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―Mami...

Fue la última palabra, casi ininteligible que los labios de Ally pronunciaron segundos antes de que el reloj marcara las cero horas con cuarenta y cuatro minutos; tras lo cual sus ojos se cerraron lentamente aquella madrugada del 17 de marzo.

Los tres parientes que a su alrededor se encontraban, lamentaban la pérdida ocurrida. El doloroso deceso si bien ya era esperado, no era fácil de afrontar pues siempre el fallecimiento de un ser cercano y en especial de uno tan joven de quien se espera que tenga aún una larga y fructífera vida por delante, transforma nuestra sangre en melancolía, llenando nuestro corazón de la misma, volcando nuestros pensamientos irremediablemente ante la realidad de lo sutil que resulta la vida.

Ally contaba apenas con veintiséis años que pronto se habrían convertido en veintisiete de no ser porque hace ya meses atrás, su salud se había ido deteriorando a ritmo acelerado debido a una enfermedad cuyo tratamiento efectivo para combatirla aún no había sido desarrollado.

Durante el lapso transcurrido entre el diagnóstico médico y el momento en que la fuerza de su cuerpo le era insuficiente para mantenerse de pié, Ally trató de aprovechar el tiempo con el que contaba para aportar tanto como le fuera posible a aquellos que la necesitaran, desde los pocos familiares que tenía hasta personas a las que de nada conocía; buscaba que la huella que en esta vida dejaría marcada sobre un camino inconcluso fuera lo suficientemente profunda para perdurar a través del tiempo.

Así como el infante observa al abismo y teme a lo desconocido que se oculta tras el telón de oscuridad que lo cubre, el humano teme aún más a la muerte pues ésta se encuentra cubierta por un velo tan espeso y misterioso que no hay luz en el universo que haya logrado develar un rastro certero de lo que tras ella nos espera. Incluso aquellos que la han visto a la cara y han regresado para contarlo, desconocen lo que realmente se encuentra más allá de aquel punto de no retorno pues es el propio hombre quien establece bajo su limitado entendimiento los límites entre la vida y la muerte. En la antigüedad se creía que una persona moría cuando dejaba de respirar; tiempo después se creyó que la muerte ocurría cuando el corazón dejaba de latir y más recientemente se considera que sucede cuando existe una muerte cerebral. A pesar de esto los casos donde personas que se consideran clínicamente muertas por contar con la última condición mencionada por varios segundos o incluso minutos no dejan de asombrar a los estudiosos del tema y numerosas experiencias de personas que han "regresado del más allá" parecieran dibujar un opaco paisaje de lo que se encuentra detrás del sendero de la vida, pero, lo cierto es que quien se encuentra con vida no ha muerto y quien ha muerto no se encuentra con vida, lo que aquellas personas con experiencias cercanas a la muerte han vivido está más cerca de la vida que de la muerte. En un futuro próximo los límites entre la vida y la muerte se extenderán a medida que el entendimiento humano lo haga y así, se descubrirá que la muerte del ser humano no ocurre cuando la actividad cerebral cesa y nuevos parámetros serán establecidos, mismos que serán una y otra vez desplazados por nuevos descubrimientos.

Sin embargo, aquella última palabra que Ally pronunció antes de morir no resulta extraño entre aquellos que realmente trascienden las fronteras entre la vida y la muerte; a través de la historia ha sucedido en infinidad de ocasiones; personas que antes de morir parecen reconocer a su alrededor a personas cercanas que han muerto antes que ellos.

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La vida de Ally se encuentra a nada de extinguirse, es su último momento; si de una película se tratase, nos encontraríamos en el último fotograma, tras el cual, el video detendría su reproducción definitivamente. Todo alrededor de la joven se ralentiza, la luz se distorsiona, todo pareciera nublarse, los sonidos se detienen y frente a sus ojos una fuerte luz nace, de la misma, un cuarteto de figuras surgen entre las que reconoce a su madre quien había muerto cuando ella era pequeña y a quien con su último aliento llama. Las figuras se acercan a ella, el semblante calmado de la madre de Ally la llena de paz y le hace entender que el momento ha llegado, no sabe qué pasará, en ese instante duda sobre lo que está por venir, no distingue si es sólo una ilusión, no sabe si existe un paraíso o un infierno o si su conciencia simplemente se desvanecerá y no existirá nada más.

Una de las figuras frente a ella pareciera hacer algo sobre el pecho de la joven a la par que su madre toma su mano y le dice que todo estará bien, las fuerzas de Ally son tan escasas que en un parpadeo todo ha terminado para ella.

Apenas cierra los ojos y pierde la consciencia, aquellos seres que acompañan a su madre preparan todo, dos de ellos toman el cuerpo moribundo de Ally y lo dirigen hacia la luz mientras otros dos seres arriban a la habitación de la joven con un bulto en brazos cubierto con una sábana blanca que depositan sobre la ahora desocupada cama de la recién fallecida.

La madre de Ally se retira tras la primer pareja de seres que cargan a su hija y en la habitación, frente a la mirada detenida en el tiempo de los tres familiares que acompañaban a la moribunda sólo queda el ser que realizó algún extraño movimiento sobre el pecho de la joven y los dos nuevos seres que trajeron aquel bulto del otro lado de la luz. Uno de los seres que cargaba el bulto procede a retirar la sábana con la que éste se encontraba cubierto y revela un cuerpo idéntico al de Ally, una copia exacta átomo por átomo, con la misma vestimenta, con el mismo número de pestañas, de cabellos y de lunares, incluso aquello que se encontraba dentro de sus entrañas era idéntico, célula por célula, incluso bacteria por bacteria; una réplica tan perfecta que no habría análisis científico que pudiera detectar cambio alguno entre la joven que había sido llevada hacia la luz y el cuerpo inerte que se encontraba postrado sobre la cama. A pesar de ello existían un par de cosas que variaban entre uno y otro, en primer lugar, la copia carecía de vida y en segundo, la temperatura corporal de la dúplica era más baja, justo como se esperaría que fuera la de un cadáver.

Los dos seres que manipulaban aquel cuerpo sin vida, con completa calma y precisión acomodan todo de la manera exacta en que se encontraba antes de su llegada, la réplica quedó en la misma posición y la ropa que llevaba puesta, incluso aquella que era cubierta por las sábanas quedó con los mismo dobleces y con la forma precisa en que estaba dispuesta en el cuerpo original de Ally, la sábana que cubría a la joven, el colchón sobre el que estaba recostada, incluso la almohada sobre la que su cabeza reposaba fueron acomodadas milimétricamente a la perfección; incluso se depositó el polvo y las pelusas en la posición original que ocupaban justo en el instante anterior a la aparición de los seres de manera que no hubiera forma alguna de notar la más mínima intervención. Después de aquel tardado proceso, los tres seres se adentraron hacia la luz para desaparecer.

0:44:00

El cuerpo de Ally deja de dar señales de vida, no hay más respiración, el corazón deja de latir, la actividad cerebral se detiene, su temperatura corporal baja de manera abrupta mientras los tres parientes de la joven que se encuentran a su lado no logran contener el llanto; incluso el más duro de ellos no evita que sus ojos se nublen al ver que su sobrina ha muerto.

A los pocos segundos un par de doctores y un par más de enfermeras entran apresuradamente a la habitación donde, sin mucha esperanza intentan reanimar a la joven. Ellos sabían que ya no había forma de traerla de vuelta, su muerte era inevitable y hasta donde ellos comprendían, Ally había vivido incluso más de lo esperado. A pesar de ello, era su trabajo hacer todo lo que en sus manos estuviese para preservar las vidas a su cargo y sin duda alguna, todos los protocolos fueron cumplidos de manera impecable, pero sin resultados.

Aquel 17 de marzo a las 00:44 quedó asentado el fallecimiento de Ally.

Proyecto Said KalelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora