Me pase primer año después del accidente intentando superarlo. Pase por todas las etapas que según los libros que me compre, para superar un duelo, eran normales.
Negación: Creo que esos fueron mis tres primeros meses, me levantaba a mitad de la noche con pesadillas deseando que todo fuera un mal sueño, pero al mirar hacia la cama de Elisa estaba vacía. Entonces me echaba a llorar y mi llanto se fundía con el de mi madre que venia del final del pasillo.
Enojo: Después de que Daniel viniera a mi casa me sumí en un estado de enfado continuo. Estaba enfadada con mi padre por irse, con mi hermana por dejar su olor a colonia en toda la habitación, con el conductor del otro coche, con el hombre del autobús, con mi madre por no ser fuerte, con Daniel. Pero sobre todo estaba enfadada conmigo por no ser capaz de aceptarlo.
Depresión: Fue cuando me di cuenta de que estar enfadada con el mundo, no iba a cambiar lo ocurrido. Mi padre y mi hermana me habían dejado sola, yo no tenía valor para salir a delatante y no tenía fuerzas para salir de la cama.
Aceptación: Después de casi un año así, decidí que no podía más. Seguía sintiendo dolor por la pérdida de mi padre y mi hermana, pero tenía que salir adelante. Intente hablar con mi madre, hacerla ver que ella tampoco podía seguir así pero fue en vano. Así que decidí llamar a Gema y pedirla desesperadamente ayuda.
Hable con Gema y llegamos a la conclusión de que no me podía hundir en la mísera, estaba claro que no quería volver a la universidad y que tampoco quería dedicarme a nada que tuviera que tener contacto directo con el público, ya que no me gustaba que la gente se me quedase mirando mi cicatriz. Pero también estaba claro que los ahorros no nos iban a durar eternamente y que la indemnización por las muertes de mi padre y de mi hermana tampoco era eterna. Por lo que ya que mi madre se negaba por activa y por pasiva a recibir ningún tratamiento, debía de pensar en cómo íbamos a salir adelante.
Entonces se me ocurrió la idea de hacerme cargo de la pastelería de mi padre, durante años le había visto elaborar millones de dulces y aunque no tenía tan buena maña como el en la cocina, no se me daba nada mal. Pero claro, eso suponía tener que atender directamente al público y aunque había avanzado mucho con respecto a aceptar mi nueva imagen, no estaba preparada para soportar que la primera mirada que todo el mundo me dirigiera fuera a la cicatriz.
Por aquel entonces tenía 21 años y me encontraba bastante sola. Una tarde que baje a la pastelería a limpiarla el polvo y a ver si se me ocurría alguna idea viable para el local, me encontré con Sara. Sara había sido amiga mía durante la escuela, pero al entrar en el instituto habíamos perdido el contacto.
- Amina – Me dijo desde el otro lado de la calle.
Al principio no la reconocí, estaba muy cambiada. Tenía el pelo corto e iba vestida con unos vaqueros y un jersey verde ancho.
- … - Sonreí
- Soy Sara, Sara Muñoz. ¿Recuerdas? – Note como miraba mi cicatriz, pero se dio cuenta y aparto la mirada – Lo siento.
- Sara… Sara… claro, íbamos juntas a clase.
- Tenía muchas ganas de verte – dijo dándome dos besos.
- ¿A mí?
- Claro, quería darte el pésame.
- Oh, claro – que chica más extraña.
- ¿No lo sabias verdad?
- ¿Yo? Me he perdido.
- Me invitas a tomar algo y te lo cuento – dijo señalando el interior de la pastelería.
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Un viaje al pasado.
AcakAmina estudia en la universidad y está saliendo con Daniel, su primer amor. Pero un terrible accidente hace que su mundo se dé la vuelta por completo. Amina deja los estudios y a Daniel, además de todos los sueños que tenía por cumplir. Siete años...