II

583 63 4
                                    

Inicias una vez más la reproducción de aquel bendito vídeo, para encontrarte una vez más con aquellos provocativos labios, que intentaban darle consuelo a aquel pene, que amenazaba por atravesar su garganta. Permitiendo con total soltura que aquella virilidad destrozara su boca a su antojo, sin oponerse totalmente al egoísmo del otro individuo, en buscar nada más que su placer, y sin embargo, y estando plenamente consciente de su perversa realidad, se deja someter, disfrutado de que aquel pene esté dentro suyo.

Lo ves en sus ojos, esos de intenso color miel, como reflejan un goce oculto, ante la situación que vive. Porque no es ninguna víctima, ni nada que se le parezca, porque en su orbes se refleja el placer que experimenta en aquel momento.

Lo disfruta, porque le gusta. Era evidente con sólo ver su expresión facial. Su boca acuna aquel pene con total obscenidad, y sus ojos se encargan de mostrar, lo que para tí denota más que obviedad.

Estando de rodillas observa a la persona que recibe la felación, pero esta misma no deja ver su cara. Te intriga, pero no demasiado, en cambio la expresión facial de aquel chico de ojos color miel, hace que te remuevas en su asiento, como si su mirada te perturbara y vaya que lo hacía. Era bastante descarado a tu parecer. Una puta, una verdadera puta, que fingía una castidad que no poseía.

Tu garganta se seca, al ver como su tímida lengua lame el glande de aquel pene. Era bastante sensual la forma en que lo hacía. Tan parecido a una película porno.

Su lengua pequeña pero decidida sabe bien dónde tocar, se ve con tantas ganas de explorar toda la longitud de dicha virilidad, ¿Sería su primera polla? Una sonrisa débil adoró tus labios, ¿Por qué te estabas cuestionando aquello? No tenía sentido.

Y lo que sucede a continuación te nubla la mente por completo, puesto que aquel rostro tan angelical se ve cubierto por semen. Todo su rostro queda manchado.

El vídeo acaba, y tú te preguntas si estará bien volverlo a reproducción por cuarta vez. Una parte de ti sabe que ya fue suficiente y que no hay razón para volverlo a hacer, sin embargo, esa parte escéptica que también forma parte de ti, te cuestiona una y otra vez si realmente el chico del vídeo es el chico de reciente ingreso en tu colegió. El parecido físico era indiscutible, eran la misma persona pero aún así, era tan difícil de poder creer, porque no podían existir dos personas tan diferentes. Era como si aquel chico que a penas conocías, hubiera mutado para poder encajar ahora con la persona del vídeo.

Dejas el móvil sobre la cama y sin más te das una ducha. En donde aquellos ojos color miel, nunca fueron capaces de abandonar tu mente, torturando tu razón una y otra vez, hasta que sin quererlo o planearlo, terminaste deseando ser el chico del vídeo que recibía la felación.

Y vivir aquel anhelo en carne propia y no poder cumplirlo fue peor que cualquier tortura.

Anhelo prohibido •Tyrus•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora