Prólogo

95 3 1
                                    

Recuerdo aquella tarde como si hubiera sido ayer, hacía calor y mi madre había puesto el aire acondicionado a tope. Yo tenía 15 años y como por aquel entonces no existían los i-phone y el único ordenador que había en mi casa solo se podía tocar con el permiso expreso de mi madre, yo me entretenía con lo único que podía hacer en mi casa, leer.

Mis padres eran unos aficionados a la lectura y en mi casa había una habitación simplemente para los libros.

- Papa… quiero una habitación propia. No es justo que los libros la tengan y yo tenga que compartir la mía con Elisa.

-  No insistas Amina, así estamos bien. Además ¿De dónde vamos a sacar otra habitación?

-  Pues cambiamos los libros, los ponemos en el salón.

-  No hay espacio.

-  Jooooo… Papa porfa…

-  No insistas Amina, los libros se quedan dónde están. Además ellos ya estaban aquí cuando tu llegaste – dijo sonriendo.

Creo que esa conversación se repitió varias veces durante largos años, hasta que al final me di por vencida. Bueno eso y que mi padre ya se empezaba a cansar.

Así pues, esa tarde estaba yo leyendo en mi casa cuando se me ocurrió preguntarle a mi padre el motivo por el cual me habían llamado Amina. No es que no se me hubiera ocurrido nunca que tenía un nombre bastante extraño, de hecho  todo el mundo se encargaba de recordármelo, pero nunca me había dado por preguntar el motivo.

- Papa… ¿Te puedo preguntar algo?

- Claro cariño – Dijo el bajando el volumen de la televisión

- ¿Por qué me llamo Amina?

- Jajajaja, pensé que era algo más serio por tu tono de voz – dijo mientras se levantaba del sofá – Ven, acompáñame.

Mi padre me cogió de la mano sonriente y me llevo hacia la habitación de los libros.

- Tiene que estar por aquí – Dijo mientras miraba entre los libros infantiles. – A no ya se… está en la mesilla de noche de tu madre. Espérame un momento.

Mi padre se marchó y yo me quede allí esperando a que volviera. La habitación de los libros era una sala rectangular con una estantería enorme que cubría por completo una de las paredes más grandes. También tenía dos sofás de color azul claro y una mesita en el centro. El resto de la sala eran fotos de cuando Elisa y yo éramos pequeñas y un armario con los papeles importantes de mis padres.

- Aquí esta – Dijo al entrar en la habitación – Se llama La canción de Amina de SIGRID HEUCK, es el libro favorito de tu madre.

- A ver, ¿me dejas que lo vea?

- Claro -  dijo mientras se sentaba a mi lado en uno de los sofás – Es la historia de Amina, la hija de un jeque Árabe, cuya máxima ilusión es aprender a montar a caballo. Pero en su pueblo sólo los hombres tienen permitido hacerlo. Un día conoce a un joven llamado Tarik, que pertenece a una tribu donde las mujeres si pueden montar a caballo y decide enseñarla. Pero un día, algunas personas de su pueblo los descubren. Tarik debe huir y Amina es encerrada en su casa.

- ¿Y después? – Pregunte intrigada

- Bueno, léetelo y luego me cuentas.

- Sigo sin entender el motivo de mi nombre.

- Veras Amina, a tu madre siempre le gusto esta historia, porque narra como una chica que tiene todo en su contra al final consigue realizar sus sueños. Cuando te pusimos ese nombre lo hicimos pensando en ti, en tu futuro.

- ¿En mi futuro? – Creo que no estaba entendiendo lo que mi padre me quería decir.

- Veras Amina, en la vida no todo es fácil y hay veces en que por mucho que quieras todo va en tu contra. Pero es en esos momentos cuando tienes que demostrar que eres fuerte y perseguir tus sueños.

- ¿Creísteis que el nombre de Amina me haría fuerte?

- Bueno no creo que un nombre te haga fuerte, tienes que ser tú la que lo seas, pero puede ayudar – Dijo riendo.

- Me leeré el libro a ver si me gusta.

- Claro, luego me cuentas si te gustó el final.

- Eso espero – Dije levantándome para marcharme a leer el libro.

- Espera Amina – Dijo mi padre.

- Dime papa.

- Prométeme algo.

-  … - Le mire extrañada

- Nunca dejes de luchar por tus sueños, porque una persona que no lucha por lo que realmente quiere, es una persona que no merece la pena.

- Te lo prometo – Dije acercándome y dándole un beso en la mejilla.

- A ver si es verdad – Sonrió

En ese momento no sabía todo lo que me iba a ocurrir después y que seguir esa promesa iba a ser mucho más complicado de lo que pensaba.

Un viaje al pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora