Primera parte: 25 y 23

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Los despampanantes flashes de colores eran totalmente cegadores, quizás por que me había tomado media botella sin mezclar o por que no debería beber después de tomarme las pastillas de la alergia pero el espacio-tiempo parecía tener fugas, la música parecía irse de vez en cuando y el recuerdo de Maria era cada vez más borroso.

—¡Gèrard! — Me llamaba una voz conocida, no sabia muy bien de dónde venia entre la marabunta de personas.

—¡Gè!— Decidí ignorarla por segunda vez, estaba muy ocupado "bailando" sin intentar caerme.

—Vas pasadísimo tío— Sentí el aliento de la chica en mi oreja, me abrazo por detrás y me fije en sus uñas de colores vibrantes, esos eran sin duda los super modernos pintauñas UV de Eva.

—¡EVAAA!— Me gire para verla, entre luces de colores su larguísimo pelo y sus ojos azules me parecieron mucho más atractivos que nunca. Yo y Eva habíamos tenido algo antes de que conociera a Maria y claro la delicadez de la flauta travesera de Maria Muñoz afinada en un perfecto re♯ me hizo olvidar mi lio con la divertida gallega en tan solo una nota.

Pero Maria ya no estaba, bueno mejor dicho ya no quería estar, así que me acerque peligrosamente a Eva. —Estas preciosa hoy—le dije a la oreja sosteniendo mis labios en su lóbulo. —Gè...— soltó entre risas. Y las risas se convirtieron en un baile de reggaetón muy muy pegados.

Sus labios color carmesí era ahora lo que más ansiaba, junte nuestras frentes, ella se acerco, baje mis dos manos manos de su cadera a su culo y agarré, a tan solo milímetros imperceptibles de el esperado beso todo se puso negro. Oscuro. Vacío en los recuerdos.

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Silencio.

Al abrir los ojos me encontré con un desértico silencio acompañado de un pitido en mis tímpanos constante que supuse que no me abandonaría por un rato. Me dolía todo el cuerpo, la boca me sabia a mil muertos y no tenia absoluta idea de dónde estaba. Mi primer instinto fue buscar el móvil en la habitación desconocida, vestido tan solo por mis calzoncillos de cerdos y calcetines de cervezas, tendido en una enorme cama de matrimonio con sabanas blancas. La mesita de noche estaba llena de objetos, gomas de pelo, colonia y un par de cómics de Tintín.

La persiana dejaba entrar algunos rayos de sol que me permitían observar todos los elementos que me rodeaban, el ukelele rosa en el suelo fuera de su funda, cómics de Marvel mal ordenados, una figura bien detallada de Tintín y una colección de riñoneras negras encima de la única silla de la habitación. Pero ni rastro de mi móvil, ni mi ropa, ni mis zapatos.

—¿Hola?—Tenia la voz muy ronca, seguramente de chillar cantando purpurina o de la tremenda borrachera que por suerte no me había dejado demasiada resaca. Sin duda no era la casa de Eva, había estado varias veces en su cuarto así que me puse a recordar la noche anterior a conciencia.

Como siempre estaba en mi piso con Flavio y Rafa. Eva nos llamo para salir de fiesta a la discoteca donde trabajaba Ariadna, su nueva compañera de piso. Yo no quería ir por qué seguía mal por Maria pero Nia me convenció. —Vamos piensa —me forcé a mi mismo a recordar quien estaba allí: Flavio, Rafa, Eva, Nia, Ariadna. —¡Ah!— exclame al recordar la angelical cara de Anaju, pero no me podía haber acostado con ella por que iba con su nueva novia.

Me faltaba alguien por recordar, pero no tenia ni idea de quién era y era fácil sacar la conclusión de que seguramente me acababa de acostar con una desconocida —Pues se ve que he pasado de ser un romántico empedernido que te declara su amor a la luz de la luna a un cerdo que se tira a alguien sin saber su nombre, fantástico.

Promesas [Geranne - OT2020]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora