me parecía correcta. Una parte de mí quería matarlo, pero otra no sé que quería. Había algo extraño que seguramente mi padre me había ocultado.
Volví nuevamente la vista hacia el sofá de la sala y ya no estaba allí, su cerveza en el suelo, no en la mesa. Me paré para ver más allá pero no había nadie.
No llegué a darme la vuelta cuando caía desde la planta superior al suelo de la sala. Un dolor me recorrió la espalda pero rápidamente me recobré. Alguien me sujetó por detrás y yo lo tiré hacia delante liberándome de su agarre. Brandon yació un segundo delante de mí, pero velozmente volvió a tomarme antes de poder correr o volar o siquiera escapar. Hizo una llave y me puso de espalda contra él. Mi cabello cambiaba al castaño natural y mis ojos volvían al bordo, no podía concentrarme. Mi cabeza volvía a doler y él me arrojó al suelo.
En ese momento traté de levantarme pero él me aprisionó poniéndose sobre mí y sosteniendo mis muñecas. Tenía los ojos cerrados tratando de sacar alguna fuerza de mi interior.
― Abre los ojos―me dijo y luego lo repitió imperativamente― ¡Abre los ojos!
Los abrí y lo pude ver con toda claridad. Al principio pensé que sus ojos eran verdes, pero luego vi que hacia el medio se convertían en un color dorado y brillante. Sus ojos estaban fijos en mí y yo no podía huir de su mirada, pero sí trataba de liberar mis brazos de su agarre.
― Eres uno de ellos―dijo, su sonrisa ensanchándose.
― Suéltame―le ordené sin soltar la mirada.
― No―se limitó a decir. Siguió estudiándome con la mirada y en un solo movimiento me soltó y se levantó.
Ya fuera de su agarre me arrastre hacia atrás, chocándome con el sofá y levantándome sosteniéndome de él. Brandon seguía mirándome y la puerta del apartamento se abrió, pero no había nadie fuera que la hubiera abierto.
― Vete―me dijo sosteniéndose en la pared. Yo no me moví de mi lugar. Me miró nuevamente y sonrió. La puerta se cerró nuevamente―Eres de las que les gusta pelear ¿verdad? ―empezó a caminar hacia mí. Di la vuelta al sofá para que estuviera entre nosotros. Me hice inasible y su voz dijo algo que no había escuchado en ningún lugar más que Inferno―Todavía puedo verte.
En su mano sostenía un cuchillo y lo lanzó hacia mí. La cuchilla se clavó en mi corazón y yo caí entre el sofá y la mesa. Antes de desmayarme, en sus ojos pude ver reflejado el asombro y, mientras trataba de sacarme el cuchillo, yo ya no estaba consciente.
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Inmortales en la Oscuridad
ParanormalMi nombre es Cassandra, tengo 16 años humanos y parezco una persona normal. Mis ojos son de color bordo, mi piel es muy blanca, mi cabello depende el día es de un color u otro y tengo una altura promedio. Hasta ahora, no había tenido tanto interés e...