Había una vez un perro que era muy bueno para esconder lo que sentía.
El perro estaba atado a la sombra de un árbol, siempre movía la cola y se comportaba muy tierno. Así que la gente del lugar le decía "el perro alegre".
Siempre se divertía mucho con la gente del pueblo durante el día. Pero cada noche lloraba y se quejaba cuando no había nadie.
Por eso quería librarse de la correa y correr libre por los campos.
Pero no podía y por eso lloraba todas las noches, todas y cada una.
Un día una voz dentro sí, le preguntó al perro alegre: '¿Por qué no cortas la correa y huyes?'.
Y esto respondió el perro alegre: "Llevo mucho tiempo atado, así que olvide como liberarme".
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