Triste con el orgullo en el puño

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Cerré mi casillero de un puertazo y comencé a dirigirme hacia mi salón de clases, mi recorrido cada vez era más frustrarte, cada paso que daba era una desilusión más. Ya casi llegaba a mi salón de clases y nadie me había dado algún regalo, si supieran que con una carta me conformo.

Mi animo estaba cayendo cada vez más, seguía viéndome como una supermodelo, pero una supermodelo triste.

Con mi orgullo en mi puño abrí la puerta de el salón, en mi cara se formo una sonrisa genuina de felicidad al ver a un chico bastante feo con un oso de peluche y un ramo de rosas. El peluche se veía barato, pero algo es algo.

Me acerque a el y estire mis manos para que me diera el regalo. Al verlo a los ojos me hizo una mueca de desagrado. —No es para ti rarita— Dice con un tono grosero y lleno de sarcasmo.

Mi sangre se calentó y tenia que golpearlo, iba a golpearlo. Al levantar mi mano siento que una puerta me empuja desde atrás haciéndome caer hacia un lado. Yo estaba besando el piso, no sabia quien había causado esto.

—Feliz San Valentín mi princesa— Dijo el tipo de antes. —Muchas gracias amor— Escucho una voz femenina decir detrás de mi.

Me levante super mega hiper rápido con mi orgullo cada vez mas abajo, sentí que la mirada de la chica y del tipo me fulminaban de pies a cabeza. La mujer hizo una mueca de desagrado —¿Y quien es esta?— le dice mirando hacia el chico.

¡¡¿¿¿Esta???!! Esos chicos sabían exactamente como sacarme de mis casillas.

Por segunda vez en el día mi sangré hirvió. —¡¿A quien llamaste esta?!—Grité con los puños apretados.

—A ti, ¿no escuchaste?— Habla sarcásticamente caminando hacia su asiento.

Como es San Valentín lo dejare pasar y lo olvidaré, claro que estoy enojada, pero no soy tan rencorosa como para enojarme con una perra inútil como ella.

Caminé por los asientos y miré a todos, pareciera que eran felices ¿Por qué yo no estoy feliz? 

Cada vez que veía los abrazos, sentía frió. Cada sonrisa me daba tristeza y todos los regalos que no tenía, me hacían sentir vacía. Lastima que mi cara fue tallada por los mismísimos ángeles y no me permiten llorar porque al llorar me veo fea.

Tomé asiento resignada a que alguien me regale algo. Y cuando menos lo espero llega un chico regalando paletas a todos.

Eran paletas cupido, se acercó hacia mi y me dio esa famosa paleta, cuando la abrí tenia una frase escrita "Este día cambiara tu vida" 

Me encanta, aunque sean tan baratas, son como las galletas de la fortuna en paleta...

La profesora Rosa entró y comenzó a dar su clase, la verdad ni atención estaba poniendo, solo estaba viendo su delineado mal hecho y su labial todo corrido.

Entonces el chico que va en frente de mi asiento se volteo y sin decir nada puso una nota en mi mesa. Le di una sonrisa coqueta mientras tomaba la carta. 

—Dásela a Sofía por favor—Dice acercando un poco más la carta mientras yo me sentía herida.

Me rehusé a decir algo y solo tome la carta y se la di a Sofía, ¡Estoy más bonita yo! Los hombres son tontos.

Apoyé mi cara con mi mano intentando volver a prestar atención en el maquillaje de mi maestra. Cuando por fin lo logro me di cuenta que la profesora tenía embarrado labial en el diente y una sonrisa se hizo presente en mi que cada vez aumentaba más hasta el punto de reírme en voz alta. 

—Cuéntanos el chiste Camila Mclovin— Dice la profesora que pareciera enojada por la interrupción. Me paré rápidamente.

Había una espinita en mí que me decía que le dijera que tenia labial en el diente, pero soy más que eso. Así que preferí no contestar.

—¡Contéstame!— Dice la profesora histericamente.

—Algo me dio gracia— Al hablar estaba buscando profundamente en mi mente alguna cosa sana que de risa.

—¡No me contestes!— Dioss quien entiende a esta señora.

Con toda la pena del mundo me volví a sentar, dirigí mi mirada hacia mis compañeros y me estaban mirando como si la que tuviera labial en el diente fuera otra. 

Pasó el tiempo y seguía otra materia; Ciencias. 

Mi siguiente clase era con el profesor Alfredo, al verlo tenia una bolsa donde llevaba dulces, comenzó a caminar y a darles a cada uno, y cuando fue mi turno me sentí victoriosa.

Estaba tan feliz que no quise ni prestar atención. Miré a mi alrededor viendo lo que tenían los demás, mi mesa tenia una envoltura de paleta cupido y un duvalín. Mis compañeros tenían peluches, chocolates, globos, cartas y además el triple de dulces que los míos.

Siento mi orgullo en el piso pero al menos fea no estoy. ¿Será que me pinto el pelo de rubio?

Llegó la hora de receso y salí del salón de clases, comencé mi recorrido y me senté sola en la cafetería

[...]

© Mi peor San Valentín [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora