Cuando Ayato salió de la sala de profesores, ya estaba atardeciendo y los pasillos de su preparatoria estaban bañados de luz naranja, la cual le daba un aspecto melancólico a las paredes del establecimiento. Ayato chasqueó la lengua, su hermana lo asesinaría por atrasarse y por casi ganarse otra expulsión. Tuvo suerte de que estuviera en su último año y de que los profesores estuvieran aburridos de él. Ayato era consciente de la preocupación de sus maestros y de las expectativas que tenían puestas en él, pero a Ayato poco le importaba. De lo único que se sentía culpable era de decepcionar a su hermana, a pesar de que él creía que Touka ya debería estar acostumbrada a no esperar nada bueno de su hermano pequeño.
Paseó por los pasillos hasta su salón para recoger su bolso y sus cuadernos, en esos momentos él agradecía que la escuela estuviera vacía, porque no soportaría las miradas de suficiencia y reprobación de las otras personas. Ayato estaba seguro de que, si alguien lo miraba así una vez más, le arrancaría los ojos con sus propias manos. Cuando cruzó el umbral de su salón sin muchos ánimos, se llevó una sorpresa al ver que la escuela no estaba tan abandonada como creía. Se suponía que las actividades de los clubs acababan temprano ese día, así que no comprendía por qué un grupo de chicas estaba amontonado en las ventanas de su salón de clases.
Ellas apenas se dieron cuenta de la presencia de Ayato, y el muchacho lo agradeció. Alcanzó su bolso y guardó todas sus pertenencias en silencio, tratando de ignorar las risas y los susurros de las chicas.
—¡Mírala, es tan patética! –exclamó de pronto una de sus compañeras y Ayato comprendió la situación como si hubiesen iluminado la habitación. Hizo una mueca con desagrado, no porque le molestara el abuso escolar (sería hipócrita de su parte), sino porque si un maestro se enteraba de que él estuvo allí mientras le hacían la vida imposible a una chica cualquiera, le echarían toda la culpa a él, como siempre sucedía que él se veía involucrado en algún incidente.
—¿La estás grabando? Es una lástima que no podamos oír su llanto –confesó otra de las chicas, soltando una carcajada como si se lo estuviera pasando en grande.
—Eso trato, pero el humo tapa buena parte de la escena.
Ayato no soportó más sus voces molestas, así que acomodó la silla de su puesto con un chirrido contra el piso para llamarles la atención. Las cinco chicas se voltearon asustadas y la que grababa dejó caer su celular. Reconoció sus rostros, entre ellas estaba incluso la representante de la clase. Sería un mentiroso si dijera que sentía indiferencia ante ese descubrimiento, a Ayato le gustaba ver el momento exacto en que caía la máscara de amabilidad diaria que usaban las personas a su alrededor, en especial aquellas que siempre lo juzgaban.
—¿Admirando el crepúsculo? –inquirió con una sonrisa de medio lado en lo que colgaba el bolso sobre su hombro. La representante balbuceó, intentando explicar la situación, pero de un segundo a otro pareció darse cuenta de con quién trataba y en su mirada se reflejó cierto alivio.
—Sí, es un bonito atardecer y pensábamos que sería divertido comenzar un club de fotografía.
Ayato casi soltó una carcajada. Casi. Era una excusa mediocre, pero le daba puntos por el intento. Sin molestarse en responder de vuelta con algún comentario sobre el “club de fotografía”, Ayato dio media vuelta hacia la salida.
—¡No le dirás a nadie, ¿verdad?! –preguntó una de las chicas, con el miedo impregnado en su voz.
—¿Decir qué? –respondió Ayato y les hizo una seña con la mano para despedirse sin siquiera mirarlas, a ver si con eso se daban cuenta que a él no le importaban los problemas ajenos, menos los que podrían suponer uno a futuro para él.
Cuando llegó a las escaleras y puso un pie en el primer escalón, un torbellino lo lanzó hacia atrás. Cayó al suelo más que nada por la sorpresa de ser empujado que por la fuerza de la persona que había aparecido de la nada en las escaleras. Ayato miró hacia arriba para ver al idiota que se había puesto en su camino, fastidiado por el hecho de que nadie en esa escuela parecía irse temprano ese día. Sin embargo, cuando levantó el rostro para soltar un insulto, sus ojos y su boca se quedaron abiertos con desconcierto ante la imagen que tenía.

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Two Pieces
Fiksi RemajaAyato es el “chico problemas” de su escuela. Hinami es la “chica víctima”. Una tarde, Hinami hace algo sorprendente y se gana el respeto de Ayato, quién obtiene una pequeña sombra de ahora en adelante. O AU donde nadie es ghoul, aunque igual abunden...