Kayla Allen, una chica de 18 años que vive en Los Ángeles con su familia.
Ella es bastante conocida en las redes, destacando Instagram y TikTok.
¿Qué pasaría si los chicos de la Sway, los cuales son sus amigos, la invitan a vivir con ellos?
¿O si...
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A la mañana siguiente me levanté ya que a alguien se le ocurrió la maravillosa idea de saltar sobre mi cama.
-Vamos Kaysita, despierta- me movió suavemente.
-Te odio- murmuré adormilada.
-No mientas, me adoras- dejó un beso en mi frente.
Abrí los ojos lentamente y sonreí.
-No sabes cuánto- me incorporé en la cama.
-Vamos a desayunar- Bryce se levantó de la cama.
Asentí antes de que saliera de la habitación y me levanté para ir al baño.
Me lavé la cara y me hice un moño algo desordenado y salí de la habitación para luego bajar.
-Buenos días chicos- los saludé a todos con una sonrisa.
-Buenos días- respondieron de la misma manera.
Miré en la gran mesa ya que estaba repleta de bollería.
-¿Pretendéis comer toda esa mierda?- pregunté mientras señalaba la variedad de cosas.
Ellos asintieron inocentes, me encogí de hombros.
Cogí un paquete de galletas Oreo y me dirigí a la cocina.
Decidí prepararme un pequeño bizcocho de microondas en una taza, preparé la masa y luego rompí unas pocas galletas y las mezclé.
Lo metí un par de minutos en el microondas y ya estaba completamente listo y esponjoso.
Cogí una cuchara y salí de la cocina y me senté en el sofá al lado de Jaden.
-Y luego somos nosotros los que comemos porquerías- rió Jaden mirándome burlón.
Le saqué la lengua y me dispuse a comer mi delicioso desayuno.
-¿Va a venir Mads?- le pregunté a mi mejor amigo.
-Sí, de hecho, ahí viene- dirigió la mirada hacia las escaleras.
Hice lo mismo que él y vi como Mads bajaba por las escaleras mientras se frotaba los ojos.
Esta se sentó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro.
-Buenos días dormilona- besé su mejilla.
-Buenos días- me sonrió tiernamente.
Dirigió la mirada hacia mi taza para luego mirarme haciendo puchero, sonreí sabiendo lo que quería.
-Sólo si vas a por otra cuchara- reí levemente.
Esta aplaudió feliz mientras dejaba un beso en mi mejilla y luego se levantó y corrió hacia la cocina.
Ya con la cuchara en la mano se sentó de nuevo a mi lado y compartimos el desayuno, cabe decir que tuvimos que hacer otro ya que nos quedamos con hambre.
