En una floristería, y siendo específicos, la única floristería en el pueblo de Neverland, una jovencita de tan solo trece años de edad observaba detenidamente como su padre armaba un hermoso ramo de flores silvestres.—¿Otra vez? —Pregunto con sus bellos ojitos azules confundidos.
—Otra vez.— Contestó su padre como si nada, relajado como solo él podía ser. El hombre de cabellos rubios y con sombrero le regalo una hermosa sonrisa juguetona a su pequeña hija. —Ya sabes cómo funcionan estas cosas, Anna.
Ella negó rápidamente.
—¿No crees que es extraño?
—Quizá solo está apurado.
La pequeña ladeó la cabeza.
¿A que se refería exactamente?
Nunca pronunció su pregunta, algo normal, pues Anna era bien conocida por ser de pocas palabras y cachetes rojos. Gracias al cielo, su padre la conocía perfectamente y ella no necesitaba decir algo para que este supiera que pasaba por su mente.
—A veces las parejas pelean y a los jefes nos tocan las de perder. —Explico, según lo que él aseguraba era lo más lógico, a pesar de que también le veía algo raro al asunto. —El orgullo en el matrimonio no puede existir cariño, lo entenderás cuando te cases.
La niña a su lado, con su hermoso y brillante cabello rubio recogido en dos trencitas perfectamente amarradas, frunció el ceño aún más confundida.
El señor Yuugo, jefe de la policía, ¿se había peleado con la señora Dina?. ¿Tan grave era como para enviarle ramos todos los días?
¿Así era cuando una pareja peleaba?
—¿Y por qué los pide su hija?
A ella no la engañaría nadie. Tenía más de seis años compartiendo clase con la eufórica de Emma Goldy y Anna reconocería esa voz alegre y vivaz en donde sea.
—Cosas de hombres, supongo. —Dijo restándole importancia, mientras se encogía de hombros y se reía mentalmente de su ex compañero de clase. —Seguro Yuugo tendrá masculinidad frágil.
¿Masculinidad frágil?, ¿el jefe de la policía que se apodaba el salvaje era alguien frágil?.
—¿Podrías ayudarme a terminarlo, angelito?
Anna, quien se había perdido en un nudo hecho de preguntas en su mente, miró a su padre con bastante seriedad, una que pocas veces podía contemplarse en ella.
Y así, acercándose a su padre y agarrando unas flores pequeñas para terminar con el bello ramo silvestre, la niña decidió su nueva tarea del día.
Algo en esa historia de un policía frágil peleándose con su esposa y diciéndole a su hija que pidiera ramos cada mañana no le convencía. Al principio quería tomárselo como quien no iba a la cosa, después de todo Anna nunca se había caracterizado por curiosa o entrometida, pero su padre le armaba ramos a los Goldy desde hace más de dos semanas.
Y lo más fuera de lugar era la dirección a las que dichos ramos eran enviados.
No conocía muy bien al señor Yuugo, pero dudaba mucho de que peleara tanto tiempo con la dulce señora Dina...y luego estaba Emma.
Que, sencillamente, era Emma.
A ella le agradaba, sería imposible que no fuera así, porque Emma siempre le regalaba sonrisas a pesar de que Anna nunca le regalaba palabras. Pero entonces estaba Nat -su mejor amigo, pelirrojo y de prominente nariz, pero el mejor de todos-, que siempre tiene la razón y que siempre le dice que Emma es un poco loca, que canta mal y que su gato se comió a la señora Eva, su ave.
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Un poco mayor |NOREMMA|
FanficPorque desde la primera vez que Emma lo vio supo que él sería para ella. Y el amor no tiene número. Norema y otros.