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— 🍧 𝚜 𝚞 𝚐 𝚊 𝚛 𝚙 𝚕 𝚞 𝚖  🍧—

—¡Ya casi, espera un segundo mujer! —gritó la mangosta poniendo con mucho cuidado la crema que salía de la manga pastelera, a pesar de estar lo más estresada posible ese día, por muchas cosas, podríamos decir.

—¡Mina! Necesito la capa de chocolate. ¿La tienes lista?—miró que está asintiera y señalo el refrigerador, dándole señal que estaba allá metida.— Gracias Mina, te la debo a la salida de todo este escándalo.

—¡Como sea Sally! Solo espero que me des una buena dosis de café después.—movió ya su pastel hecho a uno de los empleados para que la guardara en la caja de donde provenía el pastel. —Recuerda, con la cuchara y el pastel sin tocar. ¿Bien?—dandole esa sencilla tarea el empleado solo asintió, para que saliera a donde estaba el cliente ya pidiendo su orden.

—¡Estamos bajo el reloj muchachos! ¡Vamos! —gritó nuevamente la ardilla para dar motivación a aquellos que ya estaban chocando uno con otro. Suspiró.

Será uno de esos días que eran largos.

—🍧 𝚜 𝚞 𝚐 𝚊 𝚛 𝚙 𝚕 𝚞 𝚖🍧—

—Maldigo el día de San Valentín.—agregó agotada tomando un sorbo de su dulce café con leche, aliviando su garganta de tanto tiempo estar gritando en el trabajo.

—Sabes que este día es uno de los más agotadores, Mina. —comentó una eriza rosa comiendo un brownie que se había robado de los mostradores.

Pero no había problema alguno, después de todo, ella era la encargada de la repostería y pastelería, la cual llevaba su nombre; The Rose's

—Pensar que empezaste con un negocio pequeño Amy, ahora tengo una ojeras grandisimas por tu creciente servicio.—pusó un puchero tierno, haciendo reír a las otras dos presentes.

—¡No es mi culpa! Te la pasas viendo tus series turcas envés de ayudarme en terminar los postres del día siguiente. Recuerda la vez que me pediste un pastel de naranja y ese día te tocaba a ti hacerlo.—acusó a su mejor amiga, haciendo que está solo se rascara la nuca.

—¡Bien! Lo siento, es solo que, no puedo dejar mis series sin terminar, al fin la protagonista se dio cuenta de su situación.—aplaudió feliz, dejando a una eriza con un ceño fruncido y una mangosta apunto de darle sus buenos golpes.

—Tus postres son deliciosos, no cabe duda ello, pero, ¿No haz pensado irte a otro sitio? Digo, aquí ya estamos cubiertos.—cambió de tema, dejando a Sally un poco confundida.

—Bueno, Mina, no lo sé, mi madre me ha dicho que vaya a la ciudad de Genocide, allí hay mucha gente que le gustaran mis postres tradicionales, y tendría una buena mercancía de allá.—tomó un sorbo de su café con canela para seguir hablando.—pero siento que aún no es tiempo, es como aquel presentimiento extraño que tienes que algo bueno pasará, no lo sé.

Las dos presentes se miraron un poco dudosas, pero no haciendo poner nerviosa a la otra.

—Amy, sería una oportunidad grandisima, pero si tu crees que aquí estas bien...—miró a la mangosta, para que siguiera la oración.

—¡Pues aquí nos quedamos!—se levantó de la silla dando un gran brinco, haciendo asustar a una de ellas por lo cercano y peligroso que movio la mesa donde estaban.

—Por eso las quiero tanto. Son lo más importante en mi vida.—se levantó de su asiento para ir a su lugar y dar un abrazo fuerte ha ambas. —Bien, como su jefe, les digo que ya ha acabado su descanso, es hora de volver a el horario.

Las otras dos solo gritaron frustradas, levantandose con un animó apagado, para que siguieran con el arduo labor de la tarde.

—🍧𝚜 𝚞 𝚐 𝚊 𝚛 𝚙 𝚕 𝚞 𝚖 🍧—

—¡Nos vemos niñas!—movió una de sus manos para que las otras solo dijeran un «adiós» a la ardilla.

—Bien, ya casi termino de limpiar Amy, ¿Algo más que necesites?

—Oh no Mina, todo está muy bien ahora. Mañana nos podemos ver para buscar más cosas para la pastelería.—sonrió, para acto seguido solo salir con la mangosta después de cerrar todo con llave.

—Nos vemos... ¿A las 12 entonces?—la otra asintió, para solo despedirse y desviar su camino.

La eriza caminaba a paso lento, sus zapatos con un poco de tacón se hacían sonar en la calle medio vacía, sus púas medio largas se movían con lentitud haciéndola ver en una hermosa imagen.

Después de ya varios minutos de caminar, llegó a su dulce morada, movió su bolso rojo para solo sacar las llaves, metiendo la cosa de metal en el cerrojo y abrir sin prisa su puerta.

—Dulce, dulce y hermoso hogar.—se dijo para sí misma, cerrando la puerta y sacando sus zapatos a medio camino, quedando expuestos sus pequeños pies en el piso.

Su camino se dirigió a su cuarto, para solo caer rendida en la cama, abrazándola con lentitud.

—Te extrañe tanto.—habló como si de su pareja se tratase, acomodándose y sacando su móvil, el cual tenía muchas notificaciones.

Notificaciones de cosas que ahora no le importaban ni nada por el estilo, podría mirar mañana, pensó.

Sus ojos verdosos solo pudieron recordar como la luz del móvil se iba, haciendo que ella misma caiga entre los dulces sueños que podía generar su mente durante toda la noche.

¡ 𝑆𝑢𝑔𝑎𝑟𝑝𝑙𝑢𝑚 !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora