Parte 5

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1.

Lo que había ocurrido parecía realmente simple, pero en mi cabeza un huracán de emociones y pensamientos. Creo que será mejor que empuece por el principio para que entendais porque.

Mi tía irrumpió en mi casa colmada de lágrimas. Me explicó que mi hermano pequeño, que actualmente vive con ella, subió a un taburete para alcanzar el chocolate que tienen en un armario. A todo esto, como no, la "inteligente" de mi tía se encontraba en una "animada conversación"  con su irritante marido. Y pasó lo que tenía que pasar.

Ahora, Mario se encontraba en coma, con mil maquinas enchufadas en la cabeza tras darle 40 puntos. Todos los médicos se hacian los relajados, como que no pasaba nada. ¡CÓMO NO VA A PASAR NADA! ¡SE CREE QUE SOMOS GILIPOLLAS O QUÉ!

Por fín, llegó un médico realista; era joven, yo le echaba unos 30 y pocos. Pelo corto y negro, ojos azules. Y fue la frase que dijo de las únicas que puedo recordar durante un largo intervalo de tiempo:

-Creemos que Mario va a necesitar una operación cerebral bastante peligrosa para alguien de su edad. Tendrá que ser en un máximo de 3 días, si no su hermano correría grave peligro. Hemos intentado arreglar los daños suturandole la enorme brecha, pero me temo que esto solo a servido para ocultar el verdadero problema que le ha causado la caida.

-Bueno, ¿y por qué no se la han hecho ya?

-Verá, señor...

-Kevin. Llamame Kevin.

-Bien, KEVIN. No podíamos proceder con la operación sin estar seguros de la financiación de esta...

-Un momento...

-Se que es duro pero...

-Espere, espere, espere... Osea, ¿usted me está diciendo que, como no pague, mi hermano va a estirar la pata?

-Bueno, no hay que decirlo así. De lo que se trata es...

-De lo que se trata es que tengo que pagar para que mi hermano no la palme. ¿Sabe qué? Aunque parezca el típico gilipollas de pueblo que no ha pisado un instituto en su vida, se interpretar lo  que me dicen. Así que dejesé de eufemismos y digame de una vez cuanto cuesta la maldita operación.

Su mirada bailo de un lado para otro. Estaba nervioso, y se notaba. Seguramente todas las malditas familias que acudían a ese hospital para pijos se podían permitir de sobra la operación.

-Pues, Kevin, estamos hablando de una cantidad cercana a los 1.000 euros.

En ese momento, mi padre apareció magicamente al final del pasillo, y corrió hacia nosotros. Que raro... No esta borracho.

-¡Y mi hijo! ¿DÓNDE ESTA MI HIJO?

Le explicamos lo que ocurria.

-Pero no podemos pagar eso, ¿no ve que estamos sin dinero? Por favor, tenga piedad-se arrastraba mi padre de una manera tan patetica que por poco me largo.

En ese momento entendí que esa vez tendría que hacer algo aún peor. Algo por lo que arrepentirme el resto de mi vida.

2.

-¿Sabes a lo que te arriesgas?

-Si.

-Bajo el puente a la una. Y ven solo-contestó la voz al otro lado del teléfono.

Tragué saliva.

-¿Traereis armas?-me atreví a preguntar.

-Bajo el puente a la una. Y ven solo.

Cuelga.

El reloj marcaba las doce y media. No me llevaría mucho tiempo. Simplemente era forzar una cochera, nada que no hubiese hecho antes.

Cogí mi mochila, y en ella metí una navaja. La necesitaría.

Me monté en la moto y maché hacia mi objetivo: casa de Julio. Aparqué detrás, por donde entraría. El malditó tenía una cerradura bastante sofisticada, a prueba de idiotas. Pero yo no soy nada de eso. Odiaba a Julio, pero sentía un remordimiento demasiado intenso.

No puedo echarme atrás.

Abrir la cerradura fue fácil, y enseguida enté en la enorme cochera de Julio, donde reposaba su enorme Mercedes. Pero esa vez me interesaba en algo más concreto: la estralla que reposaba sobre el morro.

Me acerqué a ella, y, en un corte limpio, me hice con esta joya que salvaría a mi hermano de la muerte.

Pero también me fijé en otra cosa que se hallaba en una estantería: una pipa, una pistola, un arma. Era increible, no pesaba nada, cosa que comprobé al cogerla. También ví que tenía 6 balas.

Vaya pipa tiene el cabrón. Bueno, tenía.

Pensé que una pistola no me vendría mal esa noche.

Así, me dirijí al puente. Desde lejos, pude distinguir las siluetas de mis socios. Gente peligrosa. Yo les conocía: Fran, "el gitano", Jose, "el payo", Pablo, "el panchito":.. Y así una infinidad de tíos con un huevo de pasta.

Al encontrarme a 5 metros de ellos, alcé la estrella. Aún mantenía disimuladamente la pistola en la mano.

-Vemos que eres puntual-dijo uno, el que parecía el lider.

-¿Y mis 3.000.000 euros?

Entonces, noté algo frío en mi cuello; una navaja.

Ma la habían jugado, bien jugada. Poco a poco se fueron acercando. En un acto hábil, disparé a mi atacante en un pie que, causandome un pequeño corte, se separó al instante de mí. Apunté al resto.

-Lo repetiré solo una vez más: ¿Y mi dinero?

Al instante, un chaval jovencillo me lanzó una mochila negra.

Con un ojo a la banda, comprobé el contenido de esta. Exacto. 3.000.000.

-No deberíais pagar tanto por estas mierdas-me permití vacilar.

Les lancé la estrella y arranqué rumbo a mi casa.

Mario, tranquilo.

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COMO SÉ QUE NO HE ESCRITO CASI NADA, AQUÍ OS DEJO UN CAPÍTULO SALSEOSO. A PARTIR DE AHORA, TOOOOODOS LOS DÍAS SUBIRÉ.

KevinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora