CAPÍTULO 11:
PREGUNTAS.
Me desperté al sentir como el autobús freno en seco. Abrí mis ojos y sentí cómo unos brazos rodeaban mi cuerpo y como una chaqueta de mezclilla abrazaba mis hombros. Levanté mi vista y vi unos ojos zafiros inyectados de preocupación y de confusión. Miró sus brazos y se alejó rápidamente de mí disculpándose en voz baja. El Entrenador nos dio la calma y nos informó que casi habíamos chocado por el descuido de otro conductor, qué horror. Me saqué la chaqueta de Marco y se la devolví agradeciéndole con una sonrisa.
No tardamos en llegar, nuevamente hicimos dos filas y el Entrenador nos contó uno por uno y nos permitió ingresar al establecimiento para esperar a nuestros padres.
Perdí a Scott y Marco cuando la oleada de personas ingresó por la puerta principal. Me sentía mal, estaba mareada y sabía que había sido por no haber casi probado bocado en estos últimos días por falta de mis pastillas. Con las piernas ardiendo y la vista a punto de nublarse me acerqué a los baños de mujeres y me miré al espejo. Tenía ojeras y estaba pálida como un papel.
De repente todo se volvió negro y sentí mi cuerpo desvanecerse hasta caer en el suelo.
Abrí mis ojos, me encontré con un techo color blanco y con un infernal dolor de cabeza. ¿Dónde demonios estaba?
Miré a mí alrededor, estaba en una gran cama, con sábanas de satén color hueso y una manta negra rodeando mi cuerpo. En frente de mi, un escritorio blanco y un estante de madera oscura con libros variados y un televisor de sesenta pulgadas colgado en la pared. A mi izquierda, tres pares de cuadros se hallaban sobre uno de los lados de un gran ventanal del cual le caían unas cortinas blancas preciosas. Detrás, dos sillas, una mesa redonda pequeña y una maceta con lirios en ella. Del lado derecho vi dos puertas cerradas, una más grande que la otra y supuse que serían el baño y el vestidor. Todo era tan versátil, tan neutral que sentí paz y tranquilidad.
Me siento en la cama y me levanto, mis pies desnudos se relajan sobre una alfombra negra muy suave. Estaba asustada, lo último que recordaba era haberme desmayado en los baños del colegio y ni siquiera sabía cómo había llegado aquí. Me abracé los brazos y examiné la habitación buscando algún que otro indicio que me indicara en dónde demonios estaba. Recorrí la habitación con la mirada hasta que mis ojos se dirigieron a la cabecera de la cama, me fijé en un cuadro de una mujer preciosa, con ojos azules como el mar, tez blanca, cabello ondulado y castaño y una sonrisa apta para un consultorio odontológico.
Reconocí aquella fotografía y supe de inmediato de quién se trataba: La madre de Marco.Oí la puerta abrirse detrás de mí, al voltearme lo ví parado, sorprendido por verme despierta tal vez. Sus ojos me miraron con preocupación y cierta desaprobación. Llevaba en sus manos una bandeja de madera con pan, agua, trozos de fruta y un plato con un filete y una guarnición a su lado.
-¿Qué haces fuera de la cama?-miré a mí alrededor y lo miré incrédula.
-Bueno, no suelo despertarme en camas ajenas.
Se rió en voz baja y se acercó unos pasos hacia a mí. El olor de la comida se dirigió a mis fosas nasales y mi estómago rugió. Estaba hambrienta.
-¿Te sientes mejor?-asentí sin mirarlo.
Dejó la bandeja en su cama y se colocó cruzándose de brazos. Sus músculos se tensaron y se marcaron aún más debajo de su chaqueta de cuero.
-Sí, gracias por traerme.
Levantó sus hombros y sonrió de lado.
-Le avisé a tu madre que estabas aquí, no le he dicho que te has desmayado porque creí que debías ser tú quien le dijese que has estado días sin comer.
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SI TE VAS (en pausa, EDITANDO)
RomanceSexo, amores tóxicos, y mucho alcohol. ¿Crees conocer realmente al amor de tu vida? No lo intentes, los secretos tarde o temprano se revelarán. Christine White y Marcos Smith; el amor, más duro que nunca. ¿Estas listo? Marco Smith, hijo de uno d...