Capítulo 2

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- Gracias por su compra.

Tomé mi pedido, y salí de la panadería. Hoy el cielo se encontraba despejado; las corrientes de viento frío corrían por mi cuerpo. La temperatura había bajado considerablemente, caminé haciéndome paso entré la gente amontonado de las calles, familias y personas al azar corrían apresurada rumbo a sus destinos. Sin detenerse siquiera a apreciar el cielo azulino de esa mañana.

A veces pienso que vivimos tan deprisa nuestra cotidianeidad que no nos damos una pausa para nosotros mismos.

Me senté en una banca del parque a unas cuadras de mi departamento. Muchos de los jóvenes pequeños están entrando en vacaciones, y puedo notarlo al ver la cantidad de niños correteando y subir a los juegos. Me da un poco de alegría ver a los pequeños disfrutar de su inocencia. Sin preocupaciones de estudios, trabajo o dinero. ¿Cuándo fue que comenzamos a dejar esas sonrisas de sueños para cambiarla por estrés, preocupaciones banales y morales distorsionadas?

Suspiro, deseando volver a los tiempos dónde era una simple niña jugando con muñecas, ajena a los problemas que llevaban mis padres en ese entonces.

Miro al frente, apreciando cómo dos niños se balancean adelante y atrás en las hamacas. No puedo evitar encontrar un parecido semejante a Dee y Heavy cuando éramos pequeños, cerca de ellos, puedo ver a sus padres, riendo y animando a sus travesuras de infantes.

Vuelvo al recuerdo de ese mensaje recibido en la madrugada. Glam... ¿Estaré preparada para verlos? Los extraño, eso no puedo negarlo.

Me levanto de la banca y comienzo a caminar linea recta por donde vine. Tomo un cigarro de mi bolsillo, lo enciendo y lleno mis pulmones de ese humo tóxico que los degrada en cada aspiración del cigarro. Saco las llaves de mi chaqueta y las introduzco en la cerradura.

La señora Lisa. Dueña del departamento, Se acerca a mí. De seguro con alguna intención de crear charla de los vecinos que también se hospedan aquí. No tengo interés en saber la vida de otros, y mucho menos los errores que cometieron o no. Suficiente tengo con la mía.

En cuanto escucho el "clic" de la puerta, Lisa ya solo se encuentra a unos pasos de mi.

- Querida, que suerte encontrarte. Tengo tantas cosas que contarte.

Ruedo los ojos, arrepintiéndome de no haber sido más rápida para abrir la puerta. Espero unos segundos, y al ver que la mujer continua hablando de quién sabe qué de quién sabe quién. Vuelvo a cerrar la puerta, me apoyo en ella manteniendo mis brazos cruzados y facciones serias. Cierro mis ojos, volviendo a aspirar del cigarro que llevo en mi mano derecha.

- ¿Puedes creerlo? Yo la verdad que no la entiendo - la miró, intentando pensar una respuesta a una pregunta de la cuál no comprendo el contexto.

- Señora Lisa, estoy cansada. Quiero entrar a mi departamento. Y aunque la charla se muestra ser interesante, sinceramente no es mi problema.

Ofendida, la mujer frunce el seño dándome su famosa mirada de desaprobacion y reproche por interrumpir su chusmerio de vieja metiche. Y con falsa modestia y amabilidad prosigue a hablarme.

- Claro querida, lamento entretener tu vida tan ajetreada - Sus palabras desprenden sarcasmo. Ya me veo siendo la nueva oveja negra de la cuál hablar pestes en este lugar.

Abro nuevamente mi puerta, cerrándole detrás de mi. Dejo la bolsa con los pocos bizcochos sobrante y me dejo caer en el sofá.

Un día más, un trabajo más por adaptar. Y lo mejor, una bruja más deseando mi desgracia.

No corras de la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora