Ú N I C O

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ADVERTENCIAS: Va a haber mención de suicidio, algunos síntomas, temas sensibles y mención de violencia, también mención de vomito. Leer bajo la propia precaución.

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Chuuya era una persona bastante observadora, en su experiencia a lo largo de sus veintidós años había logrado entender lo suficiente a su círculo cercano como para lograr observar algunos estados que pudieran considerarse raros. Además, gracias a su trabajo había aprendido a ser más cuidadoso con las actitudes.

Por poner un ejemplo, una de su mejores amigas en la mafia era Gin, una chica tan callada que apenas se lograba entender cómo es que eran tan cercanos. A veces ni él mismo lo sabía, pero no iba a quejarse sabiendo que era la única de todos sus compañeros que disfrutaba de leer con él en sus tiempos libres. 

Era tranquila, pero cuando se notaba alterada podía pasar por media hora mirando la misma página, haciendo creer que nadie la molestaría de esa forma, pero no estaba concentrada en nada más que no fuese lo que le estuviera molestando en aquel momento.

No hacía preguntas porque disfrutaba de los pocos minutos en los que podía leer con alguien, no había tenido a alguien así desde que Dazai había dejado la mafia. 

Dazai era lejos de ser su mejor amigo. En realidad estaba lejos de ser su amigo.

Eran compañeros. Cómplices. Enemigos. El mejor dúo de toda la mafia. Y quizá entre ambos había crecido un sentimiento que era un tanto amoroso durante sus años en los que peleaban lado a lado.

Siempre creyó que aquel sentimiento que nunca llegó a oficializarse se le fue al momento en que Dazai dejó todo atrás. Dejando a Chuuya atrás también.

Lo odió por un tiempo, odiaba la forma en que le había dejado solo cuando supuestamente eran los mejores de todos por la gran dinámica que tenían entre ellos. Le odió por dejarle abandonado. Le odió por haberle dejado con su corazón sin un hogar. 

Y fue por eso que nunca pudo dejarle ir del todo.

De vez en cuando le veía desde la agencia. A veces le pasaba a visitar en sus misiones, sin que supiera, y si sabía nunca le había dicho nada, seguramente porque habían pasado a ser enemigos reales cuando se unieron a bandos distintos. 

Pero Chuuya simplemente no pudo evitar no ir a verlo de vez en cuando, tratando de estar lo más cerca que las barreras les permitían.

Como era tan observador y miraba a Dazai bastante seguido es que se dio cuenta de un comportamiento extraño.

Empezando por las veces en que dejaba de estar en la agencia en los tiempos libres, sabiendo que anteriormente pasaba todo el día adentro con sus compañeros. Ahora pasaba todo el tiempo en los parques, luciendo imperturbable y calmado. Otras veces le miraba en algunas bancas escribiendo en hojas que posteriormente ponía en sobres que iba acumulando.

Quizá era un acosador por mirarle varias veces por día, pero cuando notó aquellos comportamientos su mente no dejaba de gritarle que debía observar un poco más.

Por las cosas de su oficio podía notar perfectamente cuando una persona había encontrado el mejor método infalible para suicidarse. Y aunque Dazai siempre estuviese con las ganas de morir encima nunca se perturbó por ello porque una parte suya parecía querer vivir y por eso lograba salvarse siempre.

Pero ya cuando notaba una euforia cada vez que hablaba que duró por al menos dos días supo que si volvía a desaparecer de su vista entonces no volvería a encontrarlo nunca más.

Sabía que quería morir. Sabía que había intentado hacerlo muchas veces. Pero Chuuya no estaba listo para la despedida definitiva y tampoco estaba seguro de que podría llegar a detenerle.

Last time || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora