Capítulo cinco:

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—"La fiesta"—

Mi preciada jornada de sueño, que por 1° vez en este lugar, pude disfrutar, había sido interrumpida por unos golpes fuertes y algo frecuentes en la puerta de mi habitación. Mi rostro reflejaba lo molesta que estaba en ese instante, ya que siempre alguien en ese monasterio se disponía a interrumpir cuando estaba haciendo algo realmente importante como lo era dormir. Ruedo los ojos levantándome de la cama con odio en mi rostro, abro la puerta y me encuentro con mi hermosa compañera Nairobi.

La morena estaba tan sonriente como lo era de costumbre, hasta que vio mi odio total en mis ojos marrones, aún así siguió con una hermosa sonrisa pasando a mi pieza para recostarse sobre la cama sin pena.

— Que cara tienes, Portland —suelto una carcajada sarcástica. Me lanzó sobre la cama con demasiado sueño y muchas pero muchas ganas de seguir durmiendo.

— No me digas —bufó.

— Estocolmo cumple años hoy —me hace recordar, logrando que cubriera mi rostro con la almohada al sentir pesadez.— Oye, ¿eres hermana del Profesor, cierto?

Ruedo los ojos, aprieto más la almohada contra mi cara:— Eso ya lo sabes.

Nairobi ríe un poco, me mueve un poco con decisión de tirarme de la cama pero rápido me levantó de aquella cómoda cama, me siento pasando las manos por mi rostro.

— Pero eres hermana de Berlín, ¿no? —le miró antes de tomar mis lentes de la mesa de noche.—, porque según se Berlín y El Profesor tienen diferentes apellidos.

Muevo la cabeza de arriba hacia abajo, y colocó mis lentes sobre el puente de mi nariz después de limpiarlos un poco, ya que hacía tiempo que no me los había puesto.

— Si, soy de Fonollosa, pero no me siento una Fonollosa —confieso.— Somos hijos de la misma madre, eso es lo que te digo.

Puedo ver qué tiene el entrecejo fruncido, todo aquello era realmente extraño y era lo peor del asunto, no quería explicarle a mi compañera todo lo que había vivido en mi infancia y mi adolescencia, solo quería que dejará de hacer preguntas por un minuto.

— No se parecen en nada —asegura.

— En apariencia puede que no, aunque muchos dicen que si nos parecemos, pero todos dicen que tenemos el mismo carácter de mierda, según recuerdo tu pensaste lo mismo cuando nos conociste —ella mueve la cabeza de arriba hacia abajo, asintiendo y riendo un poco mientras se acordaba de aquel gran momento.— Sergio siempre me vio como el, no como lo que era; una Fonollosa, el pensaba que no iba a ser como Berlín y era así, hasta que decidí seguir el mismo camino que mis hermanos mayores. Sergio jamás había cometido un crimen antes del atraco a la Fábrica de Moneda y Timbre, en cambio, Berlín si.

Me acuerdo de cuando fui con Andrés a uno de sus atracos, todavía era primeriza en eso pero quería aprender en busca de estar un poco más cerca de mi hermano mayor y que esté se sintiera orgulloso de mi, en ese atraco me habían disparado en una pierna.

Fue tan divertido como malo, había recibido un gran susto en ese momento, sintiendo que me iba a morir y haciéndole un escándalo a Andrés por eso, —también recordaba como Andrés me miraba con un poco de frustración, temor y miedo—, pero cuando me sacaron la bala me deje de preocupar porque después de eso comprendí que vida simplemente había una. Desde ese entonces me convertí en una atracadora, aunque nunca logré ser igual que Andrés en eso, ya que era un poco más como Sergio que como mi hermano.

— Pues algún día me contarás, pero ahora tenemos que ir a clase y después a que tú hagas el pastel —ruedo los ojos sintiendo como la morena empezaba a jalar mi brazo para que me levantará de la cama, aunque me mantuve firme en la suave cama.

𝙿𝚒𝚜𝚝𝚘𝚕𝚊𝚜 | 𝙿𝚊𝚕𝚎𝚛𝚖𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora