Prólogo

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 —¿Quiénes son? 

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 —¿Quiénes son? 

 —Son unos primos.

El muchacho castaño de ojos dorados, frunció el ceño al escuchar aquellas palabras y la observó.

—¿Primos?

—Es una broma entre nosotros.— le respondió la rubia, apartando la mirada de la ventana para observar al chico.— Son los primos Cullen, comparten nuestra misma alimentación.

—¿Cullen?— preguntó, volviendo su atención hacia la ventana, apreciando el auto estacionado a unos metros de la casa.— Por lo que si no mal recuerdo, ustedes fueron a la boda de uno de ellos ¿No?

La rubia de rulos y mirada dorada colocó una mano en el hombro y dijo.

—Si, la boda de él.— señaló al muchacho que bajaba del auto.— vamos a ver que quiere.

El castaño aún con su ceño fruncido asintió con la cabeza. Ambos rápidamente salieron de la casa siendo seguidos por la única pareja en el clan y la otra mujer rubia de cabellos lacios.

Alexander se quedó atrás del clan de brazos cruzados, mirando con ojos calculadores al vampiro de cabellos cobrizos que se acercaba encorvado, con dudas, que observaba a cada uno de su familia para luego clavar su mirada en él, confundido.

—¿Edward está todo bien?— preguntó una mujer de cabellos castaños.

El cobrizo apartó la mirada del vampiro que no conocía y sus orbes dorados se dirigieron hacia Carmen Denali, la mujer que había hablado.

—¿Por que no nos dijiste que vendrías?— preguntó esta vez, sin dejarlo hablar, Tanya Denali, la líder.

—¿Es Irina? ¿Sabes algo de ella?

—Creo que deberíamos dejarlo hablar.— le interrumpió Eleazar a su mujer.— Cuéntanos Edward la razón por la que estas aquí.

—Es difícil de explicar.— comenzó dudando.— sobre Irina no se directamente...

—¿Por qué dejaste a tu esposa en el auto?— se animó a preguntar de vuelta el hombre.

—¿Por qué trajiste a un lobo contigo?— preguntó con desagrado Tanya, en donde Alexander todavía en silencio, arrugó la nariz de desagrado al oler un aroma como de perro mojado, que ignorando ese hedor decidió seguir observando la actitud y comportamiento del vampiro Cullen, que le comenzaba a desagradar. Sentía en su interior que lo única razón para estar aquí es porque traería problemas.— Lo puedo oler desde aquí.— siguió la rubia con un gruñido de asquerosidad.

—Mi familia está en peligro, necesito su ayuda.

Alexander chasqueó la lengua de desagrado, apretando sus brazos que todavía se encontraban cruzados.

—¿Que ha pasado?— saltó Carmen, preocupada.

—Solo...— suspiró.— solo pido que mantengan la mente abierta, ¿Pueden hacerlo?

Frost {Seth Clearwater}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora