El atentado lisérgico

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El atentado lisérgico

En honor del Sr. Omprakush

Mucho tiempo ha pasado ya desde que Cortés salió de la cárcel por lo ocurrido. Esto es lo que pensó Alicia cuando le vio paseando por la calle bastante deteriorado por culpa del tiempo <<que jamás perdona>>. A la joven le invadió un sentimiento de curiosidad por saber a detalle lo que ocurrió por aquellos tiempos. Pasaba un día y otro más sin atreverse a hablar con el anciano hasta que un día le vio sentado en un parque en frente de una mesa con un tablero de ajedrez, pero Cortés no tenía un rival enfrente, por lo tanto la chica se acercó preguntando:

-¿Me aceptaría como rival?

El hombre la miró con sorpresa, a lo que contestó:

-Claro, sin problema, siéntate, ¿prefieres blancas o negras?

-Blancas.

-Las blancas siempre pierden, recuérdalo.

Empezaron a jugar, fue una partida bastante lenta, de movimientos muy pensados, ninguno de los dos quería ser precipitado. Hasta que Alicia se atrevió a preguntarle:

-Usted es Alejandro Cortés ¿verdad?

-El mismo que viste y calza ¿Por qué lo preguntas?

-Tengo curiosidad.

El hombre lanzó un suspiro, apretó los labios, miró a la chica y le dijo:

-Ya sé porque te has sentado a jugar al ajedrez conmigo chiquilla.

-Si le parece muy precipitado puedo irme y no molestarle más

-No, no te preocupes, a mi no me importa contarte lo que sucedió, ya han pasado 60 años de aquello.

Alicia sorprendida le preguntó:

-Entonces ¿no le importa contarme todo al detalle?

Cortés negó con la cabeza y dijo:

-Yo era un joven bastante predispuesto a vivir experiencias que a vista de la ley las podemos definir como ilegales, lo cual no me suponía ningún tipo de problema. Cuando cumplí los 19 años y después de varias investigaciones hallé la manera ''casera'' de sintetizar mi propio LSD. Lo hacía para no tener que comprarlo a personas desconocidas, ya que si compras LSD en la calle lo más probable es que te estén vendiendo un análogo bastante nocivo para la salud y sobre todo perjudicial para la propia mente. Aparte también sinteticé el LSD para vendérselo a mis colegas y a colegas de colegas para sacarme un dinerito para otras cosas. Total, que no calculé bien las cantidades y fabriqué demasiado LSD, en concreto hice un litro. Bueno, después de ello compré cartones y los fui poniendo a cuenta gotas hasta tener 200 cartones listos para consumir.

-¿Y el resto del LSD?- preguntó Alicia

-Tranquila, ahora voy con ello- hizo una pausa para recordar- Entonces hablé con mi grupo de amigos para hacer una toma, total, que concretamos un día en específico en el embalse de mi pueblo natal, éramos 7 chicos allí, todo fue bien, bastante relajado, el LSD funcionaba para mi asombro, porque creía que no nos iba a hacer efecto, pero me equivocaba. A las horas de empezar el viaje yo hablé con mi amigo Esteban diciéndole <tío, tengo una cosa que enseñarte> entonces el me acompañó a donde teníamos las cosas y de mi mochila saqué una botella de cristal de un litro en el que guardé el LSD y aquí llegó lo malo <Hermano, me sobra todo esto de LSD, he hecho como 200 cartones aproximadamente y no quiero tener tanto en mi posesión ¿Qué debería de hacer con ello?> dije <A mí que me cuentas, tíralo al embalse y después deshazte de la botella en algún contenedor> yo asentí con la cabeza ¿Qué mal iba a pasar si yo lo tiraba al embalse? De seguido decidí tirarlo todo al agua y seguir con el viaje disfrutando con mis amigos. Lo cual pasaron 12 horas hasta que nos decidimos bajar al pueblo. Cuando íbamos por el camino de tierra en dirección a la civilización pudimos escuchar un montón de sirenas de la policía y de ambulancias. Cuando entramos al pueblo vimos a todo el mundo comportarse muy raro, sin saber lo que estaba pasando preguntamos a un policía que intentaba calmar a una persona <¿Qué está ocurriendo agente?> a lo que él contestó: <no tenemos ni la menor idea, lo único que sabemos es que un gran número de personas en el pueblo están teniendo alucinaciones> yo tragué saliva, asimilando lo que había pasado, todo eso fue un accidente, todo culpa mía, empecé a pensar que las depuradoras del embalse no habían limpiado el agua y que el compuesto se había filtrado haciendo que todo el pueblo que haya bebido del agua del grifo se colocara bajo los efectos del LSD. Cogí de la mano a Esteban y a los chicos diciéndoles lo que creía que había sucedido. A todos se nos calló el mundo encima, porque estábamos viendo a nuestros propios vecinos teniendo ataques de pánicos, posibles brotes psicóticos y profundos ataques de ansiedad. Aunque muchos otros se veían en la felicidad mas absoluta y con el ingenio muy agudizado. <Tienes que confesar lo ocurrido> dijo Esteban. Le hice caso y me dirigí hacia la comisaria para explicar lo sucedido. De seguido me detuvieron y llamaron a la policía para que tomara y realizara pruebas analíticas, prohibieron de inmediato beber agua del grifo para no expandir la locura que se había desencadenado. Al poco tiempo llegaron los resultados y efectivamente hallaron LSD en el agua y me llevaron a juicio donde confesé con todo lujo de detalles lo que había ocurrido, pero igualmente me condenaron a 30 años de cárcel, de los cuales solo cumplí 28. Todo esto se expandió más rápido que la pólvora por las noticias a nivel nacional diciendo que había sido todo un atentado terrorista. Pronto se desmintió. Aunque la gente me tomaba como a una especie de Charles Manson a los años se olvidó y yo salí de la cárcel como si nada, ahora vivo como una persona más aquí en el pueblo.

-¿Y qué ocurrió con todas esas personas a las que drogaste?

-Nada, el efecto desapareció a las 12 horas después de haberlo ingerido y todo volvió a la normalidad, no hubo víctimas mortales, ni nadie se volvió loco, aunque a algunos le hizo falta bastante terapia psicológica para superarlo

-Alucinante- dijo Alicia

-Y nunca mejor dicho- hizo una pausa moviendo la última pieza de ajedrez realizando un mate- Las blancas siempre pierden chiquilla.

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