Capítulo 2

81 10 0
                                    

Poco a poco fluían a mí unos cuantos recuerdos sobre mi hermano. Adrian Battenberg, el primer hijo de la familia, el mejor candidato para absorber el ducado. Tenía veinticuatro años, aun no estaba comprometido, justamente lo que lo hacía un buen partido lo hacía imposible de casar, se había dedicado durante años a ser merecedor del ducado haciendo caso omiso a propuestas, había recordado el articulo extraño que habían escrito sobre él y cómo no se había comprometido. Según recordaba Yanice no había tenido siquiera contacto con los Battenberg más allá de reuniones sociales, a pesar de ser importante en el mundo de los nobles no había relevancia en la novela sobre esta novela, solo mención. Seguíamos igual en información.

<<Este tipo es peligroso. Siento que puede ser peligroso.>>

–Mary, trae té por favor –ordené.

En mis recuerdos Adrian siempre se comportaba de una manera fría respecto a mí, nunca grosero pero siempre marcando control inmediato determinando quien era él respecto al árbol familiar, lo que llamaba la atención era la actitud de Ariadne hacia él. Lo respetaba e idolatraba pero también le temía.

<<Eres mi familia y por eso no puedo confiar en ti>>

–Espero mi visita no sea ruda –se refería a mi posible reacción, probablemente no muy seguido venía a la mansión de Ariadne. Era extraño pero de alguna manera entendía completamente lo que pensaba.

–Por supuesto que no. Será buena idea tomar té con usted.

<<Quizá porque no le conozco es que le temo>>

Ahora realmente no conocía del todo a la persona frente a mí, ni por recuerdos ni por la novela. Cuanto más intentaba recordar más frustrada estaba. Tenía un curioso sentimiento, me miraba con odio pero también con lastima.

<<No soy esa Ariadne>>

–¿Quiere sentarse? –ofrecí el lugar vacío a mi lado en la grande banca. Estaba desconcertado y lo entendía porque no era la primera vez que las personas actuaban así respecto a mi comportamiento.

Todos sabían que Ariadne había cambiado pero decirlo sería casi una prueba de haber perdido el sentido. Creo Mary era la que se estaba volviendo loca con mi comportamiento.

Aun con extrañez aceptó mi propuesta, se sentó a mi lado tratando de ocultar su incomodidad y mantener sus modales. Era impecable, llevaba puesto un traje tinto que a decir verdad le sentaba demasiado bien, tenía detalles más oscuros en el saco y unas mangas blancas, guantes negros de una tela fina, no perdía la postura. Claramente había cierto desagrado al estar conmigo o por lo menos incomodidad.

–Madre quiere mudarse a tu mansión –fue lo primero que aventó así como así.

La Mansión Joven, así la llamaban los sirvientes. Quizá por la edad de la construcción, por parte de mi padre o porque yo estaba ahí, ignoraba porqué. Quizá por todas las anteriores.

–¿Por qué madre querría vivir conmigo? –era una pregunta valida, ella ni siquiera había vuelto a visitarme desde mi nacimiento.

–No me parece un buen lugar para que viva madre –respecto a calidad de vida no había que alegar, las condiciones eran excelentes, la atención, la mansión misma era un lujo.

¿A qué se refería? En su mirada no había preocupación por madre. Cualquier cariño parecía ausente. Por supuesto había posibilidades de daño a madre pero quizá únicamente de reputación. Fue entonces cuando lo noté.

<<Tú mantienes a madre atada a esa mansión>>

Mary llegó rápidamente junto con otras dos criadas ayudando a montar la pequeña mesa de té que pusieron delante de nosotros, té negro y algunos pastelillos. Serví el té, era parte de ser la anfitriona de la Mansión Joven, me sorprendí porque de alguna manera mi cuerpo o mis pequeños recuerdos había hecho su aparición. Sabía servir té cual hija de un importante duque. Los pastelillos se veían exquisitos, como cada día.

¿Qué le hice al villano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora