Capítulo V - El Robo

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José le dió marcha al auto y mientras charlaba con Ramón. Carlos tenía la cabeza apoyada en la ventanilla y miraba los faroles de las calles. En un momento se le ocurrió dirigir su mirada hacia el espejo retrovisor que daba al asiento del acompañante y se encontró con los ojos de Ramón, que lo observaba desde su asiento. Carlos se incorporó y como quien quiere cazar una mosca con miel, mojó sus labios con la lengua. Esos labios que bien sabía eran el anzuelo perfecto para cualquiera.

Estacionaron el auto a unos metros de la armería y se dedicaron a comenzar con el plan. Carlos se subió rápidamente por el árbol lindero y entró por la puerta trasera. Ramón hacía de campana fuera y José los esperaba con el auto en marcha para huir lo más rápido del lugar.

Carlitos tardaba, se suponía que tenía que salir y avisarle a Ramón que no había moros en la costa para que entrara. Mas no, empezó a desvalijar la armería. Agarró todo lo que estaba a su alcance. Ramón afuera se impacientaba cada vez más. Hasta que apareció Carlos escurriéndose por debajo de la persiana casi cerrada. Era tan chico que se podía meter por donde quisiese.

Al verlo Ramón le puso mala cara y agarró uno de los dos bolsos repletos de armas.

Al acercarse al auto José le indicó a Carlos que entrara, pero se negó. Faltaban las balas. Los mandó a dar una vuelta con el auto y volvió a entrar.

Agarró todas las municiones que pudo y se detuvo ante la vitrina que tenía las armas. Metió varias en el bolso, pero se quedó admirando una pistola Ruby calibre 32 como un nene que ve un juguete que desea mucho. Pero a diferencia de que quizás un niño debería pedirle ese juguete a sus padres, Carlitos contaba con el poder de siempre obtener lo que quería.

Subió al auto y José le dió un buen coscorrón, en señal de que se había pasado de la raya. Pasó lo que le pensaba, el pendejo hacía lo que quería. Estuvo a punto de echarlo de la banda, pero no le convenía. El pibe era bueno, muy bueno.

Llegaron a la casa y Ana María no podía creer la cantidad de armas que había arriba de la mesa. Se sorprendió y felicitó a Carlitos con un beso en la cabeza y le extendió un vaso de jugo.

Muy bien mi amor, sabía que no nos ibas a fallar

- La mierda que no falló - interrumpió José - hizo lo que quiso

Más allá de que Carlitos no había seguido las indicaciones al pie de la letra había sido capaz de juntar un botín que dejó contento a José, por eso le dejó pasar ese acto de rebeldía.

Nuestro Secreto (El Angel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora