1. Same girl.

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Como todos los días, durante mis veinticuatro años de vida, la brisa marina me golpea suavemente el rostro, despeina mi cabello y me ayuda a sobrellevar este clima caluroso, tropical al que nunca me voy a acostumbrar, aun cuando he vivido en este lugar mi vida entera, junto al mar. Alzo la mirada y veo el sol, fuerte sobre la pequeña ciudad, el cielo luciendo su azul brillante típico del verano, de repente siento que todo desaparece y solo quedamos el cielo y yo, pero una voz me saca de mi sueño vívido.

—¿Nos vamos? El sol es molesto, tengo demasiado calor. —Él llevaba una camiseta negra ese día, debía tener más calor que de costumbre, entendí y lo seguí, pues ni siquiera esperó por mí. Comenzó a alejarse y corrí hasta igualar su paso, no dijimos nada hasta que, como siempre, comenzó a hablar de él y de cómo le había ido en toda la semana que no nos habíamos visto.

—Quisiera ir a la playa uno de estos días, sabes que me gusta mucho. —Dije, algo entusiasmada. —Pude oír su suspiro.

—Podrías ir con tus amigos, o con tu hermana, ¿qué tal? —Sonrió despreocupado, como de costumbre. "Quizá podrías decirme que quieres ir conmigo" pensé. —A mi me da asco meterme al mar, ya sabes. —Volvió a reír.

—Claro, lo olvidé. Pero la vez pasada fuiste con tus amigos, ¿no? Y nadaste con ellos.

—Eso es diferente. —Apuntó al lugar en el que comeríamos— Mira, llegamos.

—Claro.

Entramos y el ligero cambio de clima a uno más fresco, se sintió muy bien. Ordené lo de siempre y, como si no fuera una más de muchas veces que voy a ese lugar con él, observé el lugar lleno de colores y pinturas murales únicas en su tipo, me gusta mucho el lugar. La música asiática reinaba debido a la temática, aunque siempre preferí venir sola. Observé al chico frente a mí, me sumerjo en sus ojos color miel, observo su piel blanca, sus manos. Sus labios rosados, delgados, que nunca paran de hablar.

Me mira, pero sé que no me ve, no me ve como quien realmente soy.

—Si todo sale bien, podré irme a estudiar mi maestría a otro estado, eso es lo que quiero. —Asiento, sé que terminamos la licenciatura hace poco, pero a diferencia de él, no tengo motivación alguna de hacer algo con mi vida. Me encuentro atascada en la apatía y la incertidumbre, cosas que, a su vez, alimentan mi ansiedad. Siento como toma cuidadosamente mi mano, sé que la pregunta viene. —¿Tú que vas a hacer?

Respiro profundo, disimuladamente, niego con la cabeza mientras observo el vacío. —No lo sé, no estoy segura aún.

—Lo sabrás pronto. —Dice, nuestra comida llega, me quedo mirando el ramen perfectamente servido frente a mi y trato de comer, aunque esté caliente mientras le observo comer con poca determinación, cada vez come menos.

Finalmente, él paga y después de salir del café asiático, parece ansioso. Son cerca de las cinco de la tarde, tomamos un taxi y vamos a su casa.

—Te he extrañado mucho. —Dice, una vez estamos dentro de esas cuatro paredes blancas, los rayos del sol se cuelan por la ventana mientras me abraza por detrás y me quita la ropa. Le ayudo, casi de forma mecánica, me besa sin cuidado y comienza a manosearme, me lastima, pero no digo nada, finjo placer. —¿Me extrañaste también? —Asiento, creo que tengo que complacerlo, no sé por qué.

Me veo en aquella situación de todos los fines de semana, gimo, llego a mi orgasmo con el vibrador en mi clítoris y con él dentro de mí moviéndose lentamente. Parece ser lo único que me causa placer, además de los besos encendidos. Me extrañó; "o a mi sexo" pienso mientras me muevo sobre él, sintiendo nada en esa posición, fingiendo que siento de todo. Me he hecho una buena actriz en cuanto a falso placer sexual se trata. Me pierdo en la nada del cielo que está frente a mí, gimo mientras observo la luz del sol colarse, siento mi cabello húmedo con sudor, y sus manos masajean mis pechos, finalmente me tumba, pasa un tiempo más y llego a otro orgasmo, seguido del de él.

Descanso, vuelvo en mí y siento como me abraza y besa hasta quedarse dormido. Lo sé porque tiene espasmos cuando comienza a perderse en sus sueños. Yo no soy capaz de dormir, pocas veces en estos cinco años de relación he logrado conciliar el sueño en esta habitación, solo me quedo observando las cuatro paredes y el techo hasta que se despierta, me prepara una cena y me deja en la parada del autobús.

Veo como revisa con cuidado los mensajes de su celular, me esconde algo, hace mucho que lo noto. El autobús llega y el me da el mismo beso frío de despedida.

Subo al autobús, es de noche, y ni siquiera espera a que este se ponga en marcha de nuevo, solo se gira y se va.

Misma rutina, todos los fines de semana.

Es domingo, el fuerte calor me hace despertar, son casi las diez de la mañana. Me quedo mirando el celular un buen rato y me levanto a desayunar casi a las once. Leo su mensaje: "Buenos días". Respondo con lo mismo y sé que pasarán horas hasta que responda, hace mucho que no tenemos una conversación larga por chat, no es posible ya.

"No me voy a desanimar hoy."

Como siempre que quiero animarme, tomo uno de mis vestidos más bonitos y coquetos, en este caso tiene muchos olanes y encaje, me encanta que sea tan femenino, la ropa me apasiona. Me maquillo, uso labial rojo y rubor para dar color a mi desvivido rostro. Acomodo mi cabello y al verme en el espejo me siento mejor. Cojo mis sandalias y salgo a pasear.

Siento la brisa del mar, no me preocupo por mi vestido moviéndose a su voluntad, paseo por el centro de la ciudad, visito las tiendas que me llaman la atención, compro las cosas que puedo permitirme comprar. Me compro un helado y me siento en el parque, observando a la gente pasar, a las palomas buscando comida.

"Como yo, comiendo migajas de amor."

Me río, sintiendo lástima por mí misma. El helado está delicioso, siempre me la paso bien conmigo misma en las calles. Siempre sola.

Se hace de noche y camino precavida hacia la parada de autobús, la música retumba en mis oídos gracias a mis audífonos, la música es fundamental para mi bienestar, siempre debe acompañarme. Me siento y espero por alrededor de media hora, comienzo a hartarme hasta que veo a un chico que llama mucho la atención sentado en una esquina del banco de espera.

Su piel es brillantemente blanca, su camiseta de color verde brillante solo resalta lo radiante de su piel, su cabello lacio, negro y sus ojos... trago saliva para procesar la belleza de la curiosa forma de sus ojos, muy rasgados, pequeños, gatunos. Aparto la mirada por miedo a intimidar o incomodar, pero siento su mirada sobre mí.

Mi autobús llega y le doy una última mirada solo para comprobar que efectivamente, me miraba también. Me siento escuchando música y me cuesta olvidar su mirada de curiosidad, me comienzo a sentir como una idiota, así que decido dejarlo atrás.

Recibo un mensaje de mi novio, después de mucho sin hablar con él. Sí, dice que ha estado ocupado ejercitándose y haciendo unas compras, la verdad no me interesa, respondo cualquier cosa y continúo mi noche. Así fluye la semana, hasta que llega el rutinario sábado.

*

Observo mi vestido, corto, ajustado a mi figura. Mi cuerpo no es el mejor, no tengo un abdomen plano, ni unas piernas firmes. No tengo el cuerpo de una modelo, ato los cordones de mis converse y me dirijo a la casa de Matthew. Otra vez mi ropa en el piso, otra vez las mismas frases. Y sí, alcanzo varios orgasmos, pero no siento nada más que eso.

Estoy cansada de que Matthew solo pueda fingir que me quiere, que su cariño solo sea dentro de estas cuatro paredes, porque fuera no me toca, ni me llama como si fuera su pareja. Mientras él duerme, observo las cuatro paredes y me pregunto, con ignorancia, ¿qué tienen estas cuatro paredes para ser el único lugar donde él me puede amar? Recuerdo cuando estábamos en la fase de enamoramiento, no soltaba mi mano, mi cintura siempre era el lugar de sus brazos, ahora apenas la toca, si es que no es para tener sexo.

Los rayos del sol se cuelan por la ventana, una vez más.

Me deja en el autobús y se va.

LA FOTO DE LA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora