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La gran puerta del colegio estaba siendo cruzada a toda velocidad por Chloé Bourgeois, a quien se le hacía tarde para su clase de historia. Sus piernas comenzaron a doler y su pecho comenzó a doler por respirar tan agitada. Al pasar por uno de los pasillos su cuerpo impactó con otro, haciendo que ambos dejaran caer los libros que llevaban consigo. La rubia soltó un pequeño quejido debido al golpe, y el chico se apresuró en ayudarla a levantarse.

—Disculpa, no fue mi intención —dijo Chloé a la vez que se inclinó para recoger los cuadernos junto a él.

—Iba iba distraído, no te preocupes.

Al hacer la acción al mismo tiempo, ambos volvieron a chocar frente con frente y emitieron un leve quejido. Se llevaron una mano a la zona adolorida y se miraron. No pudieron evitar ruborizarse en cuanto se miraron.

Ahora que Chloé puso más atención en él, su aroma masculino era muy agradable y suave, así como también su voz, y qué decir de su atractivo rostro angelical.

—Lo siento... de nuevo —murmuró Chloé.

—Hoy no es nuestro día, rubia.

—Parece que no.

Ambos se alejaron con una sonrisa como despedida, el rubio para dirigirse a su casillero, y Chloé, siguió corriendo hasta su clase.

Al llegar al aula, dió dos toques e inmediatamente la cara molesta de la profesora Bustier se asomó.

—¿Otra vez Bourgeois? ¿Cuál es su excusa ahora?

Chloé se quedó pensando un momento para inventar algo, pero su mente no le daba ideas.

—Me quedé dormida —respondió.

Al momento, se imaginó dándose una auto cachetada por decir aquello. La profesora la observó de arriba a abajo pensando si debía dejarla entrar o no. Y es que, era la décima vez que llegaba tarde por la misma razón.

—La próxima vez no se quede dormida —espetó y cerró la puerta en sus narices.

Chloé agarró una bocanada de aire y se retiró de ahí.

🌸

La ojiazul se sentó en una grada solitaria esperando a que terminara la clase para asistir a la siguiente. Miró sus libros y entre estos pudo visualizar una letra que no le pertenecía.

"Adrien Agreste".

Comprendió que aquel choque había revuelto todos los libros y por la prisa, ninguno de los dos se molestó en revisarlos.

—Chloé Bourgeois —llamó una voz conocida.

Ella giro su cabeza en dirección a quien la llamó, y al encontrarse con esos orbes verdes, supo que no fue la única en darse cuenta de la confusión.

Él era tan guapo que parecía emitir destellos por toda su persona. Y para él, ella era tan atractiva que los chicos podrían ir tras ella como las abejas al pollen.

—Adrien Agreste— respondió Chloé con una sonrisa.

El ojiverde le tendió sus libros a Chloé, ésta los recibió, lo mismo con los libros de Adrien, pero con un detalle. Los dedos de sus manos hicieron contacto por una milésima de segundo.

Toqué al chico guapo, pensó Bourgeois.

No es que no hubiese visto a un chico tan atractivo en su vida, pero en él había algo que la atraía sobre manera.

El joven se ruborizó ante el tacto. Las manos de Chloé eran muy suaves. Y muy lindas.

—Siento mucho esto, iba tarde, soy nuevo en el instituto y nunca había...

Por un momento se quedó callado.

—¿Qué?

—Nunca había asistido a uno— confesó el chico cabizbajo —Y mucho menos conocido a alguien de mi edad.

Aquello dejó a Chloé sorprendida, nunca imaginó que tan solitaria puede ser una persona.

—Oh... ¿por qué? —preguntó.

Al ver aún más cabizbajo al rubio, supo que no debió preguntar aquello y corrigió.

—No te preocupes, aquí conocerás a muchas personas, por cierto, ¿Qué haces afuera de clase?

—Quince minutos de retraso, supongo que también tú estás aquí por la misma razón.

—Agh, ya perdí la cuenta de todas las veces que me han echado de una clase.

Adrien preguntó a Chloé como eran los alumnos en el instituto y los profesores. Ella no dudó en explicarle a los buenos amigos y a los idiotas que podría encontrar, así como a los profesores estrictos y los que no.

Chloé observó disimulada el rostro concentrado de Adrien a lo que ella decía, era curioso y lo supo en ese momento. Este chico le estaba poniendo suma atención, aunque en ese momento tuvo miedo de tartamudear y quedar como una completa estúpida. Deseó que la hora de clase se alargara aún más para seguir viendo ese rostro angelical.

A el rubio le pareció muy tierno ver a Chloé haciendo muecas cuando hablaba de quienes no le agradan, y su sonrisa cuando hablaba de algo que le gusta mucho del instituto. Ahí supo que Chloé le transmitió una paz tan grande, que por ese lapso de tiempo olvidó todos sus problemas.

Rosas de Papel (AU) Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora