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—¡¿Que tú qué?! —exclamó Alya.

Tanto como Marinette y Nino le chitaron, a lo que la chica solo les gruñó.

—Tranquilízate Alya —intentó apaciguarla Marinette, mirando  a su alrededor para verificar si no habían llamado tanto la atención como temía—. Puedo explicarlo.

—Pues será mejor que lo expliques sino quieres que me vuela cabeza, amiga —Alya se cruzó de brazos, sin poder contener su frustración—. Adrien por fin te corresponde y entonces decides que no quieres nada con él, ¿qué es lo que te sucede?

—Yo, creo que será mejor que vaya con Adrien —Nino se dio cuenta que aquella conversación ya no le correspondía, así que prefirió dejarlas solas, reuniéndose de nuevo con su amigo.

Marinette lo vio alejarse con la sensación de una piedra en el estómago, viendo cómo se acercaba a Adrien y por un segundo, ella y Agreste intercambiaron una mirada.

Alya carraspeó, obligándola a centrarse en ellas.

—Sigo esperando.

Marinette suspiró.

—Ya no siento nada por él, Alya.

—¿Pero cómo? Si hace unas semanas aún estabas rogando por llamar su atención, ¡Nino y yo tuvimos que abordarlo para que hiciera frente a sus sentimientos! ¿Cómo es que esto pasó?

Marinette se mordió el labio e inclinó la cabeza, sin saber qué contestarle realmente, hasta que al fin, inhaló hondo, llenándose de valor.

—Verás, yo...

En ese momento, no obstante, Juleka hacía acto de presencia. La vio acercándose a ellas con expresión preocupada. A Marinette comenzó a latirle más el corazón, temiendo que con ella Alya se diera cuenta de su situación antes de que pudiera explicárselo.

—Juleka...

Alya repasó a la recién llegada y la saludó con una tierna sonrisa.

—¿Qué ocurre Juleka? ¿Has perdido algo?

—A mi hermano —la chica se enfocó en Marinette, frunciendo el entrecejo—. ¿Pudiste encontrarlo, Marinette? Mi madre lo anduvo buscando en el bote pero no apareció por ningún lado. No está ni siquiera en su habitación, ¿lograste dar con él?

Marinette sintió los ojos inquisitivos de Alya sobre ella. Sabía, sin tener que echarle ningún vistazo, que la mente de su amiga estaba empezando a unir cabos, relacionado las palabras de la chica.

Tartamudeó antes de poder hablar:

—Lo encontré en un, en un pequeño edificio cerca del río —y tragó saliva—. Estaba con su guitarra viendo a lo lejos la plaza, no estoy segura de que siga ahí.

Juleka checó su teléfono, llamándolo tal vez por milésima vez, pero sonó la contestadora con la voz de su hermano grabada, ante la cual gruñó de frustración.

—Mamá está empezando a impacientarse, ¿crees que pueda estar todavía allí? Será mejor que eche un vistazo para comprobar... ¡hey! ¡Ahí está!

Juleka se alejó de ellas, corriendo a encontrarse con su hermano, quién caminaba directo al complot de estacionamiento con el estuche de la guitarra al hombro. Tanto Alya como Marinette, observaron a los dos saludándose con cariño y riendo de algo que pareció ser super gracioso. Entonces Luka levantó la vista y alzó una mano despidiéndose.

Marinette se sonrojó.

—Ya veo.

Se giró de nuevo a Alya. Esta la estaba viendo tan detenidamente y con mucha seriedad que creyó haberla molestado. Antes de que pudiera decir algo al respecto, su amiga la interrumpió:

Luka, tengo algo que decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora